¡Afílianos!

Enséñame a volar

sábado, 24 de abril de 2010

20. ~Capítulo 19: Falta de sentido~

Me desperté temprano, no podía conciliar el sueño y un profundo dolor apareció en mi espalda, seguramente el calmante que me proporcionó Ailyn ya habría dejado de surtir efecto.
Me levanté sin hacer ruido, pues no quería despertar a Hikaru. Me acerqué a la cama de Hikaru y lo tapé con la sábana que había tirado al suelo. Nunca había visto a nadie que se moviera tanto durmiendo, pero realmente Hikaru era monísimo durmiendo.
Cogí la bolsa que me había dado Susan el día anterior y saqué mi móvil de ella: las 5:32 A.M., algo temprano... Salí de la habitación con la bolsa sin hacer ruido y utilicé el móvil de linterna. Conseguí llegar, a duras penas, al baño. Allí cerré con cerrojo y me miré al espejo. Tenía ojeras y los labios resecos.
- Vaya careto... -suspiré mientras abría el grifo y me echaba agua en la cara- Hikaru tiene razón... -dije con un suspiro mientras cerraba el grifo- Ayer, inconscientemente, parecí insultar a Yuuto... -hice una mueca- ¡Seré estúpida! Ahora estará enfadado... Y con razón. -volví a suspirar desganada mientras me quitaba las botas-
Fui desvistiéndome poco a poco, pensando en todo y en nada. Abrí el grifo de la ducha y esperé hasta que el agua se calentara para meterme. Bajo el agua el tiempo parecía fluir a mi antojo, deteniéndose a mi parecer, aunque todo fuese únicamente una ilusión. Tras varios minutos bajo el agua, y tras enjabonarme cuidadosamente y aclararme, salí de la ducha. Me fui vistiendo lentamente, esperando que el Sol saliese pronto. Cuando salí del baño me percaté de que ya eran las 6:15 aproximadamente y fui a mi habitación, soltando el bolso allí. Hikaru, una vez más, estaba destapado, y volví a taparle. Me puse mi capa y comencé a buscar en mi bolso otra capa carmesí, la capa que tenía que darle a Ailyn.
Salí de nuevo en silencio de la habitación y me dirigí a la habitación de Ailyn, parándome en seco frente a la puerta. Dentro escuché el leve sonido de unos sollozos apagados y comencé a preocuparme por lo que occurriría. Entonces recordé el día anterior; en el que, aparentemente, Ailyn tuvo que matar a Reine, su supuesta hermana. Quizás esa fuese la razón de esa situación.
- ¿Ailyn, estás despierta? -susurré tras golpear suavemente la puerta-
- Sí, pasa Leocadia. -dijo de repente Ailyn, sin que se notara algo de tristeza en su voz-
Abrí con lentitud la puerta y encontré a Ailyn sentada en la cama, con un libro en sus piernas y una lámpara encendida.
- ¿Qué estabas leyendo? -pregunté interesada mientras me acercaba-
- "Tres secretos de nadie". Es un libro anónimo, un mito de la literatura clásica. -argumentó cerrándolo mientras se ponía en pie- Bueno, ¿querías algo? -preguntó sonriendo-
- Ah, sí... Quería darte esto, -dije extendiendo mi mano, mostrándole la capa rojiza- me la dio Susan para ti.
- Veo que tienes también una. -dijo con una gran sonrisa mientras cogía la capa- Es preciosa... -murmuró cerrando los ojos, poniéndosela en la mejilla, notando la suavidez de su tela- Además tiene que ser calentita...
- Sí, lo es. -afirmé agarrando la mía- No sé de qué material estará hecha pero... Te da mucho calor y puedes dormir perfectamente con solo taparte con ella. -sonreí-
- Gracias por traérmela. -me agradeció encendiendo la luz y apagando la lámpara- Bueno... Despierta a los demás por si se quieren duchar y eso, desayunaremos algo ligero y para las siete y cuarto o así marcharemos. -dijo de pronto mientras comenzaba a guardar el libro en una bolsa y comenzaba a cepillarse el pelo-
- Oye, por curiosidad... ¿Dónde está Luonessi? -pregunté avergonzada-
- Vaya, ya pensaba yo que era extraño que lo supiérais... -rió- Está muy lejos, al norte. Incluso pasaremos la región donde viven los de tu raza... -sonrió- Si quieres, cuando estemos allí podrías quedarte... Seguro que allí estarías mejor que en esta ciudad...
- No lo sé... -suspiré- Lo pensaré. -sonreí mientras me daba la vuelta para marcharme- ¿Y allí hace frío?
- No mucho más que aquí, aunque... Depende de la estación. -dijo pensativa- Ya lo comprobaremos, ¿no crees? -rió levemente-
- Sí... -reí- Y... ¿Por qué vamos allí? -seguí preguntando mientras giraba la cabeza-
- Preguntas demasiado... -suspiró- Aún no podrás entenderlo porque... Nos llevará tiempo que todos lo entendáis... Sencillamente, es Hikaru.
- Vale. -sonreí conforme mientras salía por la puerta hacia mi habitación-
- ¡Vamos Hikaru, arriba! -comencé a gritar mientras me tiraba en su cama, aplastándolo-
- ¡AAAH! -gritó el pobre de Hikaru al despertarse- ¡Déjame asesino! ¡Tengo que cumplir con el trato! -comenzó a gritar mientras pateaba todo, tirándome al suelo-
- ¿¡Qué dices!? -dije riendo a carcajadas-
Fue divertido despertar a Hikaru y le expliqué que debía ducharse, pues nos iríamos pronto. Cuando se fue para la ducha salí de mi habitación con la bolsa a hombros y fui a la habitación de Aizu y Yuuto, que tenía la puerta abierta de par en par. Entré y cuál fue mi sorpresa que encontrar solamente a Yuuto en una de las camas. Preocupada fui a la habitación de Ailyn, a preguntar por Aizu, pero la encontré hablando animadamente sobre libros con Ailyn. Suspiré aliviada y fui hacia donde dormía Yuuto de nuevo. Entré silenciosamente, encontrándomelo plácidamente dormido. Fue mucho más que divertido tirarme encima suya a lo bestia. Comenzó a gritar y creo que todos los huéspedes de la posada se despertarían. Yuuto comenzó a insultarme, pero al final ambos acabamos riendo. Le informé de los planes que teníamos para este día mientras se peinaba y se iba poniendo los zapatos.
- Oye, Yuuto; -dije de repente mirando al suelo- siento si ayer pensaste que... Bueno, ya sabes... Cuando te miraba en el restaurante... -comencé a tartamudear tontamente-
- No te preocupes, eso es agua pasada. -rió él mientras se ponía en pie- No importa que pensaras que era como los demás, ya te darás cuenta de tu error. -dijo con picardía-
- ¡Idiota! -dije mirándole- No es que pensara que eras como los demás... Simplemente... Bah, no lo recordarás. -reí tímidamente-
- ¿El qué? -preguntó curioso-
- Nada, nada. -dije mientras corría hacia la puerta, sujetando con firmeza mi bolso- ¡Vamos, que Hikaru ha terminado de ducharse! -grité desde el pasillo, mientras los demás huéspedes del hostal me mandaban a callar-
***

- ¿Estáis listos para irnos? -dijo Ailyn mientras se ponía en pie-
Todos asentimos y la imitamos, yendo hacia la puerta.
- El desayuno estaba buenísimo... -dijo de repente Hikaru-
Comenzamos a charlar de todo y de nada, una vez más. Ailyn observaba un mapa mientras caminábamos por el bosque, aún oscuro a la falta de luz solar. Amanecía lentamente, pero en el bosque parecía ser aún de noche.
- Ailyn, ¿has estado alguna vez en Luonessi? -preguntó Aizu mientras brincaba-
- Pues no, la verdad. -rió Ailyn- Y tampoco conozco a nadie que haya ido... -suspiró- Nos va a costar lo suyo llegar y manejarnos bien por allí... -rió una vez más-
- Pues yo sigo sin verle sentido el ir a un sitio que no conocemos por razones desconocidas. -dije mirando a Ailyn-
Ailyn se quedó mirándome durante unos segundos y terminó por suspirar.
- Vale, tenéis razón. Estáis viniendo conmigo sin saber a dónde vamos ni por qué razones... Es normal que queráis saber qué haremos allí y todo eso... -dijo resignada mientras miraba al mapa-
- ¿Y bien? -preguntó Hikaru mientras se acercaba a ella- ¿Podrías decirnos a qué vamos allí?
- Vamos a visitar a la princesa Mitsuko. -dijo mientras miraba a Hikaru con una sonrisa-
Todos nos quedamos en silencio unos segundos, mirándonos con la misma expresión de desconcierto los unos a los otros.
- ¿Y ella qué tiene que ver con todo esto? -preguntó Leocadia rompiendo el silencio-
- Ella, o más bien sus padres, tienen mucho que ver con todo lo que ocurre. -dijo señalando hacia un camino a la derecha- Vamos, es por aquí. -dijo ladeando a la derecha mientras todos la seguíamos.-
Fue un camino algo aburrido, nada interesante que hacer. De pronto llegamos a la entrada de una gran ciudad; a simple vista parecía incluso mayor que Hylie.
- Bien, vamos a visitar a un viejo amigo, chicos. -dijo Ailyn mientras se acercaba al muro de la ciudad-
Comenzó a escalar con agilidad el muro, saltando y trepando como si de un gato se tratase. Antes de que pudiéramos darnos cuenta estaba arriba, mirándonos con una mueca.
- Vamos, no perdamos el tiempo; ¡subid! -gritó desde arriba mientras se giraba y agachaba para observar la ciudad-
Extendí mis alas y agarré a Hikaru por la chaqueta; volé velozmente hacia arriba del muro y dejé allí a Hikaru, que parecía mareado. Aizu también voló hasta el muro sin problemas. Me disponía a bajar para ayudar a subir a Leocadia cuando la encontré trepando ágilmente, sin problemas. Llegó arriba y de un salto se puso en pie. Me quedé mirándola perplejo, pues había escalado el inmenso muro incluso más rápido que Ailyn.
- No me mires así por estar más en forma que tú. -bromeó Leocadia mientras me miraba por encima del hombro-
Todos nos agachamos imitando a Ailyn. Ella, por su parte, estaba mirando hacia abajo del muro, dentro de la ciudad. Abajo estaban cinco hombres armados, que parecían proteger la muralla de la ciudad.
- A la de tres saltamos, ¿vale? -ordenó de repente Ailyn mientras se incorporaba lentamente-
Sentí miedo de que al saltar me rompiera una pierna, o ambas. Estábamos a casi cincuenta metros del suelo; saltar desde esa altura era un suicidio. Sin embargo asentí, mirando con preocupación a Aizu, pues en realidad quién más me preocupaba era ella.
- ¡Vale! -dijo Aizu energéticamente mientras se preparaba para saltar-
Ailyn comenzó a contar, y a la de tres, saltamos. Fue increíble sentir la presión del viento, fue como si volaras sin alas; por una vez sentí realmente la fuerza de la gravedad y cuando vi el suelo a un escaso metro de mí cerré los ojos con fuerza.

***

- ¿Hikaru? -comencé a oír torpemente- ¿Estás despierto? -seguí oyendo con dificultad-
Entreabrí los ojos y vi el rostro de Leocadia cerca del mío, mirándome con preocupación.
- ¡Menos mal que has despertado! -rió ella despreocupadamente- Eras el último que quedaba inconsciente y comenzaba a pensar que no ibas a despertar...
Vi cómo Leocadia cogía algo de una mesa y me lo ponía en los labios. Agua. ¡Agua!
- Vaya, tenías sed, ¿eh? -dijo Leo sonriendo-
Comencé a beber ferozmente mientras mis sentidos iban poco a poco recuperándose.
- ¿Qué ha pasado? -pregunté confuso tras terminar de beber-
- Que sois idiotas. -rió Leocadia- ¿A quién se le ocurre saltar sin desplegar las alas? -continuó riendo-
Fruncí el ceño y observé la habitación. Sábanas blancas, techo blanco, paredes blancas, suero... Un hospital.
- ¿Dónde estoy? ¿Y los demás? -pregunté incorporándome con torpeza mientras notaba un fuerte dolor en una pierna y la espalda-
- Es el hospital de Meskai.-respondió Leocadia mientras me ayudaba a incorporarme- No te preocupes por los demás, están con Ailyn en la habitación de al lado. Tampoco desplegaron las alas, creyendo que eran dioses, y se estamparon contra el suelo. No era nuestro plan para entrar en la ciudad pero Ailyn puso una buena excusa y hemos entrado sin tener siquiera que identificarnos. -rió-
Me explicó que al saltar, tanto Yuuto, como Aizu y yo no habíamos desplegado nuestras alas para frenar el choque contra el suelo, y que por tanto, nos habíamos roto un par de costillas y huesos que apenas conocía. Sorprendentemente me contó que Ailyn había disminuido nuestras heridas, dijo que tras poner sus manos en nuestro pecho, piernas y demás, las roturas se habían compactado, curándose. Sin embargo el dolor persistiría un par de días.
- Cuando os caísteis de esa manera, los guardas que había por allí fueron en nuestra ayuda y Ailyn, estratégicamente, les contó que nos habían atacado y estabais malheridos. -continuó explicando mientras iba hacia la ventana y la abría- Si aguantáis el dolor para esta tarde podremos salir del hospital e ir a visitar a ese viejo amigo de Ailyn... Estoy intrigada, Ailyn es tan misteriosa que... -suspiró- Bueno, ¿cómo te encuentras?
- He estado mejor en otras ocasiones... -reí- Pero para esta tarde estaré muchísimo mejor y nos iremos, confía en mí. -dije mirando a Leo con una expresión de resignación-
Leocadia me dejó el almuerzo en la mesa que tenía al lado de la cama, ya llevaba bastante durmiendo. Se marchó despidiéndose con la mano y me dejó solo en la habitación. Comencé a pensar que era una estupidez ir hacia Luonessi sin saber qué ocurría y me levanté, aún dolorido.
- Espero que volváis pronto. -susurré mientras me ponía la chaqueta que estaba al borde de la cama y me llevaba a la boca el trozo de pan que tenía en la bandeja del almuerzo-
Abrí la ventana y comencé a bajar cuidadosamente, agarrándome a tubos, cables y todo a mi alcance, hasta descender completamente hasta el suelo. Aún tenía algo de dinero del que Ailyn me había dado por la mañana, por lo que podría parar de camino a almorzar o a descansar. El instituto aún no estaba demasiado lejos y tenía buena memoria. Para mañana estaría de nuevo en el instituto y... Aizu y Yuuto volverían al siguiente día, pues se darían cuenta de que seguir a Ailyn no nos llevaría a ninguna parte.
Comencé a caminar por las calles atestadas de gente, intentando salir de la ciudad.
- Hikaru. -oí tras de mí, y al girarme, no pude ver nada-

***

- Haberme dicho que volara, ¡idiota! -gritó Yuuto a Ailyn mientras miraba hacia otro lado- Si me dices que salte, ¡pues yo salto y ya está! -continuó diciendo enfadado-
- Vale, vale, quizás no me entendisteis; desde esa altura a las únicas que no nos pasaría nada sería a mí y a Leo, porque yo estoy entrenada y Leo pertenece a una raza trepadora y fuerte; pero vosotros tenéis alas, ¡era lógico que las hubieseis usado! -dijo Ailyn defendiéndose-
Entró Leocadia y comenzó a calmarlos, haciendo que ambos se disculpasen por pelearse. Nos contó que Hika había despertado y me levanté animada. Ya no me dolía nada.
- Aizu, deberías descansar. -me aconsejó Yuuto, pero no le hice caso-
- Quiero ir a ver cómo está Hikaru. ¡Seguro que un poco de compañía le vendría bien! -dije sonriendo mientras abría la puerta e iba a su habitación-

***

De pronto entró Aizu tan pálida como la nieve.
- Hikaru no está. -sentenció en el silencio-

viernes, 23 de abril de 2010

19. ~Capítulo 18: Estación de paso~

- ¡A buenas horas llegáis! -grité con ánimo al ver entrar a Yuuto y a las chicas por la puerta de la taberna- ¡Pero qué ven mis ojos! ¡Si estáis todos geniales! -seguí gritando mientras me levantaba para que nos vieran a Hikaru y a mí-
Yuuto se acercó avergonzado y cogió una silla, sentándose al lado de la ventana mientras me miraba de reojo.
- ¿Podrías ser más discreta? -me dijo casi en un susurro con tono de enfado-
- Vamos, no me digas que te da vergüenza que te miren... -reí-
Aizu y Leo se acercaron algo sonrojadas, aunque sonriendo abiertamente. Se veían geniales con esa nueva ropa y sin lugar a dudas, Susan y Harry le habían dado buenas prendas y... Buenas armas.
- Vaya, chicas, no esperaba menos de vuestro gusto. -dije cruzando mis manos en la mesa- Aizu ha escogido el poder de la magia, -musité con tranquilidad mientras observababa el resplandor de una esmeralda bajo el pañuelo que llevaba Aizu en el cuello- y Leo ha escogido algo sencillo, dagas; pero creo no equivocarme al decir que también las dagas contienen la misma piedra que Aizu porta. -musité mirando uno de los bolsillos de la capa de Leo-
- Eres buena observadora, Ailyn. -dijo Leocadia mientras sacaba las dagas- Cada una porta una piedrecita igual que la que Aizu lleva escondida bajo el pañuelo. Supongo que sabrás de sobra su funcionamiento, por lo que paso de contarte historias... -rió-
- Pero Aizu, ¿sólo has escogido la piedra? -pregunté sorprendida al percatarme de lo que ocurría-
- Sí -dijo Aizu segura de sí misma mientras se ponía bien el pañuelo-
- ¿¡Pero estás loca!? -dije casi en un grito mientras apretaba los puños- La piedra te quitaría la energía del cuerpo, no te dejaría continuar... ¡Cuando tengas que luchar y la utilices, no podrás siquiera caminar! -dije enfadada mientras un silencio helador comenzaba a poblar la taberna-
Todos se callaron mirándome fijamente hasta que Yuuto me dio un golpe en la cabeza.
- Mujer, no te pongas así por un juego de mesa; ya ganarás en otra ocasión... -dijo casi gritando para que toda la taberna lo escuchara-
De pronto todos volvieron a conversar acaloradamente, a reír y a seguir a lo suyo; llenando de nuevo la taberna de sonido.
- Recuerda que no estamos solos, idiota. -me regañó Yuuto mirándome enojado-
- Sí... Lo siento, es que no podía creer que Aizu no fuese a escoger otra arma... ¡Así no podrá luchar! -dije bajando la voz-
- Me da igual. -dijo Aizu de repente desviando la mirada hacia la ventana- No quiero luchar, no quiero matar a nadie, simplemente no quiero usar ningún arma. -explicó con calma sin desviar su mirada de la ventana-
- Aizu, no vamos de excursión. -dije tras unos segundos- Vamos a Luonessi, está muy, muy lejos. Es la raíz del mundo. Es el por qué de todo. E ir hasta allí no nos será fácil. Muchos intentarán pararnos. Muchos intentarán hacernos daño y robar lo que quieren... Aizu, vas a luchar y matar. -dije mientras la miraba con ferocidad- Si no estás preparada, quédate. Estás a tiempo.
Entre nosotros se hizo el silencio; ni los gritos y el alboroto de la gente pudo ser audible en nuestra mesa.
- Iré. -dijo Aizu de repente tras unos segundos de silencio mientras giraba la cabeza mirándome profundamente, penetrando en lo más profundo de mi ser-
Estuvimos callados durante un rato, hasta que llegó el joven que nos había servido antes.
- Buenas, ¿qué les pongo a vuestros nuevos acompañantes? -preguntó mirando sin vergüenza a Aizu de arriba a abajo-
- Pues mira, chaval, quiero un zumo de naranja, bien ácido. -dijo Yuuto mientras ponía su brazo derecho en los hombros de Aizu, abrazándola- También quiero un bocadillo de queso. -añadió secamente mientras le fulminaba con la mirada-
El chico miró a Yuuto haciendo una mueca y pude vislumbrar en su mirada un destello de odio hacia el mismo.
- ¿Y las señoritas? -inquirió el muchacho dirigiendo su mirada a Leo, evitando mirar a Aizu para no encontrarse con la molesta mirada de Yuuto-
- Póngame... Una bebida de piña y mango. -dijo Leo con una sonrisa picarona, típica de ella- Y de comer... ¿Tenéis algo más aparte de los bocadillos? -preguntó cruzándose de piernas-
- S-sí, tenemos merluza empanada y-y croquetas de mar y-y filetes de ternera con... -musitó el chaval sonrojado mientras apartaba su mirada de las piernas de Leocadia-
- Póngame un plato de croquetas, pero grande; para toda la mesa. -dijo Leocadia interrumpiéndole mientras recorría con su mirada cada uno de nuestros rostros-
- En-entonces... ¿Un plato para todos, verdad? -dijo el muchacho aún sonrojado mientras apuntaba en su libreta apresuradamente el pedido de Leo- ¿Y para la otra señorita? -preguntó mirando a Aizu, esta vez sin mucho interés-
- ¡Lo mismo de beber que a Leo! ¡Piña y mango! -dijo ilusionada Aizu mientras se quitaba a Yuuto de encima- Y quiero merluza empanada de esa... -dijo con una sonrisa-
El chico lo apuntó y se marchó de nuevo a la barra, no antes sin mirar pícaramente a Leocadia y guiñarle un ojo.
- Leo, ¿se puede saber a qué ha venido ese espectáculo? -pregunté mientras comenzaba a reír- ¿Te gusta seducir así a los hombres? -seguí riendo a carcajadas-
- Más o menos, -rió ella mientras se ponía bien la capa y me quitaba mi vaso de refresco, dándole un buen sorbo- es divertido y además, a veces, puedo sacar algo de provecho con esto. -rió-
- ¿Provecho? -pregunté quitándole mi vaso de la mano-
- Sí, sí, ya sabes... -dijo cruzándose de manos- Me invitan a cenar, me dejan dormir en su casa creyendo que podrán tocarme esa noche... Los hombres son muy manejables. -rió- Pero en la vida he dejado que me toque un cerdo de esos. -continuó riendo mientras miraba hacia la barra, encontrándose con la mirada del chico- Menos mal que desde aquí no nos escucha. -rió una vez más mientras le guiñaba un ojo y volvía a mirarme- Te podría enseñar cómo aprovecharte de un hombre... ¿Sabes? -suspiró- Muchas, por envidia y demás, me decían que era prostituta por coquetear con los hombres y esas cosas pero... -negó con la cabeza irónicamente- No me conocen. Lo único que hago es hacerles ilusiones. Sí, existe otro nombre horrible que muchos dirían que define lo que hago... Calienta...
- Ya, ya... -la interrumpí- Y siento decirte que estoy con quién lo afirme. -reí- Es un poco cruel por tu parte, ¿no crees?
- No conoces a los hombres, Ailyn. -rió ella con ganas- Todos son unos cerdos, y si sacamos carnes de los cerdos; obtenemos comida. Hago lo mismo con ellos. -sonrió- Me aprovecho de su sencillez y la utilizo a mi beneficio. Que cada uno me llame como quiera, ya sabes el dicho, "llámame tonto pero dame pan" -rió-

***

Por un momento odié a Leocadia. Se había comportado como cuando la conocí en el restaurante. ¿Yo era otro de esos cerdos? Genial.
- ¿Y siempre lo hacías cuando estabas en el restaurante? -preguntó Ailyn divertida-
- Bueno, no siempre... Oye, ¿cómo sabes lo del restaurante...? -preguntó Leocadia intrigada-
- Bueno, me lo han contado. -explicó Ailyn- ¿Nunca te has planteado tener una relación seria con algún hombre? No sé, se te ve alegre y estás de buen ver, algún chaval te habrá propuesto algo... -dijo Ailyn con un movimiento de cejas-
- Sinceramente... No, nadie me ha propuesto nada jamás. -dijo Leocadia con una sonrisa en la que atisbé un destello de tristeza- Por eso te digo que los tíos son unos cerdos... ¡Sólo te quieren para lo que te quieren! ¡Nada de relaciones serias! -suspiró- Por eso mismo me gusta hacerles eso, porque me encanta su decepción y eso... -se apoyó inocentemente sobre su mano- Llámame cruel, pero es mejor que ser tan idiota como para enamorarse de un idiota así...
- Vamos, no todos los hombres son así. -intervino de repente Aizu mientras me miraba de reojo y luego miraba a Hikaru- Te pondré los dos ejemplos que tienes delante. -rió- Mi hermano es muy agradable, simpático, protector... Aunque admitamos que a veces es un malhumorado. -rió mientras le miraba despectivamente- Y Hikaru es un sol, es muy amable, amistoso, gracioso... Aunque también admitamos por su parte que es un vergonzoso en toda regla. -rió ella de nuevo mientras Hikaru imitaba mi mirada hacia ella- Y claro, también cabe decir que... ¡Los dos son guapísimos! -dijo de pronto con ánimo, sin que ni Hikaru ni yo lo esperáramos-
Aizu, Ailyn y Leocadia comenzaron a reír al ver la expresión que se nos había quedado a Hikaru y a mí y Leocadia, que estaba sentada junto a mí, me golpeó la cabeza con los nudillos de sus dedos.
- No lo decía por este par de engendros. -rió- Seguro que ellos son los únicos hombres en todo el mundo que valen la pena realmente... -siguió riendo- Además... ¡Se me acaba de ocurrir una cosa! -dijo riendo a carcajadas-

***

El muchacho comenzó a acercarse a nuestra mesa y rápidamente cambié el sitio a Ailyn; ella se puso junto a Yuuto y yo en su lugar, junto a Hikaru. Cuando el chaval comenzó a acercarse más a nuestra mesa rodeé a Hikaru con mi brazo, apoyando mi cabeza en su hombro. Pude oír la respiración entrecortada de Aizu, aguantando la risa, y también comprobé cómo Ailyn tenía los ojos tan colorados que le iban a explotar.
- Aquí tienen su... -dijo el chico dejando la comida en la mesa, mirándome con decepción mientras yo le miraba haciendo muecas- Aquí tienen su comida, espero que les sea de su agrado. -dijo mientras se volvía para marcharse, alejándose tristemente-
Tras mi número Ailyn, Aizu y yo comenzamos a reír a carcajadas, mientras que Yuuto y Hikaru nos miraban algo enfadados.
- Pues yo no le veo la gracia. -dijo Hikaru interrumpiendo nuestras risas mientras se apoyaba en la mesa-
- Bah, no lo entenderéis nunca... -reí mientras comenzaba a comer-
Estuvimos charlando sin llegar a hablar de nada importante, comencé a sentirme mal, pues tanto Hikaru como Yuuto parecían molestos, aunque Ailyn y Aizu seguían riendo. Pronto terminamos de cenar y Ailyn fue a pagar el consumo. El tabernero nos mostró las escaleras que conducían a nuestros dormitorios y fuimos hacia ellos, parándonos en el pasillo para decidir quién dormiría con quién.
- Bueno, chicos, yo necesito dormir sola. -dijo Ailyn entrando a una de las habitaciones- Buenas noches. -dijo secamente mientras se despedía con la mano sonriendo y cerraba la puerta-
- Entonces... -dije mirando a Aizu- ¿Dormimos nosotras...?
- Aizu y yo dormimos juntos. -me interrumpió Yuuto mientras me miraba sin ninguna expresión en el rostro- Podría ser que esta noche nos atacasen y no quiero estar lejos de mi hermana. -explicó mientras miraba a Aizu- ¿Te parece?
- ¡Vale! -dijo ésta alegremente mientras miraba a Hikaru- ¿Pero entonces ellos tendrán que dormir juntos? -preguntó arqueando una ceja-
- No importa, Aizu. -dijo Hikaru- Ya he superado eso de ser tan tímido, y además Yuuto tiene razón, debes estar con él. -dijo animádamente Hikaru mientras me cogía de la muñeca y me llevaba hacia una de las habitaciones- ¡Buenas noches, chicos! -dijo mientras entrábamos en la habitación y cerraba la puerta con fuerza-
Él se dejó caer al suelo, apoyado en la puerta, soltando mi muñeca y mirando al suelo.
- Leo, deberías pedir perdón a Yuuto. -dijo de repente tras unos segundos de silencio-
- ¿Qué? -pregunté sorprendida- ¿Pero qué he hecho? -dije molesta-
- Llamarlo cerdo. -suspiró mirándome-
- ¿Qué dices? -dije enfadada- ¡Yo no le he dicho eso!

***

- ¡Idiota! -dije riendo- ¡Ella no se refería a ti! -dije con una sonrisa-
- ¿Entonces por qué se ha comportado como en el restaurante? -preguntó Yuuto desganado, tumbado perezosamente sobre la cama-
- ¿No la has escuchado antes? Dijo que no siempre se comporta de esa manera y que no todos los hombres son así; además dijo que tú y Hikaru seríais los únicos que valéis la pena en el mundo... -le dije mientras me tumbaba en la otra cama-
- ¿Tienes pruebas de que se comportase de otra forma en el restaurante? -dijo él mirándome con los ojos entrecerrados-
- No, ¿y tú tienes pruebas de que te mirara con las mismas intenciones que con ese chico? -dije con mala cara-
Ambos suspiramos y él se echó a reír.
- Mira que tomarme tan a pecho una tontería así... No importa, de todos modos somos amigos, si en su día me miró así o no... No es algo que le pueda echar hoy en cara. -suspiró mientras destapaba la cama torpemente y se acurrucaba-
- Tsé, los hombres os tomáis las palabras de las mujeres tan a pecho que... -reí- Bueno, buenas noches. -suspiré-
Comencé a dormirme cuando de repente Yuuto comenzó a llamarme.
- ¿Qué quieres pesado? -pregunté enojada-
- ¿Te suena de algo Luonessi? -preguntó en voz baja-
- ¿Luoqué? -pregunté mientras intentaba salir de mis sueños- Ah, el lugar al que vamos... Ni idea, pero no pregunté dónde estaba porque no quería parecer inculta... -Yuuto rió a mi respuesta y suspiró-
- Mañana lo averiguaremos... -suspiró- Buenas noches, Aizu.

***

Y de repente, a lo lejos, cómo si de un espíritu se tratase, comenzamos a oír un leve llanto. Un llanto helador, desgarrador. Un llanto sin consuelo. El llanto de una persona que ha hecho algo imperdonable.

jueves, 22 de abril de 2010

18. ~Capítulo 17: Gurren Galya~

Llegamos a una posada de las afueras de la ciudad. No parecía muy lujosa, pero sí acogedora. Entramos y Ailyn se acercó al posadero. Tras negociar el precio para tres habitaciones, sacó un monedero y le dio once Lyras.Se acercó a una mesa y se sentó, volviendo después su mirada hacia mí.
- Siéntate, Hikaru. Le he dejado a Yuuto un mapa hacia aquí, no creo que tarden mucho en llegar. -me dijo con una sonrisa-
Me senté junto a ella. Pronto llegó el posadero y nos preguntó qué queríamos para comer. Sus modales no eran, ni mucho menos, como los que tuvo Leocadia en su restaurante; el posadero era un hombre entrado en años, con barba y una barriga prominente, pero era muy simpático. Parecía llevarse bien con los clientes que tenía por allí, fuesen quienes fuesen.
- Pues yo quiero un refresco de naranja y un bocadillo de bacon con queso. -dijo jovialmente Ailyn-
- Yo... Eh... Quiero... -musité pensativo-
- Hay bocadillos de casi todo, muchacho. ¿Te gusta la carne? -dijo el posadero abiertamente-
- Sí; pues mire, quiero un refresco de limón y un bocadillo de lo mismo que mi compañera. -dije sonriendo-
- Entendido, muchachos. Dentro de nada tendréis aquí vuestra comida.
- Vale, y por favor, cuando vuelvan nuestros amigos, ¿podría pasarse de nuevo para pedir su comida? -preguntó Ailyn mientras se cruzaba de piernas-
- Claro, jovencita. Después me paso. -dijo mientras se marchaba a la barra y comenzaba a reír con un par de hombres de allí-
Ailyn suspiró y se apoyó en la mesa, mirando por la ventana que tenía a su lado.
- Siempre acabo sentado al lado de una ventana... -susurré para mí mismo-
- ¿Eh? -musitó Ailyn mientras me miraba soltando una risita- ¿Al lado de la ventana?
- Sí, antes de que pasara todo esto... Fuimos a un restaurante, donde conocimos a Leocadia; y nos sentamos junto a la ventana. -expliqué mientras miraba por la ventana la calle oscura, apenas sin luz- Pero esa ventana era tan distinta... La ciudad se veía tan alegre, y esto tan... Solitario. -suspiré-
- Te equivocas. -murmuró Ailyn-
- ¿Cómo? -pregunté extrañado-
- La ciudad se vería alegre, pero en realidad es mucho más solitario que todo esto. -sonrió con lástima- Mira a tu alrededor. Hombres charlando y riendo con el posadero, casados riendo junto a sus amigos mientras toman una copa; chicos intentando ligar con mujeres solteras... Aquí todo es distinto. Es como si el aire que se respira, aunque esté cargado, sea puro. -respiró profundamente- No te das cuenta, pero aquí nadie simula estar feliz o triste; simplemente, lo están. En la ciudad todos simulaban ser felices pero... Nadie está contento consigo mismo.
- ¿Cómo que no están contentos? Pero si la ciudad es preciosa y...
- Son egoístas, Yuuto. -me interrumpió con frialdad- Nadie piensa en nadie, solamente en sí mismos. -suspiró- Si un niño se cae y llora, nadie le ayuda y se levanta solo. Si un mendigo está al borde de la muerte porque no tiene comida, nadie le da comida o dinero para que coma. Todos desean lo mismo: dinero, fama y popularidad. -rió irónicamente-
- Pero... ¡Leocadia es el ejemplo de que no todos en la ciudad son así! -interrumpí enojado-
- ¿Sabes por qué Leocadia no es así? -me dijo volviendo a mirar por la ventana- Porque ella ha sufrido por los ciudadanos, por esos seres egoístas. Alguien que ha sufrido por esos egoístas arrogantes, nunca se convertirá en egoísta arrogante; al menos si no hay razones suficientes como para hacer eso...
- ¿A qué razones te refieres? -interrumpí-
- Familia. -respondió ella mirándome fijamente-
Un hombre un poco mayor que nosotros llegó con las bebidas y las sirvió en la mesa, informándonos de que la comida llegaría ya mismo.
- Oye, ¿a dónde vamos? -pregunté aprovechando la intrusión del chico para cambiar de tema-
- Pues a un lugar al que nunca has ido. -dijo ella como si hubiera dicho un acertijo-
- ¿La dimensión de dónde procede Yuuto y Aizu? -pregunté temeroso-
- No, idiota. -dijo riendo- Si os llevara allí Aizu y Yuuto no volverían. Os llevo a un lugar distinto.
- Pero, ¿a dónde? -pregunté resignado mientras bebía un poco-
- A Luonessi. -contestó ella mientras me imitaba-

***

Le di mi chaqueta a Aizu y fui hacia Ailyn y Hikaru, que decían irse a una posada fuera de la ciudad.
- Pero, Ailyn, ¿cómo llegaremos nosotros si no sabemos donde está la posada? -pregunté con mala cara-
- Idiota, te he hecho un mapa. -dijo Ailyn riendo- No soy tan estúpida como para no darme cuenta de ese detalle. -sonrió mientras me daba el mapa y una brújula- ¿Sabrás guiarte?
- Claro, ya he utilizado este método muchas veces. -dije sonriendo con picardía-
- Me alegro, chaval. -contestó Ailyn mirando a otro lado, ignorando mi cara-
Hikaru y Ailyn marcharon por un camino escondido entres los árboles de detrás del hospital y volví con Aizu y Leocadia, que estaban a unos metros, escondidas tras unas cajas que había en la parte de atrás del hospital.
- Chicas, ¿estáis listas para ir a comprar eso? -preguntó sin acercarme, temiendo encontrarme a Leocadia desnuda-
- ¡Sí! -dijeron ambas a dúo mientras salían de detrás de las cajas. Por suerte mi chaqueta era larga y le estaba un poco grande a Leocadia, por lo que le tapaba hasta casi las rodillas-
- ¿Tienes frío? -pregunté preocupado mientras me acercaba a ellas-
- Bah, no te preocupes. -dijo Leocadia animadamente mientras daba una vuelta animada- Tu chaqueta es calentita. Seguro que te costó un ojo de la cara... -rió-
- Anda, dejaros de tonterías que tenemos prisa. -dije suspirando con una sonrisa mientras miraba a ambas- Aizu, ¿podrías guardar tú el dinero que me ha dado Ailyn? -dije dándole un monedero-
Aizu guardó el monedero en un bolsillo de su camiseta y comenzamos a caminar hacia la parte este de la ciudad.
- Ailyn me ha dicho que vayamos a una tienda llamada "Gurren Galya" -comenté mientras miraba al cielo distraído- Dice que allí venden ropa y... Bueno, que los dueños son amigos suyos y nos enseñarán unas prendas muy especiales. Solamente me ha dicho que le enseñe su monedero... -suspiró- La verdad, no sé dónde nos hemos metido, pero será mejor hacer caso de la vampiresa esa... -añadí con mala cara-
- Vamos, parece ser buena chica. -dijo Aizu- Salvó a Leo y a Hika, ¡y también te ayudó a ti! -dijo con ánimo-
- Ya pero... Me parece un poco arrogante. No sé, esa forma de hablar, o esa manía de saber el significado de cada nombre... ¡Es una engreída! -dije de nuevo haciendo muecas-
Aizu y Leocadia rieron y negaron que fuese una engreída; quizás solo fuese que no me gustaban las chicas tan "sabelotodo"...
- Yuuto, ¿cómo es que Hikaru se recuperó tan rápido cuando Ailyn puso su mano en su cabeza? -preguntó de repente Aizu-
- ¿Eh...? Pues... No sé... Quizás sepa algún tipo de magia, o algo de eso... -dije pensativo-
- Podría ser, o quizás venga de un sitio donde la tecnología esté más avanzada y enseñen a hacer cosas así... -sugirió Leocadia mientras cogía la mano de Aizu y la levantaba- Pero sea lo que sea, ayudó a Hikaru, y tendremos que agradecérselo. -dijo con una sonrisa mientras miraba a Aizu-
- ¡Claro! -dijo Aizu mientras abrazaba a Leocadia y comenzaban a reír ellas dos solitas-
Sinceramente, no entiendo a las mujeres. ¿Cómo pueden reír tan despreocupadamente después de lo que había pasado? Supongo que no se darían cuenta de la situación o... Que estaban fingiendo para no preocuparme.
- ¡ARG! ¿¡Pero acaso me creo el centro del mundo!? ¿¡Por qué iban a fingir para no preocupar...!? -grité inconscientemente- Eh...
- ¿Qué...? -dijeron ambas a dúo una vez más mientras me miraban con extrañeza- ¿Qué dices, Yuuto?
- Eh... Oh, nada, nada, sólo estaba pensando en voz alta... -me excusé torpemente mientras comenzaba a caminar más deprisa-
Ellas volvieron a reírse, pero esta vez de la estupidez que acababa de hacer.
El camino no se hizo tan largo, charlando con ellas se paso rápido, al fin y al cabo. Llegamos a la tienda y entramos, encontrándola vacía.
- Eh... ¿Hola? -pregunté en el silencio de la sala-
- ¿Eh? ¿Clientes? -se oyó a lo lejos detrás de una puerta- Oh, ¡Buenas! -dijo una mujer tras abrir la puerta con nerviosismo- Lo siento, estaba ordenando unas prendas que han llegado nuevas... ¿Qué desean? -dijo con una sonrisa-
- Bueno... -dijo Aizu sacando el monedero- ¿Conoce a...? -preguntó mostrándole el monedero-
- Ailyn... -dijo ella tras ver el monedero mientras sonreía- Me alegra saber que está bien. -suspiró- Bien, pasad por aquí, por favor. -inquirió energéticamente mientras abría la puerta-
Entramos y nos encontramos con millones de cajas apiladas alrededor de la habitación. La habitación era enorme y había muchas prendas puestas en las paredes, colgadas de perchas.
- Venid por aquí, chicos. -dijo la mujer mientras caminaba hacia un montón de cajas y las echaba a un lado. Detrás había una puerta, un poco más pequeña que una normal; la mujer metió una llave en la cerradura y la abrió. No entendí cómo pudo dejar pasar así a unos desconocidos, pero entramos a la habitación. Ésta era algo más pequeña que la habitación anterior, pero tenía más o menos el mismo número de cajas apiladas.
- Ahora... Decidme vuestros nombres. -dijo con frialdad-
- Yo soy Yuuto; ella es mi hermana pequeña, Aizu; -dije señalándola- y ella es Leocadia, una amiga. -contesté firmemente-
- Veamos si es cierto... -dijo ella arrebatándole el monedero a Aizu. Abrió el monedero y abrió un bolsillo oculto dentro de él-
- ¿Eh? ¿Y esa nota? -pregunté sorprendido al ver que la mujer sacaba un papelito del bolsillo-
- "Buenas, Susan. Te mando a Yuuto, Leocadia y Aizu para que les des lo que necesitan. Llevan dinero de sobra, pero como buen negocio que lleváis tú y tu marido, no le cobréis más de lo que necesario, ¡que nos conocemos! Bueno, me gustaría que les enseñaras el armamento necesario para estar fuera mucho, mucho tiempo. Ya sabes a lo que me refiero. Te mando a dos alados robóticos y a una gyokelly. Seguro que llevas mucho sin recibir a gyokellys, así que aprovecha y enséñale las mejores armas y el modo de utilizarlas. Lo mismo te digo con mis alados, es la raza típica de Hyllie, pero estos son especiales, no son como todos los egoístas de por allí; dale lo mejor que tengas, por favor. En fin, quiero que sepas que me sé cuidar solita y que estoy bien. Llevamos muchos sin vernos, seguro que si me vieses no me reconocerías... Bueno, no me enrollo más. Saludos para ti y tu marido, ¡hasta pronto! ~Ailyn." -leyó la mujer en voz alta-
- ¿Cómo ha escrito todo eso en un papel tan minúculo? -pensé mientras la mujer dejaba la nota en una mesa cercana-
- Bueno, me alegra que conozcáis a Ailyn y que seáis sus conocidos. Es muy buena chica. -dijo mientras volvía a acercarse a nosotros- En fin, ¿qué necesitáis, desde un principio?
- Ropa. -dijo Leocadia señalándose-
- Acaso... ¿No llevas nada debajo, muchacha? -dijo la mujer preocupada mientras se acercaba a ella- Tú debes ser la gyokelly... ¡Cuánto llevo yo sin recibir clientes de esta raza! -dijo alegremente mientras la cogía de la mano- Yuuto, ahora vendrá mi marido a encargarse de vosotros, ¿os importa esperar unos minutitos? -dijo la mujer con una gran sonrisa-
- Por supuesto que no, señora. -contesté devolviéndole la sonrisa-
- No me llames señora, llámame Susan. -dijo con jovialidad mientras desaparecía con Leocadia por un pasillo en el rincón de la habitación-
La mujer me había parecido de lo más agradable; era una mujer de unos cuarenta y tantos años, no era delgada, pero tampoco demasiado gorda. Se movía con mucha agilidad y parecía cariñosa. Me pregunté qué relación tendría con una chica como Ailyn, pero no me atreví a preguntarlo siquiera en voz alta. Aizu estaba mirando las cajas; había mucha ropa, más de la que uno podría ponerse en toda su vida. Ella se veía feliz mientras cogía alguna falda o camisa y se la probaba, y aunque le dijera que no estaba bien hacer eso, ella seguía sin hacerme caso.
- Buenas, chicos. -se oyó la voz de un hombre tras la puerta- Susan me ha dicho que conocéis a Ailyn, así que os daré lo mejor que tenemos... -dijo con jovialidad mientras entraba por la puerta-
El hombre aparentaba tener la misma edad que su mujer, pero era más alto y delgado. Tenía una graciosa perilla que le hacía una cara alegre. Leyó la nota de Ailyn y se giró hacia nosotros.
- Entonces, sois Yuuto y Aizu, ¿verdad? -preguntó mientras se dirigía a unas cajas cerca del pasillo por donde marcharon Susan y Leocadia- Yo soy Harry, padre de Ailyn. -dijo mientras cogía una caja y la abría, buscando algo dentro-
- ¿Padre? -pregunté sorprendido- ¿Entonces usted es un vampiro? -dije inconscientemente-
- No, no, no... -dijo el hombre riendo- Susan y yo la criamos desde pequeña. Es la hija que nunca tuvimos, qué extraño que mi mujer no os haya dicho nada... -comentó para sí mismo- Seguramente le emocionaría el tener a un gyokelly de nuevo. -rió- Ah, aquí está. -musitó cogiendo una falda de color grisáceo-
- ¿Y por qué es tan emocionante tener a un gyokelly, Harry? -preguntó Aizu acercándose al hombre-
- Verás, Susan tuvo una amiga gyokelly cuando Ailyn era pequeña. Eran uña y carne, y siempre ayudaba a Susan con el negocio y Ailyn. Eran como hermanas, pero un día tuvo que marcharse. -suspiró- Se fue de nuevo a su país, lejos de aquí y le dejó a Susan el monedero que le acabáis de enseñar. -dijo señalándolo en la mesa- Susan se lo entregó a Ailyn cuando creció, dijo que Ailyn era lo más preciado en su vida y que debía llevar lo más preciado de la familia... O algo así. Siempre me llevé muy bien con Shea, la amiga de Susan, era muy simpática y nos dolió muchísimo que tuviera que irse. -suspiró- Pero bueno, eso es una historia que no viene al caso. Aizu, toma. -dijo Harry mientras dejaba la falda en sus manos-
- Vaya, es muy bonita. -dijo Aizu sonriendo-
- Mira, te enseñaré el truco de esto, Aizu. -dijo el hombre poniéndose en pie mientras cogía la falda- Mira aquí, en el centro de la parte frontal. Arriba. -dijo señalando la cintura de la falda, en el centro- Fíjate, tócala.
Aizu le hizo caso y tocó esa zona. De pronto la falda crujió y los pliegues de ésta se volvieron puntiagudos, la falda parecía haberse vuelto dura y resistente, y su color grisáceo apagado se había convertido en un metálico brillante. En la zona que Aizu acababa de tocar apareció una especie de piedra de color azul, y a su alrededor un dibujo muy extraño.
- ¿Qué te parece? -sonrió el hombre- Es una falda 3FTG, viene de un país vecino, muy avanzado en tecnología. Cuando te veas en medio de un combate o en peligro, toca esa parte de la falda y aparecerá esto. Te protegerá, y además, si llegas a rozar al enemigo, le harás daño con la punta de los pliegues, fíjate. -dijo cogiendo un cartón y pasándolo con suavidad por el pico de la falda. Ésta hizo un corte tan profundo que traspasó el cartón sin problemas- Es muy útil.
- ¿Y no me cortaré yo misma las piernas? -dijo con miedo-
- No, tranquila. Tiene un diseño que hace que no pueda hacerte daño a ti. Pero ten cuidado en no herir a tus compañeros, porque ese es el único peligro. -rió-
- Claro. -dijo de nuevo Aizu con una sonrisa-
El hombre siguió enseñándole ropa a Aizu, más faldas, pantalones que no ardían al contacto con el fuego, pantalones resistentes a golpes... Millones de cosas inimaginables; pero Aizu decidió quedarse con una falda parecida a la 3FTG, pero un poco distinta. No me llegué a enterar de su funcionamientos porque estaba pensando en mis cosas, pero ella parecía muy feliz de su elección. También se quedó con los pantalones que no ardían, pues dijo que ponerse falda sin nada debajo para un combate, era una idiotez -y yo pensaba lo mismo- y finalmente escogió una camiseta muy bonita, con una gema que cambiaba de color constantemente en el pecho. El hombre nos explicó que la gema podía proporcionarte magia, pero que no era muy recomendable usarla, solo en caso de emergencia. Explicó que para hacer magia la gema cogería energía del cuerpo que la llevara y, dependiendo del tipo de hechizo que lanzase, dejaría con más o menos energía a su dueño. Ellos comenzaron a charlar abiertamente sobre todas las prendas que anteriormente le había enseñado y mientras tanto, me senté en una caja mirando las ropas que había enseñado Harry a Aizu. Era increíble que cosas así existieran.

***

Susan me condujo a una habitación apartada de Yuuto y Aizu y comenzó a sacar cajas y cajas, quince, logré contar. No eran tantas en comparación a las habitaciones anteriores, pero igualmente, me parecían muchas. Ella tarareaba una canción pegadiza mientras iba abriendo las cajas en busca de algo desconocido.
- Bien, os daré las cosas imprescindibles para vuestro viaje, Leocadia. -me dijo de pronto sacando una bolsa con un estampado de huellas de una de las cajas-
Cogí la bolsa y la miré intrigada.
- Siéntate, ahí tienes una silla. -me ofreció señalándola. Le hice caso y me senté, mirándola aún con intriga- Esa bolsa puede contener muchas cosas, más de las que aparenta poder guardar. -dijo la mujer mientras seguía investigando en las cajas-
- ¿Es mágica o algo así? -pregunté-
- No, no, -rió- pero es muy espaciosa aunque no lo parezca. -sonrió levantando una caja mientras la llevaba hacia mí- Mira, ropa interior. -dijo de pronto soltando la caja en frente de mí-
- ¿Qué? -dije extrañada-
- No reacciones así, mujer -dijo Susan riendo- Quiero decir que escojas lo que quieras para ahora, y que cojas algo para tus compañeros. ¿Cuántos érais? -preguntó la mujer dirigiéndose hacia las cajas de nuevo-
- Ah, vale, ya lo entiendo. -reí- Bueno, vamos tres chicas y dos chicos. -dije mientras comenzaba a coger ropa de la caja y la guardaba en la bolsa. Después cogí lo que yo me pondría y lo puse en mi regazo- ¿Dónde puedo cambiarme? -pregunté dejando la bolsa junto a la silla-
La mujer me mostró un probador y siguió buscando ropa. Tras mucho, mucho tiempo eligiendo ropa, me decidí por un pantalón negro, aislante del  frío y el calor, irrompible por armas; una camiseta modesta de color blanco impermeable y unas botas blancas, no muy altas, con punta y suela de acero. Susan me comentó que no tenía mucha ropa para una raza tan buena como la mía, pero que había hecho una buena elección. Finalmente me dió dos capas. Una capa de color carmesí con multitud de bolsillos ocultos y otra de color dorado apagado.
- ¿Y esto? -pregunté mientras las cogía-
- Por favor, dale la carmesí a Ailyn y quédate la dorada. -dijo la mujer con una gran sonrisa mientras me dirigía a la silla- Siéntate.
Volví a sentarme y ella comenzó a peinarme, haciéndome una larga y preciosa trenza, recogida por un lazo dorado.
- Ese lazo da poder a los gyokellys. Cuando te quites la trenza para ducharte, o cuando decidas cambiar de peinado, guarda el lazo en tu bolsillo o ponlo en tu cuello. Pero no te separes de él. -dijo mientras comenzaba a guardar las cajas-
- Muchísimas gracias por todo, Susan. -dije levantándome mientras me ponía mi capa y guardaba la de Ailyn cuidadosamente en la bolsa-
- No las des, querida. -dijo la mujer con afecto-
No pude soportar el sentimiento de agradecimiento que tenía hacia la mujer y la abracé inconscientemente con cariño. Por segunda vez en mi vida, como me había sucedido con Yuuto, comprobé que había gente que no detestaba a mi raza.
- Vamos, seguro que tus amigos han terminado. -dijo la mujer mientras nos separábamos y volvíamos a la sala donde estaban Yuuto y Aizu-

***

- ¡Hala! ¡Yuuto! ¡Estás guapísimo! -dijo alegremente Aizu-
- Sí, te queda muy bien, chico. -dijo Harry mientras guardaba las cajas-
- Si vosotros lo decís... -musité avergonzado mientras me calzaba los zapatos-
Al final me había decidido por unos pantalones negros parecidos a los que llevaba Aizu, pero masculinos. Resistentes al fuego, agua y a armas como espadas, cuchillos y eso. Decidí quedarme con una camiseta negra de cuello vuelto sin mangas; Harry me contó que la había traído un mercader hacía más de cuatro años, y que él mismo había comprobado su resistencia a las armas de fuego. Después me dió una chaqueta negra, sencilla, con diversos bolsillos en la parte interior. Me dió unas cuantas piedras de colores y me dijo que las guardara en los bolsillos. Me explicó que las piedras daban poder, tanto físico como psíquico, y que era recomendable llevarlas siempre encima.
Nunca había tardado tanto en comprar ropa, seguramente porque nunca había comprado ropa pero bueno...
De repente aparecieron Susan y Leocadia. Leocadia, por cierto, irreconocible. Llevaba una trenza y una ropa que le favorecía muchísimo.
- Vaya, sí que estáis los dos guapos. -dijo Leocadia con alegría acercándose-
- Lo mismo digo de ti. -dijo Aizu sonriendo-
Yo me limité a asentir, pues no pude hablar; sí, odio a las hormonas masculinas.
Los dependientes nos llevaron a otra sala y allí nos enseñaron un arsenal inmenso de armas. Comenzaron a explicarnos el funcionamiento de cada una y las más apropiadas a cada raza. Sin lugar a dudas, ese matrimonio llevaba mucho tiempo ejerciendo esa profesión.

***

- Espero que no tarden mucho. -dijo Ailyn comiendo con ganas su bocadillo-
- No creo que les quede mucho para llegar. -dije sonriendo- Además, no se perderán, Yuuto sabe guiarse...
- No es miedo a que se pierdan... Sino a que nos encuentren ellos primero... -suspiró-
- ¿Quiénes? -pregunté curioso-
- Eres torpe, ¿eh? -rió- Los que nos persiguen.

viernes, 9 de abril de 2010

17. ~Capítulo 16: Lejos, muy lejos de aquí~

Tras dejar el cuerpo que Renné había poseído en una de las habitaciones del hospital, y aprovechando el paro del tiempo, rellené los papeles necesarios para simular que Renné llevaba ingresada unos días y escribí su enfermedad. Sabía que no iba a sobrevivir, pero sólo por si acaso, valía la pena dejarla en manos médicas.
Tras terminar de rellenar los papeles necesarios me colé a la secretaría o lo que fuera del hospital, entré esquivando a la gente paralizada y metí los papeles en su casillero correspondiente. También tenía ya práctica en hacer cosas así, por lo que no me costó mucho. Me disponía a salir del hospital cuando recordé que Renné, o más bien su cuerpo, seguía con mis marcas en el cuello; por lo que volví a la habitación para eliminarlas.
Al llegar y ver el cuerpo casi inerte de la chica que había poseído Renné me paralicé en la puerta, apoyada en el marco de la misma. Me quedé largo rato mirándola, observando su entrecortada, descompasada y lenta respiración. Comencé a notar una gran presión en el pecho, un dolor que se intensificaba poco a poco desde la zona del corazón hacia mi cabeza; pero antes de que el dolor se prolongara sacudí la cabeza, intentando olvidar el dolor que me recorría todo el cuerpo, intentándolo sin resultado.
Seguí acercándome a la chica en la camilla, su piel estaba casi tan clara como la nieve y esto hacía que imágenes horribles aparecieran en mi mente. Las marcas de sangre del cuello resaltaban demasiado en el blanco de su piel, tanto, que apenas podías fijarte en las marcas de mis colmillos, situadas en la misma zona. Busqué en mi bolso algo para limpiar la sangre y encontré un trozo de tela, si no me equivoco, de alguna de mis chaquetas ya inexistente. Ya sólo me quedaba un trago más en mi cantimplora, sin embargo, mojé el trozo de tela en mi último trago de agua y comencé a limpiar con suavidad la piel de la chica.
- De verdad... Ojalá... -susurré con tristeza- Ojalá volvieses a vivir. No es justo que alguien te quite la vida de esta forma... O más bien, que nosotras te la hayamos quitado... -susurré apretando los ojos mientras me detenía por un segundo- Pero... -suspiré haciendo una mueca mientras mis ojos comenzaban a brillar, cómo si de un momento a otro, una lágrima quisiera huir de mis ojos- Sobrevivirás... Vamos, tú puedes. -dije continuando con la limpieza.-
Una vez no quedó rastro de sangre en su cuello, saqué una pomada de mi bolso y se la puse con cuidado sobre la marca de mis colmillos. Poco a poco la marca fue desapareciendo hasta no quedar nada de ella, y tras ver mi trabajo cumplido, comencé a caminar hacia la salida de la habitación, intentando no volver la mirada; pero la volví. Su cabello castaño pálido, sus labios resecos, su delgado y sencillo cuerpo, su piel tan pálida, la expresión de su rostro... Todo eso, y los pensamientos aterradores de mi mente, me obligaron a salir corriendo de allí. Corrí por los pasillos hasta que tropecé y caí al suelo; las lágrimas resbalaban desde mis mejillas hasta el suelo. Intenté levantarme pero me vi sin fuerzas y tan sólo pude arrastrarme hasta la pared, apoyándome en ella. Me acurruqué y escondí mi rostro en mis manos. Sentía el sabor salado de mis lágrimas en la boca, sentía el pecho dolorido, sentía que la cabeza me iba a explotar; y en cierto modo eso me confortaría.
- Renné... -susurré entre sollozos- ¡Renné! ¡¡Renné!! -grité desesperada entre sollozos- ¿Por qué...? ¿Por qué tuvo que ser así...? ¿Por qué todo ha sucedido así...? -murmuré apartando las manos de mi cara y visualizándolas en mi mente llenas de sangre- He... He matado... He... Matado a mi propia hermana... ¡He matado a mi propia hermana! -grité de nuevo llena de horror y desesperación mientras comenzaba a abofetearme- ¡Era mi hermana! ¡Era Renné! ¡Renné! ¡Por qué...! -grité, aunque lo último con menos fuerza, pues apenas podía hablar- Todo... Todo esto ha ocurrido porque... Ellos lo... Quisieron así... -suspiré mientras notaba mis lágrimas caer aún con desesperación- Pero no me quedaba otra... Ella iba a matar... -susurré mientras mi expresión era aún más desesperada- No puedo excusarme... No existen excusas para matar a una persona así... ¡No existen excusas! -grité de nuevo escondiendo el rostro en mis piernas, abrazándome a ellas mientras seguía llorando-

---

Yuuto acarició mi cabeza y sentí un intenso dolor que me recorrió todo el costado, pero que desapareció en menos de un segundo. Se sentó a mi lado y me dejó apoyar mi cabeza en su regazo. Era la primera persona que había conocido que no se había asustado de mí y que, además, me había dejado apoyarme en él. En mi estado de Gyoke era enorme; a cuatro patas llegaba a algo más de la cintura de Yuuto, y él era alto; si me ponía a dos patas, cosa bastante difícil si no es por un ataque, medía casi el doble que él. Es por esto, y por mi dentadura, que a todos les daba miedo. Me sorprendió muchísimo que Yuuto no lo sintiese, habiéndome visto además tan agresiva.
De pronto sentí su cálida mano acariciándome la cabeza y el costado, y aunque al principio me dolió, después hizo que una comodidad placentera recorriera mi dolorido cuerpo.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? -musitó Yuuto de repente con una voz tranquilizadora-
- Claro, ¿qui-quieres que me quite de encima, verdad? -dije avergonzada mientras comenzaba a apartarme de él-
- No, no, ¡no es eso! -dijo Yuuto mientras volvía a coger con suavidad mi cabeza y la posaba en su regazo de nuevo- Verás es que... No sé tu nombre. -dijo mientras volvía a acariciarme-
- Tienes razón... -murmuré mientras suspiraba con ironía- Lo siento, se me había olvidado por completo ese detalle... -me levanté con pesadez, en parte porque no quería que Yuuto dejara de acariciarme, y en parte porque aún estaba dolorida. Me senté a su lado y le miré con una extraña sonrisa, pues en mi forma animal no sabía sonreír demasiado bien- Mi nombre es Leocadia. Encantada, Yuuto. -dije escuchando mi fea voz por primera vez- Por dios, ¿por qué no me has dicho que tengo esta voz de... Machorro? -dije riendo-
- Leocadia... Nunca había conocido a nadie con ese nombre -dijo Yuuto pensativo-
- Oye, a las chicas, para engatusarlas, se les suele decir algo cómo "qué bello nombre", o, "un nombre tan hermoso como la dueña del mismo" -le dije mientras le mirada de reojo y ambos comenzamos a reír-
- Lo siento, nunca se me han dado bien las mujeres. -confesó con tono dramático- Y... ¿Te importaría que te hiciera otras preguntas? -preguntó con mirada suplicante-
- Dispara, pero nada personal, que todos los chicos sois unos pervertidos. -dije en tono divertido mientras sentía que una de mis patas comenzaba a dolerme y hacía una mueca-
- Anda, bestia inmunda, échate de nuevo. -dijo Yuuto invitándome a seguir con la escena de antes; apoyé una vez más mi cabeza en su regazo y cerré los ojos. Se sentía bien estar con alguien que me aceptara en esa forma, realmente, se sentía bien.- ¿A qué raza perteneces? -preguntó Yuuto sin disimular su curiosidad-
- Gyokelly [<>]. -respondí abriendo levemente los ojos mientras volvía a sentir sus cálidas manos en mi lomo- Todos son confunden con la raza de "hombres lobo", todos creen que somos lobos, cuando no nos parecemos en casi nada. -suspiré- Pero en fin... Me parece que no conoces a nadie de mi especie, ¿me equivoco? -levanté levemente la cabeza y le miré, viendo cómo negaba con la cabeza- Bueno, entonces te lo explicaré... Porque hasta que aparezca nuestra querida vampiresa, tendremos que hacer algo. -reí sin ganas- Bueno, nuestra raza pertenece a un país lejano de aquí... Por eso no conocerás a nadie, aquí apenas quedamos Gyokellyanos; soy la única de sexo femenino en toda Hylie. Conozco a otros dos chicos de mi raza, uno trabajó conmigo en una botica hace tiempo, dos años o así; el otro era un anciano al que alquilé una casa hace tres o cuatro años... Por desgracia no pude pagar el alquiler y tuve que irme de aquella casa, aunque todo esto es otra historia. Digamos que sólo existimos nosotros tres, y lo tengo comprobado. Tanto ellos, como yo, nunca habíamos visto a nadie más de nuestra raza, y en los registros del ayuntamiento lo vi también hace un año... -musité pensativa-
- ¿Pero cuántos trabajos has tenido? -preguntó Yuuto sorprendido-
- Ah, digamos que... Tenía que cambiar de trabajo a menudo. Aunque en el restaurante llevo trabajando ya casi tres años. Empezó siendo un trabajo a tiempo parcial, pero últimamente se ha convertido en el único que tengo, o tenía. -respondí indiferente- Bueno, seguiré explicándote sobre mi raza. Aparentemente, en nuestra forma humana no se nos nota, podemos aparentar ser de raza humana corriente y nadie podría negarlo; pero podemos transformarnos en Gyokes, que es la forma en la que me ves ahora mismo. No siempre se puede elegir cuándo convertirse, a veces, en casos de mucho peligro, es espontáneo y nos convertimos así, sin esperarlo. Pero nuestros padres tienen casi la obligación de enseñarnos a controlar este extraño poder. -sonreí mientras volvía a cerrar los ojos- Al principio cuesta mucho aprender a manejar tu transformación y hasta te duele la cabeza de intentarlo... -reí- Recuerdo la de veces que mis padres se preocupaban por mí, porque siempre terminaba con unas jaquecas de competición. -reí- Pero me enseñaron realmente bien, sin embargo todos seguimos teniendo los instintos animales que nos poseen y en caso de peligro, nos autoconvertimos, para que lo entiendas. -expliqué abriendo los ojos con pereza para mirar al cielo distraídamente- Nuestra forma animal es una especie de mezcla entre lobo, gato, zorro y ardilla, aunque te parezca gracioso. -reí levemente- Aunque seguimos siendo un animal distinto, o una especie distinta. Tengo rasgos y habilidades de esos animales, pero aparte, rasgos y habilidades únicas en mi especie. Es una ventaja, aunque sinceramente, no me gusta ser tan grande en esta forma, no es una ventaja a la hora de esconderse o de atravesar caminos estrechos o con el techo bajo... -reí- Y supongo que eso es básicamente todo lo que sé de mi especie.
- Tiene que ser increíble... Ya sabes, eso de poder tener tantos sentidos... -dijo Yuuto ensimismado en mi historia-
- Vamos, no te creas que soy un especie de héroe que lo puede todo. -reí de nuevo mientras intentaba ponerme en pie- Debería de ir acostumbrándome a caminar un poco, que no me viene bien estar tanto tiempo sin moverme, y más teniendo el cuerpo como lo tengo... -suspiré-
- Espera, ya te ayudo yo... -dijo Yuuto poniéndose en pie mientras me cogía por el pecho y me ayudaba a ponerme de pie-
- Gra-gracias, pero en serio, t-tengo que hacerlo sola. -dije torpemente mientras me apartaba de él y estiraba las patas-
- Oye, ¿cuándo despertaran Hikaru y Aizu? -preguntó Yuuto preocupado-
- ¿Ese es el tema que te ha tenido tan pensativo...? -pregunté con una pícara sonrisa- A veces me pregunto si Hikaru y tú sois más que amigos... -bromeé mirándole con picardía-
- ¡No digas esas cosas! -dijo Yuuto riendo- ¿Yo? ¿Con ese enano? ¡No me hagas reír! -dijo haciéndose el ofendido- Pero en serio, deberían despertarse... No he visto nunca a nadie que duerma más que ellos...
- Oye, -dije interrumpiéndole mientras miraba a mi alrededor- ¿cómo es que el tiempo se ha detenido? -pregunté atónita-
- Ni idea, será... Un trabajito de nuestra amiga la vampiresa misteriosa. -dijo Yuuto acercándose a Aizu- Aizu, despierta, hija, que llevas aquí tirada un buen rato... -dijo dándole en la mejilla con un dedo-
- Déjala descansar un poco, si eso... -comenté mientras caminaba hacia ellos, sintiendo cómo mis músculos se quejaban y me hacían sentir un fuerte dolor- Necesito correr un poco... Creo que así se me pasará antes el... Cansancio o lo que sea que tengo. -suspiré- ¿Te puedo dejar con ellos sin preocuparme?
- ¿A dónde se supone que vas? -preguntó él con cara de preocupación-
- Tranquilo, sólo voy a dar vueltas por aquí, como mucho me alejaré a 10 metros, no temas. -reí- No te dejaré tirado. -sonreí- Principalmente porque... -me quedé callada y le miré con una pequeña sonrisa- Oye, ¿sabes dónde puedo encontrar ropa de chica?
- ¿Q-qué...? -preguntó él de nuevo sorprendido-
- Verás, cuando me transformé, cómo fue un acto reflejo, desgarré la ropa y se fue volando, digamos... -sonreí torpemente- Y... Cuando vuelva a ser humana... Pues... Cómo comprenderás, necesitaré ropa, ¿lo captas? -dije poniendo mala cara mientras veía que Yuuto se comenzaba a sonrojar notablemente, a saber qué imaginaría- ¡No me mires así! ¡Só-sólo era una pregunta...! -reí divertida mientras comenzaba a correr por los alrededores- Sin duda debo encontrar qué ponerme o el pobre de Yuuto morirá desangrado... -susurré riéndome sola mientras corría-

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Salí del hospital tras estar casi 45 minutos dentro y vi al chico al que había salvado junto a Hikaru y a Aizu, mirando a la loba que corría velozmente; me sorprendió verla tan recuperada, al igual que el chico. Me acerqué y llamé su atención silvando, pues estaba de espaldas y no me había visto.
- Chicos, deberíamos irnos ya, aquí no nos queda nada más que hacer.
- ¿Eh? -dijo el chico sorprendido- ¿Irnos?
- Sí, tenemos un largo camino que recorrer... -suspiré- Por cierto, no me he presentado... -dije mientras veía a la loba acercarse y sentarse junto al chico- Mi nombre es Ailyn, soy vampiresa de clase 0A, para serviles. -dije haciendo una pequeña reverencia con una sonrisa jovial-
- Encantado, mi nombre es Yuuto. -dijo el chico moreno mientras hacía una pequeña reverencia-
- Yuuto... Es un nombre japonés, de otra dimensión, significa "tranquilo, apacible,inmenso, volar, valiente" y si tuviera una sola "u" significaría también "amable, agradable, cariñoso, afectuoso"... Es un bonito nombre. -sonreí mientras dirigía mi mirada hacia la loba- ¿Y tú eres...? -sonreí-
- Leocadia. Nombre griego, de otra dimensión, que significa "Aquella que guía o vela por su pueblo" o "Aquella que procede de Laucade"; por cierto, Laucade es una isla de blancas rocas. -dijo la loba haciendo una leve reverencia con la cabeza- Encantada.
- Encantada de conocerte, Leocadia. -sonreí- Me gusta ese nombre... Por cierto, el mío significa algo cómo "transparente, clara"; vamos que tampoco me va muy mal. -reí-
- Oye, siento ser cortante pero... ¿Cuándo despertarán Hikaru y Aizu? -preguntó Yuuto con preocupación-
- Tranquilo, tenemos prisa pero podemos pasar esta noche en esta ciudad, no creo que aquí nos sigan la pista... -sonreí-
- ¿Pista...? ¿Nos persigue alguien...? Y... ¿A dónde vamos? -preguntó Yuuto mientras miraba a Aizu a Hikaru-
- Tranquilo, conmigo no corréis peligro... Todavía. Despisté a los que debía despistar y... No hay de qué preocuparse por esta noche, eso sí, mañana salimos de aquí sin falta.
- ¿Hacia dónde? -preguntó de nuevo Yuuto; pude fijarme como Leocadia apoyaba su cabeza en la mano de éste, intentando darle fuerzas-
- Lejos, muy lejos de aquí.

martes, 6 de abril de 2010

16. ~Capítulo 15: Ataque y defensa~

No entendía nada. Hikaru estaba tirado en el suelo, apoyado en una farola, tenía la cara llena de rasguños y de polvo y parecía estar aún más confundido que yo; la chica que acababa de conocer, la camarera de la cual no recordaba el nombre, había desaparecido. Sólo podía ver ante mí a un lobo con rasgos felinos de color caramelo que estaba frente a Hikaru, pero haciendo frente a Reine. El lobo miraba a Reine con profundo odio y parecía… Proteger a Hikaru de ésta. Reine estaba frente al lobo, mirándolo temerosa; mientras que el lobo gruñía y le penetraba con la mirada.
-¡Reine! –grité mientras corría hacia ella-
-¡Aizu! ¡Detente! –gritó Yuuto tras de mí mientras comenzaba a correr detrás de mí- ¡El lobo podría lastimaros! ¡Estad ambas quietas! –gritaba con tono desesperado-
Seguí corriendo ignorando las advertencias de mi hermano y abracé a Reine mientras ella se aferraba a mí atemorizada. Sentí su respiración entrecortada y sus brazos temblorosos alrededor de mí.
-¡Aizu! –gritó Yuuto acercándose- ¡Vuelve aquí ahora mismo!
Miré hacia Yuuto e intenté ir hacia él, pero Reine me retenía por la manga.
-Reine, vamos, ¡el lobo está cerca! –grité mientras tiraba de ella hacia mí-

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Corrí detrás de Aizu, pero antes de atraparla me detuve y ella fue hacia Reine, abrazándola. Miré al lobo, preparándome para defender a Aizu ante un ataque, en cambio, el lobo me miró y vi sus ojos castaños. Los mismo ojos que me habían hechizado en el restaurante. Entonces, y sólo entonces, entendí lo que pasaba.
-Seré ciego… -susurré mientras me acercaba rápidamente a Aizu y a Reine- ¡Aizu! ¡Vuelve aquí ahora mismo! –Aizu intentó hacerme caso pero Reine la detuvo sujetándola firmemente por la manga. Le dijo algo a Reine y tiró de ella, pero no sirvió de nada, seguía sujetándola con el rostro bajo- ¡Aizu! –grité corriendo hacia ella- ¡Suéltala! –grité mientras cogía con fuerza la muñeca de Reine y la apartaba de la manga de Aizu-
- ¿¡Qué estás haciendo, Yuuto!? –gritó Aizu mientras miraba a su amiga- ¡Tiene que huir, el lobo está cerca! –siguió gritando mientras le empujaba hacia el lobo- ¡Yuuto! ¡Que el lobo está aquí, idiota!
- ¡Corre con Hikaru, imbécil! ¡Corre con Hikaru! –le grité girándome hacia ella mientras le levantaba la cabeza para que me mirara a los ojos- El lobo no es el peligro, ¡Reine es el peligro! –le dije firmemente mientras soltaba su barbilla- ¡Corre con Hikaru!
Aizu hizo caso a mis palabras y corrió junto a Hikaru, quién apenas podía sujetarse a la farola. De pronto noté un fuerte dolor en el costado, cómo si me hubiesen pinchado algo, y me giré bruscamente, encontrándome a Reine frente a mí, con sus ojos fijos en los míos, con una mirada petrificante, heladora, dictatorial. Miré su mano y vi una jeringuilla.
-¿¡Qué coño me has pinchado, drogadicta!? –grité agarrándome el costado, pues comenzó a arderme-
- Un regalito. –dijo con una voz dulce mientras sus ojos se volvían poco a poco un abismo, negros, tan oscuros como el petróleo-
- ¡Yuuto! –rugió de pronto el lobo con una voz ronca, aunque dulce- ¡Ponte tras de mí, corre! ¡Corre mientras puedas! –volvió a rugir mientras corría hacia Reine-
De repente mis piernas cedieron y caí al suelo sin poder hacer nada por remediarlo. Mi cuerpo no respondía y el profundo dolor y calor del costado pasó a poseer todo mi cuerpo. Sentí cómo mi boca se resecaba y cómo la vista se perdía por momentos, sin embargo, tras unos segundos, mi vista volvió a la normalidad y pude ver cómo el lobo luchaba con todas sus fuerzas contra Reine. No obstante, Reine, con un movimiento inalcanzable de ver, se puso tras el lobo y agarró al lobo por detrás del cuello, de forma que no podía moverse. El lobo comenzó a chillar dolorido y se oyó un crujido, procedente de su cuerpo; entonces se hizo el silencio y Reine dejó caer el cuerpo del lobo al suelo. Me esforcé en mirar el cuerpo aparentemente sin vida del lobo, intentando encontrar cualquier rastro de vida, pero desde el suelo apenas podía ver nada, en parte porque estaba bastante alejado de él.
-Reine… ¿Por qué…? –susurré sin entender nada mientras ella se acercaba a mí-
- ¿Por qué hago esto? –repitió ella completando mi frase mientras se agachaba y me miraba a los ojos- Es sencillo, -dijo con tranquilidad mientras se levantaba y se acercaba a Hikaru y a Aizu-
- ¿¡A dónde diablos vas!? –grité si fuerzas mientras me esforzaba en levantarme, pero sólo pude mover un poco los brazos, incorporándome un poco- ¡No vayas a por ellos! ¡No sé que coño te pasa, pero no les hagas nada! –grité mientras que un sudor helado recorría mi cara y sentía una ira enorme crecer en mí-
-¿Ves a este engendro? –dijo mientras levantaba a Hikaru por el cuello de la camisa- Por él hago todo esto. –dijo mirándome mientras volvía a dejar caer a Hikaru como si de una muñeca se tratase-
Aizu sujetó a Hikaru para que no se golpeara la cabeza con el suelo y miró con odio a Reine.
-¿¡Qué haces!? Pero si… ¡Si tú estabas enamorada de Hikaru! –gritó ella mientras dejaba a Hikaru apoyado en la farola y se ponía frente a Reine- ¿Qué te pasa…? –preguntó mirándola con preocupación-
- Tan imbécil como tu hermano. –dijo Reine poniendo los ojos en blanco- Nunca me ha gustado ni un poquito el blandengue ése que tienes por amigo… -dijo cruelmente mientras miraba a Aizu con odio- Ah, y para que te quede claro… Nunca has sido mi amiga. –le espetó mientras le cogía del cuello y la tiraba con fuerza encima de Hikaru, haciendo que ambos soltasen un gemido de dolor-
-¿¡Qué coño estás haciendo, hija de…!? –grité con odio-
Antes de poder terminar la frase ella se acercó velozmente a mí y me cogió del cuello, ahogándome en cuestión de segundos.
-¿Te he dado permiso para hablar…? –dijo ella mientras me comprimía el cuello- ¿Sabes…? Eres idiota, pero eres atractivo y el olor de tu cuerpo no es como el de los demás… -dijo casi en un susurro mientras me soltaba, haciendo que me golpeara la cabeza contra el suelo- ¿A qué raza… –siguió susurrando mientras se ponía encima de mí y pasaba sus labios por mi cuello- … perteneces? –susurró mientras notaba sus dientes presionando la zona derecha de mi cuello-
De repente algo atacó a Reine y salió disparada hacia la izquierda, dando vueltas y quedando finalmente tirada en el suelo, sin moverse. Una chica de ojos celestes, con el pelo negro y corto, se acercó a mí y me miró el cuello. Sus ojos desprendían un destello que se me hacía familiar, parecido al que vi a Reine en el restaurante, pero a diferencia de ella, los ojos de la desconocida transmitían otra sensación, no la de incomodidad que desprendían los de Reine; era una sensación… Que no sabría definir.
-¿Estás bien? ¿Estás mareado? –me preguntó de repente mientras tocaba mi cuello con una de sus manos, tenía las manos frías e hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo-
- No, estoy bien, sólo… No me puedo mover. –respondí torpemente-
- ¿No te puedes mover…? –repitió ella pensativa mientras dirigía su mirada a Reine, que yacía en el suelo sin moverse- No ha llegado a morderte… No puede tratarse de una invocación… -susurró pensativa mientras acercaba su rostro al mío- A ver, échame el aliento.
- ¿Qué? –pregunté desconcertado-
- ¿Te ha hecho beber algo? –preguntó tomándome el pulso-
- No, me… Me pinchó algo y me derrumbé… -respondí mientras dirigía mi mirada al cuerpo de Reine- ¿Qué le has hecho?
- Tranquilo, sólo la he apartado de ti y le he administrado un calmante durante unos minutos… -dijo con tranquilidad mientras me levantaba la camiseta sin pudor y examinaba el costado donde me había pinchado anteriormente con la jeringuilla- Parece que no es lo que pensaba… Menos mal. –suspiró- Bueno, déjame hacer una prueba… Espero que no te dé miedo la sangre. –dijo guiñándome un ojo mientras sacaba una jeringuilla y se ponía unos guantes-
- ¿S-se puede saber quién eres y qué haces? –pregunté intentando sin resultado apartarme de ella-
- Tranquilo, no soy como ella. –murmuró mientras con un algodón aplicaba alcohol en mi brazo- Sólo quiero comprobar qué droga te ha metido la loca esa… -susurró mientras se disponía a pincharme- No te preocupes.
Me pinchó con delicadeza y extrajo toda una jeringuilla de mi sangre, me tocó la frente y tocó su frente.
-No tienes fiebre… Supongo que pensaba matarte con sus propias manos y por eso no te aplicó la droga que yo creía. –suspiró- En fin, alégrate de que no te haya inyectado esa, porque si no, no estarías vivo.-dijo  mientras se quitaba los guantes con ayuda de los dientes-
Observé más detenidamente el aspecto de la chica. No llevaba mucha ropa, al menos para el frío de aquella noche, que aunque no fuese mucho, era el suficiente como para portar al menos una chaqueta. Llevaba una camiseta desgastada de tirante, de color rosa oscuro, con rayas en negro; la camiseta le hacía bastante delgada, quizás ella fuese así y no fuese tan delgada, pero parecía no haber comido demasiado. Llevaba unos pantalones negros rasgados y rotos por muchos sitios, pero parecía que ninguno de estos defectos estaban hechos a propósito; llevaba unos zapatos negros hasta el tobillo, llenos de hebillas y cordones; parecían difíciles de quitar. Tenía las uñas largas, pero bonitas; seguramente se las cuidaba mucho. No pude fijarme en nada más, pues de repente hizo algo inesperado.
-¿Qué estás…? –murmuré atónito al ver sus actos-
Abrió la jeringuilla, desenroscando la boquilla tan extraña que tenía, y sin pensárselo, bebió mi sangre con los ojos cerrados, pensativa.
-Bah, nada preocupante. –murmuró en voz baja- Está fuera de peligro, chaval. –dijo con una sonrisa jovial mientras guardaba los guantes y la jeringuilla- Pero cómo tenemos prisa… -sacó de su bolso otra jeringuilla y un botecito con algo mientras su expresión se hacía neutra, haciendo muy difícil predecir sus pensamientos-
- ¿¡Pero es que aquí todas lleváis jeringuillas y drogas o qué!? –grité asustado mientras intentaba moverme en vano- ¿¡Para qué sirve eso!? ¿¡Eres cómo ella!? –grité al ver que su expresión no cambiaba y seguía comprobando la jeringuilla- ¿¡Qué coño sois!? ¿¡Qué os pasa a las dos!? Una bebe sangre y la otra quería... Quería… -susurré atónito- Acaso sois… Vam…
- Sí, eso mismo. –dijo ella despreocupadamente- Y oye, en serio, no te pongas tan nervioso. –dijo ella con tranquilidad mientras metía el líquido en la jeringuilla- Tengo práctica en inyecciones, y no es una droga, es una “medicina” a la droga que te ha puesto ella. Si te la administro ahora mismo, dentro de diez minutos podrás levantarte, aunque seguirás algo aturdido, pero te irás reponiendo; y cuando pase una hora estarás más o menos como si nunca te hubiera pasado nada. –dijo volviendo a sonreír, tranquilizándome algo-
- Entonces… Tú no… ¿No quieres hacernos daño a ninguno de nosotros…? –dije mientras comenzaba a temblarme la voz-
- Por supuesto que no. –respondió mientras se ponía de rodillas. De una forma u otra, por el destello de sus ojos, de sus labios, y su mirada, sabía que no me estaba mintiendo-
- Gracias… -susurré casi llorando mientras cerraba los ojos. De repente caí en la cuenta de que no se oía nada más, y giré bruscamente la cabeza, buscando a Aizu y a Hikaru- ¡Aizu! ¡Hikaru! ¿¡Aizu!? –grité nervioso mientras notaba que la chica me aplicaba alcohol en el brazo una vez más-
- Tranquilízate, están bien. Sólo están un poco aturdidos, pero no es nada. –sonrió ella mientras me inyectaba-
La extraña sustancia que comenzaba a correr por mis venas comenzó a escocer dentro de mi brazo; el escozor, o más bien ardor, se prolongó por todo mi cuerpo y sentí una fuerte punzada en la espalda.
-Duele... –susurré mordiéndome el labio inferior-
-Vamos, no seas quejica, yo misma me he pinchado esta cosa cientos de veces y no es para tanto. –dijo ella mientras se ponía en pie- Por cierto, deberías preocuparte de tu amiga la lobita, parece que le ha dado fuerte... –musitó casi para sí misma mientras se acercaba al lobo y la tumbaba boca arriba- Veamos…
Estuvo unos cinco minutos inspeccionándola y al final terminó por inyectarle otra cosa, que dios sabría lo que era. De pronto la loba comenzó a toser y a vomitar, no es uno de mis mejores recuerdos, pero ver cómo la camarera convertida en loba, volvía “de la muerte a la vida”, aunque fuera en esas condiciones, me hizo tranquilizarme. Al menos ahora sabía con seguridad que aquella vampiresa no era como Reine.
-Tú… -oí detrás de mí. Al girar levemente la cabeza pude ver a Reine de pie, casi pisándome un brazo, mirando a nuestra nueva conocida, la vampiresa que acababa de salvar a la loba.- ¿Quién diablos…? –susurró mientras la miraba con odio y después dirigió su mirada a la mía- Querido… Nunca pensé que tendría que hacerlo pero… Necesito refuerzos. –dijo con cara más que macabra-
Repentinamente se abalanzó encima de mí, mordiéndome el cuello sin cuidado, con fiereza. Primero sentí una fuerte punzada en la zona herida, noté cómo mis ojos se enrojecían y gemí de dolor, apretando los puños, pues aún seguía sin poder moverme; notaba cómo mi propia sangre, un líquido caliente desconocido por mí mismo, comenzaba a brotar rápidamente, algunas gotas resbalaban por mi cuello y de los labios de Reine y caían al suelo, sentí frío, mucho frío, y perdí la vista por segundos. Pese a la situación me vino una pregunta que no supe cómo diablos responder… Si yo se suponía que era una creación, un “robot” creado a partir de ciencia… ¿Cómo podía sentir, sangrar, y llorar como si fuera humano? Cuando me caía de pequeño nunca sangraba, nunca, en mi vida, había visto de mi sangre, y cuando la otra vampiresa me extrajo sangre, no me percaté del detalle. Nunca, tampoco, me había dolido tanto como me dolió caer al suelo tirado por Reine. Todo esto era incomprensible para mí en aquel entonces, pero sólo en aquel entonces.
-Renné… -susurró la nueva vampiresa con nombre desconocido- Entonces… ¿Era cierto? –Susurró, pese a que mi vista fallaba y mis sentidos no me respondían, pude verla acercándose a nosotros- ¿Vas… Tras ellos? –volvió a susurrar con los ojos perdidos en ella, con una expresión de súbita tristeza. Parecía haber querido decir otra cosa en lugar de “tras ellos”, pero tras silenciarse dos segundos, mencionó esa torpe frase-
-¿Acaso dudabas que iría en serio? ¿No creías a tus mayores…? –dijo Reine desde mi cuello- Y no me llames por mi viejo nombre… Aquí nadie me conoce con esa identidad, idiota. Sería de ser muy imbécil usar nombres verdaderos para actos así… -susurró ella apartándose de mí mientras se ponía en pie, frente a la otra chica-
En medio quedaba yo, aturdido, tembloroso, desconcertado y sangrando. No sabía qué pasaba, y tampoco sabía por qué nadie del hospital se había percatado aún del incidente que estaba teniendo lugar en la puerta de dicho lugar.
-Entonces… Hice bien en desconfiar. –dijo la chica mientras sus labios cambiaban de una expresión triste a una sonrisa irónica- No sé a quién robaste ese cuerpo... Pero va siendo hora de devolvérselo, hermanita… -susurró mientras sus ojos se tornaban grises, del color de las rocas más antiguas que nunca podáis llegar a ver-
- Aunque abandone este cuerpo, o incluso aunque consigas invocar de nuevo al espíritu que le pertenece, no sobrevivirá. –susurró sonriendo malévolamente- Me mordí a mí misma hace tiempo, inyectándome uno de los mejores conjuros que nos enseñaron en la universidad… No creo que hayas llegado a ese nivel, tú que eres tan… Poca cosa. –dijo con desprecio-
- Aunque te mate y ese cuerpo quede libre, y aunque vuelva a invocar su espíritu… Morirá, ¿no es así? –susurró la chica desganada- Vale pero… Quizá te equivoques. –murmuró-
- ¿Equivocarme? Ay, amor, no te ilusiones con que habré fallado y sobrevivirá, con que el veneno no surtirá efecto… No, no, no… Tengo veinticuatro años, y sé perfectamente cómo actuar, y como envenenar a alguien para cuando deje de ser vampiro… Tsé, pero una cría de dieciséis nunca lo comprenderá… Aún tiene sus fantasías infantiles, ¿verdad? –dijo de nuevo Reine con ironía-
- Claro. Eso es exactamente lo que pienso, amor mío. –dijo la vampiresa imitando el tono de Reine- Aunque te has equivocado en una parte… -susurró con una tierna sonrisa-
- ¿Ah, sí? –dijo Reine mirándole con odio y repugnancia- ¿Acaso te haces la lista y ahora para hacerte la súper guay vas a decir algo cómo “no tengo fantasías porque soy una puñetera marginada”? –rió Reine mientras seguía con la mirada fija en ella- Cariño, mi querido Yuuto será pronto un vampirito que me servirá en todo, le he mordido para ello, no te ilusiones tampoco con ganarme. –rió-
- Bueno… Claro que tengo fantasías infantiles, -dijo la chica poniendo mala cara- una de ellas era que tú no estuvieses como estás, y mírate… -suspiró mirándola de nuevo con una expresión de tristeza- Pero ya no puedo hacer nada más… Cada uno elige el camino que quiere y… -suspiró- El mío era borrar el tuyo. Sé que no te gusta, porque tampoco me gusta a mí… Pero sino… Borrarás el camino de muchas personas, incluido el mío. –dijo sin apartar un segundo la vista de Reine, con la misma expresión de tristeza-
- ¿Te crees dulce? ¿Acaso piensas ablandarme? Ja, ja, ja… Hermanita, nunca aprenderás… -sonrió con malicia- No me importa borrarte, ni a ti, ni a quién se ponga por delante. Así que no me vengas ahora diciendo que no me quieres borrar… Si se nota que me odias… -rió- Qué tierna, oh… ¿Contenta? –dijo teatreramente-
- Hay una cosita que quería comentarte… Has dicho que tenía dieciséis años... –dijo cambiando su expresión a una mucho más dura- Se nota que no recuerdas cuánto llevas sin verme… -suspiró- Y se nota que sigues sin acordarte de cuando es mi cumpleaños así que… -se abalanzó sobre Reine y le mordió en el cuello, haciendo que éste llegase a crujir y Reine gritara de dolor- ¡Tengo dieciocho años! –gritó la vampiresa mientras Reine la empujaba para apartársela de encima-
- ¿¡Qué diablos haces imbécil!? –gritó mientras parecía marearse- ¡Morder a un vampiro es una estupidez! ¿¡Qué pretendías…!? –gritó riendo mientras se apoyaba en un árbol cercano- Vamos, Yuuto… ¡Enseñémosle a la criaja quién manda aquí! –gritó mirándome. Sin embargo seguí sin moverme. Mi cuerpo dejó de tiritar pero no se levantó.- ¿¡A qué esperas!? ¡Hace un buen rato que deberías de haberte levantado! ¡Vamos, imbécil! –gritó desesperada una vez más-
- Renné… Sigues siendo tan ingenua cómo cuando éramos niñas… -suspiró- Vi lo que le habías inyectado, sólo lo dejaría inmóvil un rato, me anticipé a tus movimientos y… Zas, le inyecté un antídoto anti-vampiros. –dijo ésta enseñándole una botellita vacía- Qué gracia, ¿verdad? –rió ésta de nuevo levemente-
- Serás… -musitó Reine que seguía apoyada en el árbol- ¡Muere de una vez, zorra! –gritó enfurecida mientras corría hacia ella y el árbol en el que había estado apoyada levitaba, siendo dirigido hacia el lugar donde estaba la vampiresa sin nombre-
- Renné… Lo siento. –susurró ésta mientras corría hacia Reine con una jeringuilla en la mano-
Todo pasó muy rápido, el árbol cayó al suelo armando un gran alboroto, a tan sólo unos metros de Reine y la chica desconocida. La chica desconocida portaba en la mano izquierda una jeringuilla que acababa de clavar en el cuello de Reine, en la zona que anteriormente había mordido, llena de sangre. Reine cambió su cara llena de ira por una de una expresión de tranquilidad y suspiró, cayendo al suelo.
La chica cogió el cuerpo sin vida de Reine y se adentró en el hospital. Lo que sucedió allí es algo que aún no puedo anticipar, pues en aquel entonces no lo sabía. Tardó un buen rato en salir, 15 minutos o así, y mi cuerpo comenzó a responderme. Conseguí ponerme en pie con esfuerzo y fui hacia Hikaru y Aizu. Dormían, o estaban inconscientes; Aizu estaba encima de Hikaru, aplastándole el pecho con su espalda. Con cuidado tumbé a Aizu junto a Hikaru, poniéndoles de lado por si ocurría algún incidente, cómo vómitos o algo por el estilo. Después de acerqué a la loba, que estaba tirada a la sombra de un árbol, a unos cinco metros de Aizu y Hikaru. Respiraba y parecía consciente, pero gemía de dolor de vez en cuando y su expresión no era precisamente la de comodidad.
-¿Cómo te encuentras…? –le pregunté costosamente mientras me arrodillaba junto a ella-
- Yuu… Yuuto… -habló el animal con una voz ronca-
- ¿Estás mejor…? –pregunté tocándole con suavidad el lomo-
- Sí… Debemos… Debemos partir… -dijo casi en un susurro-
- ¿Partir? ¿Hacia dónde? Todos estamos heridos… -dije mientras la loba comenzaba a toser-
- Ella… Nos ayudará a irnos… -dijo intentando ponerse en pie con esfuerzo, pero le obligué a tumbarse- No hay tiempo, Yuuto… Tenemos que irnos… -gimió ella con esfuerzo-
-Al menos… Espera a que vuelva, entonces, ya veremos. –le tranquilicé mientras observaba todo a mi alrededor-
Los pájaros no volaban, estaban suspendidos en el aire. Las nubes no se movían, el aire no corría y todo a nuestro alrededor parecía haberse detenido. Pensé que quizás sería yo, pero… Esta vez no era así. Yo podía manejar el tiempo y cuando protegía a Aizu o la avisaba de algo, hacía que el tiempo volase… Sin embargo, nunca pude hacer que fuese más despacio, y mucho menos… Detenerlo.

domingo, 4 de abril de 2010

15. ~Capítulo 14: Presentimiento y acción~

- ¡Por fin hemos llegado! -gritó Aizu mientras corría por las concurridas calles de Hylie- ¿Verdad que es bonita la ciudad?
- Yo ya he estado por aquí antes -dije mirando los árboles- pero estos árboles no tenían flores...
- Seguramente vendrías por el invierno, Yuuto. -dijo Hikaru distraído en las carreras de Aizu- Pues yo no recuerdo haber venido nunca... -dijo en voz baja para sí mismo-
- Pues ya puedes decir que has venido, y a cenar en un restaurante pijo, toma ya. -dije en tono burlón mientras le miraba de reojo-
- No digas tonterías, el restaurante no es pijo. -dijo Aizu riendo- Allí va todo tipo de gente; la última vez que fui vi a un tipo que sale por la tele, y sin embargo también estaba yo y el grupo de voleibol, que no somos pijos, ni ricos ni nada por el estilo. -rió-
Caminamos a lo largo de una calle llena de árboles en flor y llena de tiendas coloridas y de mucho esplendor; la gente reía, los niños jugaban en las calles y otros se marchaban a dormir, una ciudad tranquila, aparentemente.

- Mirad, es aquí. -dijo Aizu con un saltito mientras señalaba unas puertas enormes con un decorado floreado y un letrero de colores que decía "Hyllow Restaurante"-
Entramos y Aizu encontró una mesa al lado de una de las ventanas más grandes, "el mejor sitio para pasar una velada con amigos", según ella. La mesa era grande, podrían haber unos cuatro invitados más; el mantel, blanco con detalles en plateado, hacía que te preocupases en no mancharlo; y en sí, el decorado de la mesa, tanto de copas, servilletas y platos, estaba muy bien preparado. Pronto llegó una camarera bastante mona, que nos dio la carta.
- Buenas noches, cuando sepan qué tomar llámenme. -dijo jovialmente la chica, que tendría unos 19 años-
- Gracias -dijo Aizu sonriendo mientras cogía una de las cartas- Mirad los menús, tener para tres menús de los de clase B. -dijo mientras pasaba las páginas y llegaba a los menús-
Hikaru y yo la imitamos y comencé a observar los menús de esas páginas.
- "Menú Hylie supremo: Tentempié de bolitas de cangrejo con gambas típicas de Hylie; primer plato de guisado de carne de ternera con cordero de Hylie con bebida a elegir; segundo plato de pescado (bien pez espada o bien salmón) al ajillo con perejil Hylie con bebida a elegir; postre: Flan de huevo con nata y sirope de caramelo con sorbete de limón; o porción de tarta de queso, chocolate, fresa, coco, limón o canela con batido refrescante de fresa, chocolate, vainilla o coco." -leí a Aizu y Hikaru- Todo eso por sólo 630 Lyras, no está mal... -susurré-
- ¡Pues yo quiero pedir ese! -dijo Aizu casi en grito- Parece tener buena pinta. -sonrió- Y está súper bien de precio.
- Ya te digo... -comentó Hikaru incrédulo- ¿Hay más menús así de completos y tan baratos? -me preguntó con una tímida sonrisa típica de él-
- Míralo tú mismo. -dije señalándole el menú que acababa de leer-
Tras cinco minutos pude decidirme por un menú de cuatro platos y tres bebidas, un tal "Menú especial de Hylie", pues los ingredientes no eran fáciles de encontrar; y también era algo más caro, 710 Lyras. Hikaru eligió uno parecido al mío, pero con comidas típicas de otros sitios, "Menú Extranjero"; tenía comidas que nunca había comido, ni yo, ni ninguno de nosotros; su menú tampoco estaba mal de precio, 670 Lyras.
- Con eso deberíamos pagar 2010 Lyras... -dije pensativo-
- Hikaru, al final ahorrar ha servido de algo. -rió Aizu- Y menos mal que Yuuto tenía dinero, sino no podríamos haber cenado todos. -sonrió alegremente mientras miraba por la ventana-
Levanté una mano y llamé a la camarera que nos había atendido antes, era muy guapa y su rostro no era de olvidar.
- Por favor, sírvanos un menú especial de Hylie, un menú extranjero y un menú Hylie supremo. -dije mientras ella lo apuntaba todo con rapidez en su libreta-
- ¿Quieren que les sirva un detalle de la casa? -preguntó ella con una amplia sonrisa-
- ¿Cuánto cuesta...? -preguntó Hikaru preocupado-
- Los detalles de la casa son gratuitos, no se preocupe. -dijo la chica soltando una risita- Se trata de unas recetas sencillas que estamos poniendo a los clientes antes de sus comidas, para que la espera no se alargue demasiado. -dijo levantando un dedo mientras sus preciosos ojos castaños se posaban en cada uno de nosotros- ¿Quieren que se lo sirva? -preguntó con una sonrisa-
- Sí, por favor. -dije mirándole con picardía-
La chica se fue con desenvoltura y Aizu me golpeó una vez más en la cabeza.
- ¡Deja de pegarme! ¡Desde que no nos vemos eres una bestia! -dije tocándome la cabeza mientras la miraba-
- ¿¡Cómo eres tan grosero!? -dijo mirándome con el ceño fruncido- ¡No mires así a una chica! -dijo hinchando las mejillas-
- Lo siento, es mi naturaleza... -dije burlonamente-
- Serás... -suspiró ella mientras Hikaru empezaba a reírse- Da igual, no mires descaradamente a las chicas si no quieres salir herido.
Reímos un rato y comencé a ojear de nuevo el menú.
- Oye, ¿por qué la mayoría de los menús y comidas comienzan por "h" o contienen la letra "y"? -pregunté con curiosidad-
- Creo que era por el nombre de la ciudad... -contesto Hikaru, ya que Aizu parecía no saberlo-
- ¿Por el nombre de Hylie? -preguntó Aizu curiosa-
- Sí, una vez hace mucho tiempo, encontré en la biblioteca del instituto un libro muy curioso. Contaba leyendas de la ciudad y de los pueblos del alrededor y leí que la ciudad puso una norma hace mucho tiempo, una norma muy peculiar. -siguió narrando él, creando un ambiente de intriga típico de historias así- El antiguo gobernador de la ciudad prohibió abrir comercios que no tuvieran el nombre de la ciudad incluídos, o que no contuviesen la letra "h" o "y", que son las dos principales y primeras letras del nombre de la ciudad. Era una norma absurda, pero quien no la cumpliera tendría un severo castigo; cerrarían su comercio, lo encerrarían en la cárcel durante unos 10 años y al salir le obligarían a llevar un tatuaje de un dibujo de una rosa con... Creo que era una serpiente. No estoy seguro. -dijo sacando la lengua- Era una regla estúpida, pero el gobernador afirmaba que de esta manera sabría diferenciar los traidores de los que no lo eran.
- ¿Traidores? -pregunté mientras la camarera se acercaba y dejaba en la mesa un plato con pan y salmón-
- Espero que les guste, cualquier cosa, vuelvan a llamarme. -sonrió ella con jovialidad mientras me miraba y se giraba-
- Muchas gracias, señorita. -dije devolviéndole la sonrisa mientras me disponía a seguir escuchando a Hikaru-
- Sí, traidores. Según el gobernador, se habían acoplado en la ciudad razas que no debían estar, razas que o bien se dejaban domesticar por Hylie, o si por el contrario, no se domesticaban, eran castigadas. Esto de los comercios era una de tantas pruebas que hacían para saber quienes eran "traidores" y quienes no. -dijo mientras cogía uno de los aperitivos que había traído la chica, Aizu y yo hicimos lo mismo- Nee, esto está bueno, ¿verdad? -dijo alegremente Hikaru mientras probaba el salmón junto con el pan- Bueno, a partir de esa regla de la ciudad fueron castigados muchas personas y...
- Por curiosidad, ¿qué razas eran las que "se habían acoplado a la ciudad"? -pregunté tras tragarme el primer bocado de salmón-
- Bueno... Eran muchas, acababa de terminar una guerra muy importante entre ciudades y pueblos cercanos e Hylie era la ciudad más rica y cercana a estas guerras. Es normal que la gente viniera a esta ciudad a intentar recuperarse o simplemente a huir de las guerras. La ciudad comenzó ayudando a estas familias, pero el gobernador de aquel entonces murió y entonces... Llegó el gobernador que impuso esa norma, y que trataba bastante mal a los extranjeros. Había desigualdad social y los extranjeros, que prosperaban y esperaban volver a sus ciudades, tuvieron que quedarse porque el gobernador prohibió mudarse hasta que todos sirviesen a la ciudad, es decir, que todos debían pagar un precio exagerado al gobernador... Fueron unos muy malos tiempos. -suspiró Hikaru-
- Has leído mucho. -comenté mientras le miraba distraídamente-
- No he podido hacer muchas cosas antes de que llegase Aizu... -dijo él con media sonrisa en los labios- Pero no me ha venido mal no tener otras cosas que hacer, leer te enseña cosas, te hace inteligente... Y te enseña a pensar tú mismo sin que nadie te ayude. -dijo sonriendo de nuevo- Aunque bueno, admitamos que Aizu es mi segundo cerebro. -rió-
- No mientas, soy el único cerebro que tienes. -rió Aizu y con ella también nosotros-
-Es una historia muy... Bueno, entretenida. Nunca la había escuchado. -miré de nuevo por la ventana, las estrellas brillaban pero alguna que otra nube no me dejaba ver algunas- Supongo que es una de las historias más vergonzosas de Hylie. -suspiré apoyándome en la pared con el costado-
La camarera vino y nos sirvió los tentempiés de cada menú y volvimos a intercambiar pícaras miradas, por un momento pensé que me daría su número de teléfono, pero era una idea absurda.
- ¡Qué delicia! -dijo alegremente Aizu cuando la camarera se fue- ¿Queréis probarlo? -dijo ofreciéndonos a ambos de su plato-
Al final terminamos compartiendo todo, yo probaba de sus platos, ellos de los míos... Y así probamos más comidas. Cuando llegó la hora del postre estábamos llenísimos, pero pedimos el postre, ¡nunca se puede desperdiciar una oportunidad así!
- ¡Hey! -gritó de pronto Aizu poniéndose en pie, mientras todos nos miraron-
- ¿Q-qué te pasa? -preguntó Hikaru sobresaltado-
- ¡Reine! ¡Reine, aquí! -grito ella mirando hacia la puerta mientras agitaba los brazos- ¡Acércate! -siguió gritando con una sonrisa-
- ¿Quién es? -pregunté a Hikaru en voz baja mientras la chica que acababa de entrar por la puerta se acercaba-
- Se llama Reine, juega con ella en el equipo de voleibol terrestre. -respondió él mientras miraba a la chica y le saludaba con una sonrisa amable-
La chica se acercó y nos saludó formalmente. Era delgada, no demasiado alta y de tez pálida. No destacaba por su belleza, pero su voz era dulce y sus ojos celestes te hacían prisionero de mirarlos.
- Yuuto, esta es Reine, una amiga mía; Reine, mi hermano Yuuto. -nos presentó Aizu alegremente-
- Encantado de conocerte. -dije mientras me levantaba y le saludaba con un beso en la mejilla-
- I-igualmente. -dijo ella tímidamente mientras me devolvía el beso-
- Trae una silla para Reine, Hikaru. -dijo Aizu con una pícara sonrisa, inesperada de ella-
- Espera, ya que estoy levantado yo, se la traigo yo. -dije con una expresión de desconcierto en las palabras de Aizu y cogí una silla de otra mesa- ¿Dónde la pongo? -pregunté a Reine-
- P-pues... -respondió ella bajando la mirada con las mejillas rosadas-
- Ponla aquí, entre Hikaru y yo. -dijo Aizu sonriendo ampliamente-
Me limité a hacerle caso y Reine se sentó con vergüenza. Me senté en mi sitio y miré a Aizu con una mejilla inflada.
- ¿Hacía falta que armaras ese jaleo para decirle que se acercara? -suspiré volviendo a sonreír finalmente-
- Bueno... Es que... -tartamudeó Aizu- Soy muy ruidosa, déjame. -rió- Bueno, Reine, ¿has terminado tus recados?
- Sí, no te preocupes... -respondió con una pequeña sonrisa- No sabía que... Bueno, tuvieras un hermano... -dijo mirándome de reojo con timidez-
- Se avergüenza de mí, soy la oveja negra de la familia. -dije en tono lastimero y teatrero- Es muy cruel conmigo y nunca me cuenta nada de su vida ni habla de mí, es una hermana horrorosa... -dije haciendo muecas y simulando estar al borde del llanto-
Hikaru comenzó a reír a carcajadas al ver mi expresión y sin evitarlo comencé a reír con él. Aizu me miró con una mirada heladora pero comenzó a reír también, y Reine la siguió con una risita tímida. Tras unos minutos sin poder parar de reírme llegó de nuevo la camarera y nos sirvió el postre.
- Espero que sea de su agrado. -dijo sonriendo y antes de irse volvió su mirada hacia la mía. Sin duda, algo en mí le había llamado la atención- Me retiro. -sonrió-
- Muchas gracias, señorita. -volví a repetir mirándole a los ojos con picardía-
- ¡Yuuto! -dijo Aizu dándome un pisotón por debajo de la mesa- ¿¡Qué te he dicho!? -dijo mirándome amenazadoramente-
Hikaru volvió a reír y Reine se quedó mirándome con curiosidad. En sus ojos había algo extraño, un destello extraño...
- ¿Yuuto? -dijo Hikaru sacándome de mis pensamientos-
- ¿Eh? ¿Qué? -dije sacudiendo la cabeza-
- Te has quedado mirando a Reine tan pensativo que... -comenzó a reír Aizu-
- Ah, lo siento, estaba pensando en mis asuntos... -me disculpé mirando hacia la ventana-
Había algo en Reine que empezó a hacer que una incomodidad intensa recorriera mi cuerpo. Ellos tres comenzaron a hablar, riendo y contando anécdotas del club de voleibol. Yo intentaba no meterme en su charla porque no quería mediar palabra con Reine, era... Algo extraño, pero no quería hablar con ella. Me tomé el postre tranquilamente, mirando el restaurante, observando la decoración con detenimiento y dirigiendo mi mirada, disimuladamente a la camarera que nos había servido. Su cabello, castaño oscuro, recogido en una modesta coleta larga y su flequilla al lado, se movían al compás de sus movimientos. Ella iba de un lado para otro sin esfuerzo, se movía con desenvoltura, con agilidad, hábilmente. Supongo que desde un primer momento me había fijado en ella, su belleza natural resaltaba, pero había otro detalle que no lograba entender y que me atraía de ella, no sé de qué forma. En el tiempo que ellos hablaron me dio tiempo a observarla tanto que incluso descubrí sus vicios: morderse el labio inferior cuando se ponía nerviosa. Físicamente era muy atractiva. No era muy delgada, pero tampoco estaba por encima de su peso ideal. No es que sea pervertido ni nada, pero tenía los glúteos bien puestos y un pecho no mal dotado... Vale, quizás sí sea algo pervertido, pero da igual, todos los chicos nos fijamos en esas cosas. Tampoco era bajita, era de una altura alta para ser una chica, o al menos eso aparentaba mientras estaba sentado. El uniforme de camarera tampoco era el sueño de cualquier hombre. Una modesta falda granate poco más alta de las rodillas y una blusa rosa con detalles en blanco, muy sencilla. Tampoco llevaba tacones como el resto de las camareras, llevaba unos zapatos granates con algo de cuña y con un lazo en blanco. En sí, lo que la hacía hermosa era ella misma, y nada más. Aún no me había cruzado con su mirada, pues estaba muy ocupada con los clientes, pero cuando por fin pudo estar algo más tranquila se apoyó en la barra, esperando a que se hiciera un postre, y su mirada y la mía se encontraron. Mentiría si dijera que me lo esperaba, pues había mucha gente para cruzar la mirada que no fuese yo, y sin embargo, me miró. Tampoco puedo saltarme el detalle de que al principio me dio vergüenza. Que una chica te pille mirándola tan descaradamente no es... Precisamente algo gratificante. Me dio vergüenza, pero no aparté mi mirada de ella, al igual que ella no la apartó de mí.
- ¡Ah! ¿¡Qué haces...!? -gritó de repente Hikaru y me hizo girarme sobresaltado, al igual que hizo a la camarera acercarse rápidamente-
- ¿Qué te ha...? -pregunté levantándome ligeramente-
- ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡De verdad! -comenzó a disculparse Reine al borde del llanto- ¡Perdona!
- Déjame ver, déjame ver... -decía Aizu mientras se ponía a su lado- ¿Te duele mucho? -dijo mientras cogía una servilleta-
- ¿Qué ha ocurrido? -volví a preguntar mientras iba hacia Hikaru-
- ¿Qué ha ocurrido? -preguntó la camarera mientras se acercaba rápidamente-
- Reine le ha herido sin querer... -dijo Aizu mientras presionaba con una servilleta el brazo de Hikaru, que tenía la camiseta desgarrada-
- ¿Sin querer? -repitió la camarera mientras apartaba las manos de Aizu del brazo de Hikaru y le quitaba la servilleta- ¿Con qué ha ocurrido? -dijo apresuradamente mientras miraba la mesa y encontraba un cuchillo con un poco de sangre en el filo-
- ¿Pero qué ha pasado? -volví a repetir preocupado mientras miraba a Hikaru- Hikaru, ¿estás bien? ¿Estás mareado? -le dije mientras me acercaba más y veía cómo su brazo sangraba exageradamente- ¿¡Qué demonios...!?
Hikaru no me respondió y me miró con la mirada ausente.
- Vamos a llevarlo al médico. -me dijo la camarera mientras me daba una servilleta- Presiona la hemorragia, no entiendo por qué sangra tanto, voy a decirle a Juni que voy a llevar a este chico al hospital. ¿Tienes coche? -me preguntó con expresión preocupada-
- No, pero yo y mi hermana sabemos volar. -respondí mientras presionaba la herida de Hikaru y lo tomaba en brazos-
- ¿Y la otra chica? -dijo mirando a Reine. ¿Cómo sabría que Aizu era mi hermana?-
- Es una amiga de mi hermana, ¿podría quedarse hasta que volvamos y la llevemos a su casa? -le pregunté mientras me dirigía a la puerta del restaurante-
- Por supuesto. -respondió ella mientras corría hacia la cocina del restaurante. A los pocos segundos salió velozmente con una chaqueta en las manos- Vamos, yo no sé volar, ¿podrá tu hermana conmigo? -preguntó mientras se ponía la chaqueta mirando a Aizu-
- No es necesario que vengas si no puedes... -dije mirándole preocupado, tenía un negocio que atender...-
- No, quiero ir, además, si ocurre un accidente en nuestro restaurante, tenemos la obligación de acompañar al herido. -respondió y miró de nuevo a Aizu- ¿Podrás llevarme? -dijo con una sonrisa irónica-
- Tranquila, tengo fuerza. -contestó ella mientras cogía a la camarera en brazos- Solamente, guíanos hasta el hospital, ya que no sé donde está...
- Claro, no te preocupes, está cerca. -dijo ella agarrándose a Aizu fuertemente-
Comenzamos a volar y la chica, al ver que mis alas eran negras, me miró extrañada, pero no con temor ni con asco. Nos quió hasta el hospital y aterrizamos sin problemas. Volvimos a esconder nuestras alas y corrimos hasta el interior del hospital. Hikaru estaba algo así como inconsciente. Pesaba más de lo que creía, pero eso no era lo importante. Aún no tenía claro qué habia pasado pero la herida de Hikaru no dejaba de sangrar, y sentía el temblor de su cuerpo en mis brazos.
- Por favor, es urgente, llamen al doctor Millens. -dijo la camarera en recepción, y a los dos minutos un hombre con una bata blanca y unos guantes de látex estaba recibiéndonos en su consulta. Entramos deprisa y el médico me dijo que tumbase a Hikaru en la camilla. Él le quitó la chaqueta -con la manga hecha pedazos- y le levantó la manga de la otra camisa hasta el hombro. Con algodones, alcohol y otros desinfectantes limpió la herida y pude verla mucho mejor. Una herida que recorría desde casi el hombro hasta la muñeca del antebrazo, una herida no muy profunda, pero lo suficiente como para que sangrase mucho, aunque no tanto como sangraba.
- ¿Con qué se lo ha hecho? -preguntó el doctor mientras le abría un ojo y lo examinaba con una linterna-
- Una amiga nuestra estaba cenando y sin querer le hizo eso con el cuchillo... -argumentó Aizu con la voz temblorosa-
- ¿Sin querer? Perdona, señorita, que esto no lo hace alguien sin querer o sin darse cuenta. -dijo el doctor mientras pulsaba un botón del teléfono de su mesa- Por favor, llamen a personal clínico especializado en la planta C; que traigan hilo quirúrgico y aguja. -y volvió a pulsar el botón-
- ¿Está bien? -pregunté preocupado-
- Sólo está inconsciente. Quizás sea porque le diera miedo la sangre, o porque le hayan administrado algún tipo de droga. -contestó mientras cogía de un armario una manta-
- ¿Pero es grave? -pregunté acercándome a Hikaru-
- No tiene por qué, sin embargo, existe una droga que ha podido ser aplicada a este paciente... -dijo pensativo mientras cubría con la manta a Hikaru hasta los hombros y sacaba el brazo herido, limpiando de nuevo la sangre que emergía de él y presionando la herida con algodón o algo así-
- ¿Qué clase de droga? ¿Cómo se administra? -pregunté de nuevo-
- Es una droga ilegal; sus efectos son, tras unos veinte minutos de tomarla, inconsciencia, aceleración del ritmo cardíaco y velocidad mayor en la sangre, para que me entiendas. Tiene muchos más efectos... -dijo observando una vez más sus ojos- Mira, acércate. -me acerqué- También dilata las pupilas, produce alucinaciones y distorsión de la realidad. Se prohibieron al saber de estos efectos. Antes se administraba como tranquilizantes, pero comenzó a darse estos efectos y fue prohibida. Muchos jóvenes la compran para fiestas, ya que de una determinada forma, al juntarla con un tipo en especial de bebida, produce inconsciencia durante media hora justamente.
- ¿Y para qué quieren que la inconsciencia durante media hora? -pregunté desconcertado-
- Violaciones, asesinatos, palizas, tráfico de órganos... -dijo el médico mirándome seriamente-
- Pero eso es...
- Absurdo. -completó Aizu mientras se acercaba a Hikaru y le cogía la mano- ¡Nadie puede hacerle algo así a Hikaru! -dijo ella al borde de la desesperación-
- Aizu... -susurré mirándola dolorido-
La camarera, que había olvidado completamente que estaba allí, cogió a Aizu por los hombros y la llevó hacia el otro lado de la habitación. Aizu comenzó a llorar y la camarera decidió llevársela fuera.
- Dígame, ¿es familiar del chico? -me preguntó el médico mientras entraba una enfermera con hilo, agujas, algodón y muchos utensilios-
- No, lo siento pero no le queda familia, es interno en un instituto y mi hermana y yo vivimos con él. -dije mirando de nuevo a Hikaru-
- Entonces... ¿Sabe si tiene algún enemigo en el instituto? ¿Quién era la chica de la que ha hablado antes su otra acompañante, la menor? -preguntó mientras se disponía con ayuda de la enfermera a coser la herida de Hikaru-
- Es una compañera de mi hermana, la menor, del club de voleibol. -dije pensando en aquella pregunta- Apenas la conozco, la he conocido hoy...
- ¿Se ha comportado de algún modo extraño? ¿Se ha fijado si le ha dado algo de beber? -preguntó de nuevo-
- Mierda... Estaba distraído... -susurré- Estábamos cenando en un restaurante y... -me quedé pensativo- Espere un segundo. No me queda otra. -salí de la habitación y me encontré a Aizu y a la camarera en la sala de espera-
- ¿Qué le han dicho a tu amigo, Yuuto? -me preguntó la camarera-
- Eh... Aún no lo sé del todo, están cosiéndole la herida... ¿Cómo sabes mi nom...?
- Me lo ha dicho tu hermana, hemos estado hablando. Pero bueno, no es tiempo para eso... ¿Qué tal está? -preguntó preocupada-
- Aún inconsciente. -responí bajando la mirada- Aizu, ¿sabes si Reine compartió alguna bebida con Hikaru?
- Pues... -dijo ella limpiándose las lágrimas- Le invitó a una limonada...
- Espera, ¿qué limonada? -preguntó la camarera-
- Era... Una con una fresita dentro. -respondió Aizu-
- Ya sé a dónde quería llegar a parar el doctor... -dijo con el ceño fruncido y soltó a Aizu- Yuuto, quédate con ella. -me ordenó mientras salía disparada hacia la consulta- Preparaos porque... Nos vamos pronto. -dijo ella guiñándome un ojo.
- ¿A qué ha venido...? -pregunté boquiabierto-
Tras unos 15 minutos salieron Hikaru y la camarera de la consulta. Hikaru se movía torpemente y se tambaleaba un poco, pero con la ayuda de la camarera podía andar sin problemas.
- Vámonos, ya. -dijo ella sin siquiera pararse-
- Espera, ¿cómo está? -preguntamos aizu y yo a la vez-
- Listo para irnos. No hay tiempo. -dijo ella corriendo hacia la salida-
Aizu y yo comenzamos a correr detrás de ellos sin entender nada, y de repente, al salir por la puerta del hospital, vimos a Hikaru sentado en el suelo, apoyado en una farola, y una especie de... ¿Lobo? No, era algo más felino, algo como un tigre, pero sin rayas, de color castaño y caramelo. Estaba frente a Hikaru, haciendo frente a... Reine.