¡Afílianos!

Enséñame a volar

domingo, 20 de junio de 2010

22. ~Capítulo 21:

- ¿Vais hacia el sur? -dijo la anciana voz del hombre que conducía el carro-
- Sí, queremos ir a la ciudad que está pasando el puente de Roustrom. ¿Hacia dónde se dirige usted? -preguntó Ailyn educadamente mientras se acomodaba en la parte trasera del carro cargado de trigo-
- Bueno, chiquilla... Íbamos a ir a casa de mi hijo, pero mi nieto dice que prefiere venir a casa de sus abuelos a pasar el día... ¡Qué sol de nieto me ha tocado! -dijo riendo a carcajadas mientras revolvía el pelo del muchacho que tenía al lado, que se ruborizó- Vamos, Michi, siéntate con ellos y les haces el camino más ameno. -propuso el anciano empujando al muchacho a la parte de atrás, tirándolo encima de Hikaru-
El muchacho, quizás de dieciséis años o así, se levantó acaloradamente y le gruñó a su abuelo en un idioma desconocido para mí; el abuelo se echó a reír y, finalmente, el muchacho rió y nos miró con una sonrisa.
- Bueno, visto que mi abuelo confía en que os divierta y puesto que llevo sin hablar con gente de mi edad durante casi tres días... Me presentaré. Me llamo Michi Koronogi. -se presentó con una sonrisa deslumbrante. Su rostro no era muy especial, pero tras sonreír mi hermana puso cara de tonta y se le quedó mirando embobada-
Tras su presentación Hikaru comenzó a esquivar su mirada y a acercarse disimuladamente a mí, hablándome de tonterías y demás. ¿Qué le ocurriría? Todo un misterio. Lo único obvio era que no le gustaba la presencia de aquel chaval que estaba allí, hablando animadamente con Aizu y Ailyn sobre temas de elfos y otras cosas. Leocadia, por su parte, disfrutaba del paisaje y a veces mantenía conversaciones cortas con el anciano. Pude fijarme que a veces hablaban en un idioma extraño que no reconocía pese a mis conocimientos.
- Hikaru, ¿qué te ocurre? -pregunté aprovechando que Michi iba a llevarle a su abuelo un trozo de queso y pan que acababa de sacar de un bolso, dándonos también a nosotros-
- ¿A mí? -dijo Hikaru intentando disimular su incomodidad mientras mordía el queso- Nada, sólo tengo algo de calor, es eso. -rió nervioso-
Conseguí que Hikaru se integrara un poco en las conversaciones entre las chicas y Michi y, al final, consiguió dejar su incomodidad aparte y charló abiertamente con ellos. Yo me tumbé en la paja que había en un rincón y observé el panorama. Ahora Leocadia estaba sentada junto al anciano, que por cierto se llamaba Shirk. Shirk estaba enseñándole cómo tratar a las mulas que llevaban el carro, por lo visto, nunca había que darles con el látigo ni lastimarlas; solamente hablarles con cariño y agitar el látigo en la dirección que quisiera ir. Parece que aquellas mulas eran inteligentes, además de fuertes.
Cerré los ojos y me dejé llevar por los olores que me rodeaban y por esa brisa que me acariciaba con suavidad. Era algo cómodo, algo precioso y delicado. Habíamos entrado a una zona con vegetación que nos tapaba de los rayos directos del sol; realmente hacía un ambiente agradable. Hikaru, Aizu, Ailyn y Michi se habían puesto a contar chistes y sus risas llenaban aquel ambiente relajado de ambiente más animado, algo extraño de describir. Comenzaba a sentir sueño, llevaba un par de días sin dormir bien. Desde que salimos de aquella ciudad donde aquella mujer secuestró a Hikaru, el tiempo transcurría rápido y acalorado, sin darnos un respiro de tranquilidad. Corríamos de aquí hacia allá, escapando de animales, criaturas y personas que nos perseguían. Sigo sin terminar de entender por qué todas esas personas nos persiguen, tampoco entiendo qué quieren o qué tenemos que anhelen tanto... Aunque no sé si quiero saberlo. Cuando Shirk paró el carro en medio de aquel camino desértico lo adoramos. Shirk era un buen anciano y un buen abuelo, además daba buen ejemplo a su nieto; recogernos y proponer dejarnos más adelante fue algo que jamás podríamos terminar de agradecerle. Llevábamos cinco días sin dejar de mover las piernas, sin descansar no más de una hora... este viaje era consolador y un regalo de los cielos.
El sueño comenzaba a poseerme cuando un suave olor a jazmines inundó mis sentidos. Me daba pereza abrir los ojos y averiguar dónde estábamos, por lo que seguí con los ojos cerrados, ladeando un poco la cabeza. El olor se intensificó un poco cuando noté algo rozándome la mejilla. Abrí los ojos de golpe creyendo que algún insecto se había posado en mi rostro y descubrí que Leocadia me estaba mirando fijamente mientras uno de sus mechones de pelo había caído dándome en la mejilla.
- Vaya, creía que estabas durmiendo. -rió mientras se alejaba un poco de mi rostro y me daba una cantimplora- Deberías beber, llevamos un par de horas de camino y no quiero que nos deshidratemos. -dijo mientras me obligaba a beber-
No me había percatado del silencio que se había producido segundos antes de que abriese los ojos, nadie estaba en el carro. Miré hacia los lados y finalmente giré la cabeza, viendo cómo Aizu corrí de la mano de Hikaru y Michi hacia un riachuelo. La carreta había parado para dar de beber a las mulas aprovechando el riachuelo, y además, Shirk descansaba bajo la sombra de un árbol. A veces me preguntaba si podríamos quedarnos así eternamente, perdernos en nuestro camino o rendirnos allí mismo para disfrutar cada día de los mismos olores, las mismas sensaciones y esas charlas tan divertidas que compartían mi hermana y los demás.
- Nos aburriríamos de la rutina, Yuuto. -dijo de pronto Leocadia sacándome de mis pensamientos.-
- ¿Cómo? -pregunté arqueando una ceja. ¿Habría leído mi pensamiento?-
- He leído en tu mirada lo que pensabas... Si cada día fuese así, acabaríamos por hartarnos de la rutina, ¿no crees? -explicó acomodándose a mi lado, dándole la espalda al río- He estado estudiando el comportamiento de Ailyn y... Sé más de lo que ella cree y vosotros creéis. -me confesó de pronto bajando el tono de voz.-
- ¿A qué viene eso? ¿Qué quieres...?
- ¡Sssh! -me interrumpió tapándome la boca-¡Baja la voz, idiota! -me reprendió- Te voy a explicar lo que no he tenido tiempo de explicarte a solas... -tomó aire. Creía que se refería a otra cosa y llegué a sonrojarme un poco, preparándome para un primera asalto- Ailyn es la secretaria de Mitsuko. -mi adrenalina bajó de repente, sintiéndome algo mareado- Nos mintió cuando dijo que iríamos a una dimensión de la que no proveníais y también nos mintió diciendo que no había viajado nunca a esa dimensión...
No sé a qué venía esa revelación ni qué tenía que ver conmigo, pero le miré a los ojos y suspiré.
- ¿Y qué importa eso? -dije tras meditar sus palabras un momento.-
- ¿¡Cómo!? -gritó ella frunciendo el ceño- Tú no... -suspiró- ¿No me recuerdas? -en sus ojos se dibujó una expresión extraña, de melancolía, exigencia y tristeza-
Nos miramos durante eternos segundos, pensando a qué se referiría, finalmente hice una mueca y aparté la mirada.
- Lo siento, pero no sé a qué te refieres, Leocadia... -suspiré-
- Vale... Da igual. -dijo mientras se levantaba- Si lo recuerdas, avísame. -dijo con una fingida sonrisa mientras se daba la vuelta y echaba a correr hacia el agua- ¡Ailyn, vamos a ver quién es capaz de encontrar antes la carpa más grande!
Me quedé pensando a qué se referiría Leocadia... ¿Recordarla? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? Me giré y observé sus movimientos. Su voz, en realidad, sí que me sonaba de algo, pero pensaba que serían imaginaciones mías... aunque tras ese comentario... Y,  ¿qué tenía que ver que Ailyn fuese o no la secretaria de Mitsuko? Y quizás lo más importante... ¿Qué tenía que ver Mitsuko en todas nuestra vidas?

***