¡Afílianos!

Enséñame a volar

miércoles, 30 de diciembre de 2009

6. ~Capítulo 5: Confianza ~

Verle llorar me dolió más de lo que esperaba. Sus sollozos apenados, sus lágrimas en mi hombro, el temblar de su cuerpo, su cabello mojado, su ropa empapada... Ver así a Hikaru me afectó bastante, pero no iba a derrumbarme frente a él.
Cuando noté que se había calmado me separé un poco de él, sin separar mis brazos de su cuerpo -temiendo que volviese a derrumbarse- y le miré a los ojos, esos ojos que me miraban perdidos y sin ánimo.
- ¿Qué ha sucedido? -pregunté casi en un susurro, dudosamente, quizás él no se viese con ánimo de contármelo; pero me preocupaba.-
- E... E-el... Di... Direc... -decía bajando la mirada. Noté en su rostro la desesperación y levanté con suavidad su cabeza-
- No temas, él no está aquí ni va a volver a hacerte nada... ¿Vale? -le dije mostrando confianza-
- Me... Me ha pegado... Y... Me ha dicho que... -su voz se iba apagando pese al esfuerzo que hacía en contármelo. Realmente me dolía verlo así, y me sentía fatal haciéndole hablar pero... Necesitaba saber qué sucedía- No tengo nada que hacer en el salón de actos... Que no sirvo de nada... Que ojalá desa... Desapareciese... -terminó por decir bajando de nuevo la mirada y el rostro.-
Me quedé en silencio unos segundos... Empezaba a comprender lo que sucedía en aquel instituto, y no era para nada agradable.
- Tranquilo, -dije abrazándole una vez más- no volverá a suceder, te lo prometo. Y no le hagas caso, tenías algo que hacer, perseguirme; ¿o acaso no querías...? -pregunté dudando si se divertía conmigo o no-
- ¡Claro que quería perseguirte! -dijo sin dudarlo un segundo, mirándome con esos ojos sinceros con los que estaba acostumbrada a hablar-
- En ese caso... Nunca más hagas caso de lo que diga el viejo... Yo te ayudaré a ser... Libre. ¿Vale? -sonreí mientras me ponía en pie y le extendía la mano-
Él no dijo nada, se quedó callado unos segundos, bajando la cabeza, y me preocupé... ¿Qué diablos había dicho ahora?
- Gracias... -susurró-
Me miró sonriendo, con lágrimas en los ojos y cogió mi mano, se puso en pie y me abrazó, sin dudarlo un segundo.
Entonces pude sentir todo lo que en su pensamiento volaba libremente, cómo en su mente se dibujaba el sentimiento que era la amistad, o cómo el miedo se desvanecía... Y sonreí abrazándole. Por fin le había visto sonreír de verdad, sin tapujos.

---

Aizu y yo salimos del aula de música con mucho cuidado de no ser vistos: si me viesen en ese estado... Sería un gran problema.
Esquivando a la gente llegamos a la habitación, incluso había sido divertido el camino a la habitación sin ser vistos. Entramos en la habitación y ella se tumbó en su cama -aún se me hacía raro tener a alguien como compañero de habitación, y más una chica- yo, en cambio, cogí algo de ropa del armario y abrí la puerta del baño.
- Voy a ducharme, mientras coloca tus cosas y acomódate por la habitación, Aizu. -dije mientras cerraba la puerta.-
Miré la mano que tenía herida, el director debía llevar unos zapatos de hierro o con cristales, porque me había dejado la mano llena de arañazos y heridas. Fui hacia el lavabo y me lavé la mano, dejando la sangre correr junto al agua. Dolía bastante, pero podía soportarlo. Me quité la ropa y entré en la ducha, cuando el agua caliente rozó mi mano hice una mueca de dolor, quizás debería curar la herida tras la ducha...
Salí de la ducha pasado un rato y me sequé con la toalla. Antes de vestirme me miré al espejo... En mis brazos seguían aquellas cicatrices y moratones, y en mi pecho aún estaba aquella herida... También miré mi pierna izquierda, suplicando no tener aún los moratones de aquella vez pero... Ahí seguían.
- En fin... -me vestí rápidamente y salí del baño-
Cuando vi el desorden que había me sorprendí... ¿¡Qué había pasado!?
- ¿¡Aizu!? -dije casi gritando, buscándola por la habitación con la mirada- ¿Dónde estás?
Nadie respondió y entonces me asusté... ¿¡Qué había pasado!? La ventana... ¡La ventana estaba abierta!
- ¡Aizu! -grité saliendo por la ventana de un salto.-
Seguía lloviendo, y parecía que toda la tarde seguiría así...

domingo, 27 de diciembre de 2009

5. ~Capítulo 4: Mirando desde otros ojos. ~

Y cuando abrí la puerta para salir al patio a buscar a Aizu me choqué accidentalmente con el director... ¿¡Por qué tenía tan mala suerte!?
- ¡Nanashi! ¡Mira por dónde andas, estúpido! -me gritó empujándome al suelo- ¡A ver si desapareces un día de estos del centro, que no haces más que crear problemas! -siguió gritándome mientras agachaba la cabeza con miedo a ser agredido otra vez- ¡Y vete a tu habitación! ¡En el salón de actos no tienes nada que hacer, inútil! -gritó mientras me daba una patada en el estómago; sólo pude cubrirme la cabeza y acurrucarme para protegerme, olvidando totalmente que Aizu estaba esperando a que la pillase- ¡Vete a tu habitación y no salgas! ¿¡Me oyes!?
- ... -Recordé que Aizu me estaba esperando y quité las manos de mi cara- Pero... ¡Tengo algo que hacer allí! -le grité en tono suplicante-
- ¿Te parece que me importa? -dijo indiferentemente mirándome, perforándome el cráneo con la mirada- ¡Desaparece de mi vista, anormal! -gritó mientras me pisaba una mano y desaparecía por el largo pasillo-
- Ai... Aizu... -susurré mientras me agarraba la mano herida y me ponía en pie, noté algunas lágrimas caer por mi rostro, pero preferí no hacerles caso. Anduve hasta mi habitación y me metí en la cama. Seguía lloviendo.-

---

- ¿Por qué tardará tanto Hikaru en aparecer? ¿Se habrá perdido? -dije mientras me ponía en pie. Ya llevaba un buen rato sentada en la puerta del salón de actos, esperando a que Hikaru apareciese.-
Caminé hacia la puerta del pasillo y la abrí. En el pasillo no había nadie, era extraño, hacía un rato había oído incluso gritos, ¿habría habido una pelea? Caminé por el pasillo y vi unas gotas de sangre en el suelo: efectivamente, había habido una pelea. Me arrodillé en el suelo y toqué la sangre, aún estaba fresca. Lo olisqueé y...
- ¡¡Hikaru!! -grité poniéndome en pie mientras comenzaba a correr en dirección a la enfermería, menos mal que había carteles de señalización- ¿Hikaru? -grité abriendo la puerta de la enfermería. Allí solo estaba la enfermera ordenando unos botes. Me miró extrañada y cuando iba a preguntarme algo cerré la puerta apresuradamente.-
Corrí por todos los pasillos y entonces pensé que, si Hikaru no estaba allí... Estaría en la habitación. Y seguí corriendo hasta la residencia, corrí hasta la habitación y cuando me disponía a abrir la puerta observé el pomo, que tenía manchas de sangre.
- Hika... Hikaru... -sin pensármelo más abrí la puerta con desesperación, encontrándome un bulto debajo de las sábanas de la cama de Hikaru- ¿¡Qué te ha pasado!? -le dije preocupada. Pero no obtuve respuesta. Destapé las sábanas y vi que allí estaba mi funda de la guitarra y unos cuantos libros. Miré la ventana, por suerte, estaba cerrada.- ¿¡Hikaru!? -grité saliendo de la habitación-
Seguí corriendo por cada pasillo, observando cada pomo de la puerta; si no me equivocaba, tenía la mano derecha herida, y al intentar abrir la puerta mancharía de sangre el pomo. Recorrí el instituto varias veces, encontrándome a veces con estudiantes ansiosos por presumir de su cristal ante los demás. Sin embargo, yo no estaba para soportar esas tonterías en ese momento.
Paré de correr cuando sentí que el dolor en el estómago era insoportable, jadeando y agarrándome la barriga con una mano seguí caminando lo más deprisa posible por los pasillos. Y por fin, cuando creía que no podía más, encontré lo que buscaba.
- El aula de... Música. -susurré-
Cuando iba a girar el pomo oí algo dentro de la habitación, un leve gemido de dolor. Pensé que quizás Hikaru estaría mejor solo, o que quizás no quería que le viese así... Por lo que me quedé parada en frente de la puerta, sin saber si entrar o no.
- Ah... Afsh... -escuchaba al otro lado de la puerta. Escuché el leve sonido de un sollozo y el sonido de un grito ahogado, intentando no ser escuchado- Estoy... Solo... Otra... Otra vez... -escuché débilmente de la voz de Hikaru.-
Y fui capaz de abrir la puerta, pese a sentir miedo de lo que vería. Al abrir la puerta vislumbré a Hikaru en un rincón, tirado en el suelo, arrinconado, llorando, mirándome con miedo. Tenía el rostro sucio, el pelo despeinado y estaba temblando. Sus manos se aferraban a su cuerpo con miedo, llenas de sangre y dolor. Me acerqué a él cerrando la puerta y me agaché, mirándole a través de la oscuridad a los ojos.
- ¿Qué ha ocurrido, Hikaru? -le dije casi en un susurro-
Al escucharme oí cómo su respiración, agitada y forzada, se calmaba. Y vi cómo su rostro, y sus ojos cambiaban del sentimiento del miedo, al de la tristeza y desesperación.
- Ai... Aizu... -susurró mirándome- ¡Aizu! -dijo casi en un grito mientras me abrazaba y volvía a llorar desconsoladamente-
- Tranquilo, ahora estás conmigo, no pasará nada. -le dije casi al oído intentando tranquilizarle. Estaba mojado, tenía el pelo enredado y húmedo. ¿Por qué habría salido si estaba lloviendo? ¿Y cómo había salido y luego entrado sin que ella lo hubiese visto?-
Escuchar su llanto desconsolado hizo que mi corazón se estremeciese, y le abracé aún más fuerte, intentando calmar sus lágrimas que caían sobre mi hombro; sin embargo, mientras más le abrazaba, más lloraba.
- Lo siento... Lo siento mucho... -susurraba mientras me abrazaba dudosamente.- Sé que no... Quieres abrazar a alguien como yo...
- Cállate, imbécil. -le dije abrazándole con toda mi alma- Abrázame si así podrás calmarte.
Y noté cómo sus brazos me rodearon y poco a poco su llanto se fue calmando. Convirtiéndose en el triste sonido de un sollozo lamentable.

sábado, 26 de diciembre de 2009

4. ~Capítulo 3: Amistad~

Aizu me había llevado corriendo por todos los pasillos, y extrañamente, esto me divertía. De pronto paró frente al aula de música y miró el letrero.
- Música... ¿Sabes tocar algo? -me preguntó con ánimo mientras se tomaba las libertades de abrir la puerta y entrar-
- No... Me gustaría aprender a tocar algo, la guitarra o el piano quizás, pero no me veo capaz. -le confesé sonriendo torpemente, ya que no estaba acostumbrado a sonreír a los demás. Ella, mientras, seguía comportándose como si estuviera en su casa, tocándolo todo y observando cada instrumento que allí había, así como las partituras- ¿Tú sabes tocar algo?
- ¡Sí! -contestó animada mientras seguía observándolo todo- Sé tocar bastantes instrumentos, pero mi favorito... -decía mientras ojeaba cada cosa que encontraba.-
Entonces fue cuando vió, abandonado en un rincón, un piano de cola cubierto con una sábana vieja, sucia y desgastada. Encima del piano había abandonado algunos libros de música, Aizu puso mala cara al ver al pobre piano en ese estado. Con el cariño mismo con el que una madre viste a su hijo ella fue quitando esa lona blanca que cubría el piano, ordenando los libros en una estantería vacía y guardó la sábana en un armario. Cogió un viejo trapo que vió en la estantería y se dirigió hacia el piano, pasando por encima el trapo, eliminando el polvo que el pobre instrumento tenía. Cuando terminó su tarea, siempre sonriente, cogió una silla que encontró allí y se sentó frente al piano.
Sin mediar palabra alguna cerró los ojos y puso sus manos sobre el piano con delicadeza, cómo si el tocarle bruscamente fuese a hacerlo llorar. Sin siquiera abrir los ojos comenzó a tocar una dulce melodía, que resonaba por todos y cada uno de los pasillos. Tocaba bastante bien, bueno, muy bien. Mientras tocaba no pude evitar sentir melancolía, era una canción preciosa, y a mi parecer, melancólica -si tuvieras, cómo yo, sentimientos de melancolía; por supuesto-. Y así, al igual que ella, cerré los ojos escuchando los dulces sonidos producidos por el contacto de los dedos de Aizu con el teclado del instrumento. Mi mente se dejó llevar por los recuerdos y viajé a través del tiempo, recordando aquellos días en los que mamá se enfadaba conmigo por no recoger mis juguetes, y aquellas veces que me recompensaba con cariño por hacerlo. Recordé aquellas palabras cálidas de mis padres cada noche, y aquellos sueños tan dulces que soñaba siempre. Recordé cómo mi padre decía siempre a mi madre "Este chiquillo será mañana una promesa del atletismo, seguro que muchos equipos lo ficharán para que juegue con ellos"... Y mamá decía "Deja de decir tonterías, Hika-chan será el mejor volador, pero nunca se dejará liar por los equipos de carreras aladas. Nuestro hijo será más que eso, una bella persona, alguien incomparable, será Hikaru, único e inigualable.", y papá y mamá reían imaginándose el primer curso de vuelo que haría, imaginándose que sería torpe pero que al final sería el mejor volador de mi clase. Pero cuando el director apareció... Todo acabó. Mamá se fue para siempre con papá, dejando su sueño en mí, ese sueño de que yo sería el mejor volador, una única e inigualable persona... Y en cambio... Mis alas, blancas y puras, se convirtieron en gris ceniza tras ese fatídico día. Y cada día fueron siendo más y más oscuras, hasta convertirse en el negro más oscuro y horrible de todos. Destrocé la última voluntad de mis padres y... No soy nadie. ¿Qué dirían papá y mamá si me viesen...?
- Hikaru... -dijo de repente Aizu. Me sorprendió, o me asustó escuchar su voz tan cerca de mí. La canción había terminado hacía unos minutos y yo tan siquiera me había dado cuenta. Abrí los ojos sobresaltado y me encontré a Aizu frente a mí, mirándome. Sus ojos transmitían un sentimiento de tristeza, o melancolía, parecido al que yo sentía en aquel momento.- No te preocupes, -dijo mientras se acercaba a mí aún más y me rodeaba con sus brazos; obligándome suavemente a agacharme- tus padres están orgullos de ti, créeme. -me susurró al oído aprovechando la posición y me abrazó-
En el momento en el que abrazó no pude creerlo, ¿quién era ella? Un sentimiento de melancolía enorme recorrió cada rincón de mi cuerpo, haciendo que mi corazón se estremeciera. No supe qué hacer, tan sólo supe estar en silencio y abrazarle, sin saber si ello le molestaría.
Pasaron los segundos, quizás minutos, y ninguno dijo nada, sólo pude quedarme ahí, arropado por ese cálido abrazo que se me hacía tan cercano. Y me di cuenta de que podría estar ya harta de mí y de mis tonterías, así que me separé de ella con un poco de brusquedad.
- ¿Eh? ¿Ocurre algo? -dijo mirándome- ¿Te ha molestado que te abrazase? -dijo poniendo mala cara- ¡Lo siento! No sabía que pudiera molestarte...
- ¡No! ¡No es eso! -dije apresuradamente, ¿cómo podía pensar eso?- Creía que te molestaba que yo te abrazase y...
- ¡Cállate, idiota! -dijo con una sonrisa- Además, he sido yo quién te ha abrazado, en todo caso, serías tú el que debería estar molesto. -dijo sin borrar esa sonrisa animada de sus labios- Y bueno, no nos pongamos sentimentales, ¿te ha gustado la canción? -preguntó mientras abría la puerta-
- Sí... Tocas muy bien.
- Gracias, aunque aún me queda por aprender. -comentó saliendo de la habitación- ¡Vamos a ir a ver el salón de actos! Me gustaría conocer a los chicos que estarán este año en mi clase... -dijo animadamente-
Suspiré y afirmé con la cabeza, saliendo yo también de aquella aula abandonada por el paso de los años. Caminábamos hacia el salón de actos cuando recordé sus palabras en mi oído.
- Nathory... ¿Por qué dijiste que mis padres estarían orgullosos de mí...? -me atrevía a preguntar bajando la mirada-
- No me llames por mi apellido, soy Aizu, recuérdalo. -dijo con tono gracioso- Y... Lo dije porque es la verdad. No lo estarían, lo están.
- Pero... ¿A qué te refieres...? No dije nada...
- Lo pensaste, estoy segura. -dijo sin darme tiempo a decir nada más. ¿Acaso sabía leer los pensamientos de los demás?-
- Espera, quieres decir que... ¿Sabes leer la mente?
- ¡Qué va, idiota! -dijo riendo- Pero sé leer en los demás.
- ¿Leer en los demás...?
- Sé sentir tu presencia, así cómo... Algo parecido a los pensamientos. -contestó con indiferencia, cómo si fuese fácil entenderlo; aunque yo seguía igual que antes, no sabía a lo que se refería- Digamos que a veces puedo sentir lo que sientes. -terminó por decir mientras seguíamos caminando.-
- Entonces... ¿Escuchaste lo que pensaba...?
- Más o menos... Aunque sigo sin entender por qué te marginas tanto... Tener las alas negras no es ningún problema, son únicas, al fin y al cabo, y a mi parecer, son bonitas. -dijo sonriendo-
- No lo entiendes... Pero da igual... -dije sonriendo mientras le miraba de reojo- Y... Gracias por el abrazo, Aizu...
- ¡No las des! ¡Para eso están los amigos! -exclamó con energía mientras corría por el pasillo, abriendo la puerta que daba al patio-
- ¿Amigos...? -me pregunté a mí mismo deteniéndome sorprendido- ¿Me considera su... Amigo?
- ¡Vamos, Hikaru, no puedes alcanzarme! -me gritó sacándome la lengua-
- Serás... -susurré sonriendo- ¡Verás como te alcanzo en un momento! -grité corriendo hacia ella.-
Era extraño poder divertirse con alguien de la forma más absurda posible... Pero era aún más extraño el poder divertirse con alguien como yo. Aún así, Aizu no tuvo problemas en estar conmigo tras saber lo de mis alas... ¿Qué ocurriría cuando supiese que... No sirven de nada? No quiero pensarlo, por ahora, sólo quiero divertirme con ella, hasta que el destino decida quitarme de nuevo la felicidad.

viernes, 25 de diciembre de 2009

3. ~Capítulo 2: Despierta~

- Nanashi. -dije agachando la cabeza, un nombre tan marginado como su dueño (Nanashi significa en japonés "sin nombre").-
- ¿Nanashi? -preguntó ella tras unos segundos de silencio, parecía estar pensando en algo, aunque no tenía ganas de subir la mirada para encontrarme con su rostro, que seguramente, estaría a punto de estallar de la risa- ¿De verdad tienes un nombre tan triste? -balbuceó débilmente. Me atreví a subir la mirada y me sorprendió lo que me encontré. Estaba mirándome sin reírse, estaba seria, pensativa-
- ¿Sucede algo? Y... Claro que es mi nombre, de ver...
- ¡Mentiroso! -gritó interrumpiéndome mientras fruncía el ceño- ¿Por qué no me dices la verdad?
- Pero... Si esa es la...
- ¡Mentiroso! -volvió a gritar. Su voz, anteriormente dulce, ahora tomaba un tono de enfado propio de todos los que hablaban conmigo. No sabía por qué, pero siempre que hablaba con alguien acababa ocurriendo lo mismo. Acababan enfadándose conmigo- ¿Te crees que soy tonta...? -dijo suspirando mientras se sentaba en su cama, extrañamente su tono enfadado se había apagado y ahora tomaba un tono más dulce, cómo... Comprensivo- Antes de venir a esta habitación tuve que ir a recepción por las llaves y mientras la recepcionista buscaba las llaves tuve la oportunidad de husmear en su ordenador, y vi quién sería mi compañero de habitación, así que... Me da igual si no quieres decirme tu nombre, al fin y al cabo, lo sé. -me reveló tan tranquila, mientras me miraba ladeando la cabeza, esperando una respuesta de mí-
- Desde que vine, el director se ocupó de falsificar mi nombre para... -de repente me fijé en lo que había dicho anteriormente, ¿¡qué había dicho!?- ¡Un momento! ¿¡Cómo que "compañero de habitación"!? ¿¡Quieres decir que... No me van a echar!? -dije sorprendido, era increíble, ¿estaría bromeando?-
- Quiero decir que tienes una compañera de habitación que quiere que le digas tu nombre real, no los estúpidos nombres que te haya puesto el vejestorio. -dijo en tono divertido, exigiendo la respuesta a mi nombre-
- Entonces... -tragué saliva y agaché la cabeza, si el director entrase en el momento en el que le dijera mi nombre... Volvería a...-
- Mírame, no te escondas, idiota. -le oí decir de pronto- No te preocupes, estamos solos.
- ¿Cómo...? -era increíble, parecía que podía leer mi mente, aunque eso fuera imposible. Me decidí a mirarle con algo de vergüenza y suspiré- Me llamo Hikaru Katsunaraku Fujita. -dije serenamente. Era muy extraño poder revelar mi nombre completo a alguien... Aunque... Acababa de conocerla... ¿Y si era un estudiante contratado por el director para contarle mis puntos débiles y...?-
- Gracias por decírmelo, Hikaru. -mencionó cálidamente, haciendo que mis sospechas por ella desapareciensen. Desde la muerte de mis padres nadie me había llamado por mi nombre jamás, era extraño escuchar mi nombre en los labios de alguien- Bueno, ¿y por qué diablos te pusieron Nanashi al llegar aquí? -me preguntó interesada-
- Es una larga historia... Podríamos dejarlo...
- Para otra ocasión. -me interrumpió levantándose y acercándose a mí con cara divertida- Tampoco quiero indagar más de la cuenta en tu vida, pero bueno, ya me lo contarás cuando te veas capaz. Ahora... ¡Enséñame el instituto! -exclamó casi en un grito mientras me cogía de la mano y me obligaba a levantarme, saliendo ambos por la puerta a la velocidad de la luz.-
No sabía a qué había venido esa chica, ni tampoco por qué se interesaba tanto en mi vida, pero algo estaba claro... Ella no era como los demás.
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Nota: El nombre de Hikaru Katsunaraku Fujita es un juego de palabras: Hikaru= Luz, brillo. Katsu= Victoria. Naraku= Infierno. Fujita: Campo. Con lo que quiero dar a entender que el nombre completo sería algo así:
La luz que venció/vence al campo del infierno.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

2. ~Capítulo 1: Una señal~

Verla ahí plantada, en la cama, ordenando sus libros, me dejó helado. La chica había entrado como si de su habitación se tratase, sin preocuparse de qué hacía yo allí o de quién era. Tras unos minutos observándole suspiré, ¿quién sería? No me sonaba su cara para nada, sin embargo, no notaba ese "algo" que notaba en los demás, ese odio o repugnancia... O esa obligación de evitarme. Era cómo si ella no me conociese para nada, y por ello, no le importase estar allí, a mi lado.
- Oye, ¿quién eres? -me atreví a preguntarle con un hilo de voz. Sí, nunca había hablado con una chica, nunca desde que entré a este instituto. Todas me evitaban y me trataban como a un bicho raro, es más; me sorprendí cuando esta chica tan extraña dio los buenos días a alguien como yo.
- Mi nombre es Aizu, Aizu Nathory Rosse. -dijo jovialmente. Sin duda no tenía ni idea de quién era yo, aunque yo tampoco sabía nada de ella, ese nombre no me sonaba para nada.- Vengo de Shunkee, una dimensión distinta a esta... No creo que te suene.
-¿Shunkee...? -dije sin apenas creérmelo.-
- ¿La conoces? -le oí decir sacándome de mis pensamientos. Su tono de voz parecía animado, lo que me dio pie a seguir preguntándole.
- Sí... Mi padre era de allí, si no recuerdo mal... Pero los habitantes, al ver que esa raza era distinta, lo exiliaron aquí... Me contó la historia pero era muy pequeño y no me acuerdo de casi nada...
- ¿¡De verdad!? -me interrumpió sorprendida- Mis padres eran de allí... Pero yo nací... Distinta. Ya sabes, lo de las alas... -dijo apenada. Me dió lástima ver un brillo de tristeza en sus ojos que anteriormente habían relucido con ilusión- Así que, por decirlo de alguna manera, me mandaron aquí. -dijo sonriendo, aunque, por el tono de su voz, no parecía feliz ni mucho menos-
- ¿Te han inscrito a este instituto? -pregunté sentándome en la cama-
- Sí, aunque... Bueno, llevo muchísimo más tiempo del que crees aquí. -dijo sacándome la lengua, ¿sería un acertijo?- Me mandaron a mis 5 años, el gobierno de aquella dimensión era muy estricto con las normas de raza, y cualquier raza que no fuese la de allí debería ser expulsada. Así que, en contra de mis padres, me exiliaron aquí con 5 añitos. Borraron los recuerdos de mis padres y se suponía que crearon unos falsos para mí... Pero al intentar hacerme creer esos recuerdos... No los acepté y se rompieron. Los recuerdos falsos desaparecieron y en mi memoria quedaron mis padres... La verdad, me siento muchísimo mejor así. -dijo volviendo a sonreír. No sabía por qué me contaba todo esto, acababa de conocerla... Sin embargo... Me gustaba que alguien confiara en mí sus secretos, ya que nadie nunca lo había hecho.- Ah, ¿cuál es tu nombre? -me preguntó de repente, interesada, mirándome fijamente-
- ¿M-mi nombre...? -repetí sonrojándome al ver cómo me miraba- Pues...

martes, 22 de diciembre de 2009

1. -Prólogo-

- Y hoy haremos entrega de sus cristales a los estudiantes de quinto nivel. Por favor, un fuerte aplauso para... -se escuchaba desde fuera del salón de actos. El día estaba nublado, quizás hoy el cielo se sentía como yo. Mientras todos recogían sus premios -unos más merecidos que otros- yo estaba allí, sentado en la puerta, mirando las nubes que luchaban por gobernar el cielo, nubes tan oscuras cómo el carbón.
Ya había comenzado la entrega de premios hacía rato, pero sabía que mi presencia allí no sería imprescindible, así que, para no hacerme más daño, evité escuchar las voces de todos mis "compañeros", que gritaban eufóricos al escuchar sus nombres pronunciados por la anciana y horrorosa voz del director. Me levanté indiferente a lo que ocurría en el salón de actos y comencé a caminar lenta y silenciosamente por el patio. Las nubes rugían allá en lo alto y supuse que de un momento a otro comenzaría a llover. Suspiré y fui hacia mi habitación, pasando esos interminables pasillos que, hacía apenas una hora, estaban colapsados. Ahora no había nadie, estaba todo tan desierto que daba lástima decir que este era el instituto de enseñanza con más estudiantes internos. Aunque... Bueno, según el director, era otra cosa la que daba lástima decir de este instituto, pero dejemos eso aparte.
Saqué la llave de mi bolsillo y abrí la puerta, que, para mi sorpresa, estaba abierta. Entré un poco confundido y encontré, encima de mi cama, una chaqueta que... No era mía, es más, no parecía ser de ningún chico que conociese. Para mi sorpresa, al mirar la otra cama, al otro lado de la habitación, encontré un bolso y unos libros que tampoco eran míos. ¿Qué se suponía que significaba esto? ¿Me iban a echar del instituto, así, sin avisar?
Indiferentemente quité la chaqueta de mi cama y me tumbé sobre ella. Todo aquello... Con lo que papá había soñado... Lo había destrozado yo. ¿Acaso era mucho pedir que mis alas, al igual que la de los demás, fuesen capaces de ser puras y volar? Pues parecía que un ser superior no lo había querido así, y que por mucho que luchase contra mi destino, nunca consiguiese cambiar nada.
- Vaya mierda... -suspiré cerrando los ojos-

Oí cómo, de repente, comenzó a llover débilmente, entreabrí uno de mis ojos y observé las pequeñas y débiles gotas caer sobre el cristal de la ventana, luchando por ser cada una la última en caer. Mientras actuaba tan infantilmente oí el cierre de la puerta y el crujido de esta -tan escandaloso- abriéndose. Miré hacia la puerta, sin ánimo, esperando ver un rostro anciano, de un director viejo y desgastado; sin embargo, para mi sorpresa, me encontré con una chica que parecía algo más pequeña que yo, venía cargada con una guitarra y con varias maletas.
- ¡Buenos días! -dijo repentinamente, como si fuese normal entrar en la habitación de alguien de esa forma-