¡Afílianos!

Enséñame a volar

domingo, 20 de junio de 2010

22. ~Capítulo 21:

- ¿Vais hacia el sur? -dijo la anciana voz del hombre que conducía el carro-
- Sí, queremos ir a la ciudad que está pasando el puente de Roustrom. ¿Hacia dónde se dirige usted? -preguntó Ailyn educadamente mientras se acomodaba en la parte trasera del carro cargado de trigo-
- Bueno, chiquilla... Íbamos a ir a casa de mi hijo, pero mi nieto dice que prefiere venir a casa de sus abuelos a pasar el día... ¡Qué sol de nieto me ha tocado! -dijo riendo a carcajadas mientras revolvía el pelo del muchacho que tenía al lado, que se ruborizó- Vamos, Michi, siéntate con ellos y les haces el camino más ameno. -propuso el anciano empujando al muchacho a la parte de atrás, tirándolo encima de Hikaru-
El muchacho, quizás de dieciséis años o así, se levantó acaloradamente y le gruñó a su abuelo en un idioma desconocido para mí; el abuelo se echó a reír y, finalmente, el muchacho rió y nos miró con una sonrisa.
- Bueno, visto que mi abuelo confía en que os divierta y puesto que llevo sin hablar con gente de mi edad durante casi tres días... Me presentaré. Me llamo Michi Koronogi. -se presentó con una sonrisa deslumbrante. Su rostro no era muy especial, pero tras sonreír mi hermana puso cara de tonta y se le quedó mirando embobada-
Tras su presentación Hikaru comenzó a esquivar su mirada y a acercarse disimuladamente a mí, hablándome de tonterías y demás. ¿Qué le ocurriría? Todo un misterio. Lo único obvio era que no le gustaba la presencia de aquel chaval que estaba allí, hablando animadamente con Aizu y Ailyn sobre temas de elfos y otras cosas. Leocadia, por su parte, disfrutaba del paisaje y a veces mantenía conversaciones cortas con el anciano. Pude fijarme que a veces hablaban en un idioma extraño que no reconocía pese a mis conocimientos.
- Hikaru, ¿qué te ocurre? -pregunté aprovechando que Michi iba a llevarle a su abuelo un trozo de queso y pan que acababa de sacar de un bolso, dándonos también a nosotros-
- ¿A mí? -dijo Hikaru intentando disimular su incomodidad mientras mordía el queso- Nada, sólo tengo algo de calor, es eso. -rió nervioso-
Conseguí que Hikaru se integrara un poco en las conversaciones entre las chicas y Michi y, al final, consiguió dejar su incomodidad aparte y charló abiertamente con ellos. Yo me tumbé en la paja que había en un rincón y observé el panorama. Ahora Leocadia estaba sentada junto al anciano, que por cierto se llamaba Shirk. Shirk estaba enseñándole cómo tratar a las mulas que llevaban el carro, por lo visto, nunca había que darles con el látigo ni lastimarlas; solamente hablarles con cariño y agitar el látigo en la dirección que quisiera ir. Parece que aquellas mulas eran inteligentes, además de fuertes.
Cerré los ojos y me dejé llevar por los olores que me rodeaban y por esa brisa que me acariciaba con suavidad. Era algo cómodo, algo precioso y delicado. Habíamos entrado a una zona con vegetación que nos tapaba de los rayos directos del sol; realmente hacía un ambiente agradable. Hikaru, Aizu, Ailyn y Michi se habían puesto a contar chistes y sus risas llenaban aquel ambiente relajado de ambiente más animado, algo extraño de describir. Comenzaba a sentir sueño, llevaba un par de días sin dormir bien. Desde que salimos de aquella ciudad donde aquella mujer secuestró a Hikaru, el tiempo transcurría rápido y acalorado, sin darnos un respiro de tranquilidad. Corríamos de aquí hacia allá, escapando de animales, criaturas y personas que nos perseguían. Sigo sin terminar de entender por qué todas esas personas nos persiguen, tampoco entiendo qué quieren o qué tenemos que anhelen tanto... Aunque no sé si quiero saberlo. Cuando Shirk paró el carro en medio de aquel camino desértico lo adoramos. Shirk era un buen anciano y un buen abuelo, además daba buen ejemplo a su nieto; recogernos y proponer dejarnos más adelante fue algo que jamás podríamos terminar de agradecerle. Llevábamos cinco días sin dejar de mover las piernas, sin descansar no más de una hora... este viaje era consolador y un regalo de los cielos.
El sueño comenzaba a poseerme cuando un suave olor a jazmines inundó mis sentidos. Me daba pereza abrir los ojos y averiguar dónde estábamos, por lo que seguí con los ojos cerrados, ladeando un poco la cabeza. El olor se intensificó un poco cuando noté algo rozándome la mejilla. Abrí los ojos de golpe creyendo que algún insecto se había posado en mi rostro y descubrí que Leocadia me estaba mirando fijamente mientras uno de sus mechones de pelo había caído dándome en la mejilla.
- Vaya, creía que estabas durmiendo. -rió mientras se alejaba un poco de mi rostro y me daba una cantimplora- Deberías beber, llevamos un par de horas de camino y no quiero que nos deshidratemos. -dijo mientras me obligaba a beber-
No me había percatado del silencio que se había producido segundos antes de que abriese los ojos, nadie estaba en el carro. Miré hacia los lados y finalmente giré la cabeza, viendo cómo Aizu corrí de la mano de Hikaru y Michi hacia un riachuelo. La carreta había parado para dar de beber a las mulas aprovechando el riachuelo, y además, Shirk descansaba bajo la sombra de un árbol. A veces me preguntaba si podríamos quedarnos así eternamente, perdernos en nuestro camino o rendirnos allí mismo para disfrutar cada día de los mismos olores, las mismas sensaciones y esas charlas tan divertidas que compartían mi hermana y los demás.
- Nos aburriríamos de la rutina, Yuuto. -dijo de pronto Leocadia sacándome de mis pensamientos.-
- ¿Cómo? -pregunté arqueando una ceja. ¿Habría leído mi pensamiento?-
- He leído en tu mirada lo que pensabas... Si cada día fuese así, acabaríamos por hartarnos de la rutina, ¿no crees? -explicó acomodándose a mi lado, dándole la espalda al río- He estado estudiando el comportamiento de Ailyn y... Sé más de lo que ella cree y vosotros creéis. -me confesó de pronto bajando el tono de voz.-
- ¿A qué viene eso? ¿Qué quieres...?
- ¡Sssh! -me interrumpió tapándome la boca-¡Baja la voz, idiota! -me reprendió- Te voy a explicar lo que no he tenido tiempo de explicarte a solas... -tomó aire. Creía que se refería a otra cosa y llegué a sonrojarme un poco, preparándome para un primera asalto- Ailyn es la secretaria de Mitsuko. -mi adrenalina bajó de repente, sintiéndome algo mareado- Nos mintió cuando dijo que iríamos a una dimensión de la que no proveníais y también nos mintió diciendo que no había viajado nunca a esa dimensión...
No sé a qué venía esa revelación ni qué tenía que ver conmigo, pero le miré a los ojos y suspiré.
- ¿Y qué importa eso? -dije tras meditar sus palabras un momento.-
- ¿¡Cómo!? -gritó ella frunciendo el ceño- Tú no... -suspiró- ¿No me recuerdas? -en sus ojos se dibujó una expresión extraña, de melancolía, exigencia y tristeza-
Nos miramos durante eternos segundos, pensando a qué se referiría, finalmente hice una mueca y aparté la mirada.
- Lo siento, pero no sé a qué te refieres, Leocadia... -suspiré-
- Vale... Da igual. -dijo mientras se levantaba- Si lo recuerdas, avísame. -dijo con una fingida sonrisa mientras se daba la vuelta y echaba a correr hacia el agua- ¡Ailyn, vamos a ver quién es capaz de encontrar antes la carpa más grande!
Me quedé pensando a qué se referiría Leocadia... ¿Recordarla? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? Me giré y observé sus movimientos. Su voz, en realidad, sí que me sonaba de algo, pero pensaba que serían imaginaciones mías... aunque tras ese comentario... Y,  ¿qué tenía que ver que Ailyn fuese o no la secretaria de Mitsuko? Y quizás lo más importante... ¿Qué tenía que ver Mitsuko en todas nuestra vidas?

***


viernes, 7 de mayo de 2010

21. ~Capítulo 20: Una puerta~

Corrimos por la ciudad, atestada de gente. Parecía completamente imposible encontrar a Hikaru entre tanta gente, pero teníamos que hacerlo.
- ¡Yuuto y yo buscaremos por la zona noreste! -grité mientras cogía a Yuuto por la muñeca, obligándole a seguirme- ¡Aizu y Leocadia, buscad por el centro!
Era más probable que Hikaru fuese hacia la entrada de la ciudad, o al menos, hacia la entrada por la que nosotros habíamos pasado. Hikaru pretendía volver al instituto, estaba segura.
- Ailyn... -dijo de pronto Yuuto mientras caminábamos a toda prisa. Le miré haciendo una mueca- No entiendo qué ocurre... Sé que algo sucedía con Reine... Sé que algo no está bien, pero... ¿El qué? -dijo parándose en la calzada, mirándome con el ceño fruncido- Hikaru y los demás han vuelto con ropas extrañas, has dicho que tendríamos que matar, incluso has dicho que quien no sea capaz se quede pero... ¿Se puede saber qué pretendes? Es normal que Hikaru escape, yo lo habría hecho, pero hay algo en todo esto que me dice que no lo haga... -suspiró mientras bajaba la cabeza- ¿Qué...? -volvió a mirarme, fija y duramente- ¿Qué pasará a partir de hoy? ¿¡Qué está sucediendo!? -gritó mirándome con algo que podría ser odio-
- Yuuto... -murmuré poniendo mala cara, aunque en el fondo lo entendía.- Está bien. Te lo contaré de camino.
Yuuto no parecía muy convencido, pero no le quedó otra que seguirme. Fuimos, algo más calmados, hacia la entrada de la ciudad.
- Luonessi está en una dimensión paralela. -comencé a explicar mirando hacia todos lados, buscando a Hikaru- Hay algo que las autoridades de este mundo no quieren que sepamos: ambas dimensiones tienen una conexión, ¿y sabes qué? Ambas dimensiones tienen consciencia de que existen, es decir, tanto nuestra dimensión, como la otra, se conocen. Las autoridades de ambas dimensiones están enfrentadas; aquí hay mucho avance mágico, mientras que allí hay mucho avance tecnológico.
- ¿No existe la magia, como tú la llamas? -preguntó Yuuto buscando la cara de Hikaru entre el mar de rostros con los que nos cruzábamos-
- Sí que existe, pero no la utilizan como aquí. Allí es algo como... Caminar. Sencillamente, no saben apreciarlo del todo. Además hay otras razas que aquí no conocemos. Hay una raza llamada "Humanos". A veces la gente se llama entre ellos mismos "humanos", pues una leyenda decía que un humano creó a las demás razas... Tonterías. -suspiré- Allí habitan los humanos propiamente dichos, y conviven con otras razas, algunas que existen aquí, otras que no...
- ¿Es de allí de donde procedemos Aizu y yo? -preguntó Yuuto de pronto, interrumpiéndome-
- ¿Acaso no recuerdas de dónde vienes? -pregunté incrédula-
Yuuto negó con la cabeza, bajándola ligeramente.
- ¿Sabes? -suspiré- Hikaru me preguntó lo mismo... Y si te digo la verdad... -le miré con fijeza- Podríais proceder de allí. La tecnología está muy avanzada y podrían haberos creado... Lo investigaré.
- Y... -dijo él de nuevo, interrumpiéndome- ¿Cómo sabes todo eso de Aizu y de mí? Ninguno te hemos contado que somos creaciones. -me espetó con voz de pocos amigos-
Suspiré. Sin duda, Yuuto parecía no soportarme.
- Llevo observando a Hikaru mucho tiempo. -dije tras elegir bien mis palabras- Digamos que os conozco a todos demasiado bien, en especial a Aizu. -sonreí- ¿Sabes? Aizu me inquieta. Es la única de la que no acabo de averiguarlo todo... -suspiré-
- Ni lo harás. -graznó Yuuto mirándome por encima del hombro-
Pese al poco respeto que me había tenido, me hizo gracia el gesto y me puse a reír a carcajadas. Parece que esto avergonzó algo a Yuuto, pues se sonrojó y comenzó a caminar más rápido.
- ¿Qué más tengo que saber para estar de acuerdo en viajar hasta Luonessi? -preguntó Yuuto intentando volver al tema de conversación-
- Veamos... Me parece que lo principal es saber por qué vamos. -dije tras meditarlo- El país principal de la otra dimensión, llamada Galya, declarará la guerra a Hylie, país principal de nuestra dimensión, que por tu interés, se llama Klyestie.
- Demasiados lugares. -interrumpió Yuuto- ¿De qué me sirven tantos nombres si los olvidaré mañana? -me espetó de nuevo-
- Vale, vale, antipático. -dije poniendo los ojos en blanco- Si se declara esa guerra, la puerta que separa ambas dimensiones se romperá. Se creará un agujero por el las personas de ambas dimensiones podrán pasar, será el caos. -dije mientras seguía buscando a Hikaru con la mirada- La puerta puede abrirse, pero no por todo el mundo.
- ¿Cómo se enteró el gobierno de Hylie de la existencia de la otra dimensión? -preguntó Yuuto curioso-
- Recibiendo a un chico. -suspiré- Por eso comienzo a creer que provienes de allí. ¿Recuerdas la historia que contaste a Hikaru hace tiempo? Un chico que nació en la otra dimensión, tenía alas y no pertenecía allí, por lo que se las averiguó para cruzar la puerta y venir aquí. El chico procede de Galya.
- Espera... Si Aizu y yo fuésemos de allí... ¡Vamos por el camino erróneo! -gritó Yuuto deteniéndose- Cuando vine a esta dimensión, caí en el bosque que hay tras el instituto. Allí, justo donde planté el árbol del que vive Aizu... ¡Allí está la puerta!
- Te equivocas. -dije tirándole de la manga- Sigamos buscando a Hikaru, corre prisa. -dije mientras volvíamos a caminar con algo más de prisa- ¿Recuerdas cómo llegaste? -Yuuto abrió los ojos sorprendido al darse cuenta de su error- Exacto. No entraste por la puerta normal; los científicos fabricaron una puerta. Esa puerta no funciona.
- ¿Cómo? -preguntó Yuuto- Yo y Aizu llegamos... ¿Por qué no iba a funcionar?
- Sólo funcionó aquella vez. -respondí con tranquilidad- Cuando sembraste aquel árbol para, digamos, revivir a Aizu, la puerta se cerró. La puerta no era otra que la señal oscura que todos veíais en el cielo.
Yuuto pareció sorprenderse al oírme decir todo aquello. Quizás no se terminase de creer que había vigilado, y de muy de cerca, a Hikaru desde hacía mucho, mucho tiempo.
- ¿Sabes por qué escuchaste la voz del chico que había cruzado la verdadera puerta antes? -pregunté esperando no obtener respuesta- Él mató a Aizu.
Yuuto volvió a detenerse. No me giré, continué caminando. Sabía que era demasiada información, demasiadas cosas que enseñar, y que no podría contárselo todo en un día, y aún menos, en una o dos horas.
- Él es la puerta, Yuuto. -añadí mientras seguía caminando. Quizás Yuuto no me seguiría, o quizás, tras detenerse, continuaría detrás de mí, pero sin alcanzarme-
- Quiero cruzar la puerta. Quiero preguntarle por qué lo hizo. -escuché de repente detrás de mí. Giré un poco la cabeza y vi a Yuuto, caminando decidido.- Aún no termino de entender qué es todo esto; aún no sé del todo qué es lo que tenemos que hacer en Luonessi ni lo que sucederá si no hacemos lo que dices que hagamos pero... Iré, con la única condición de que me prometas que esta vez, hacemos lo correcto. -dijo mirándome, con una expresión que no sabría describir-
- Te lo prometo. -dije con una sonrisa confiada mientras se ponía a mi lado y comenzábamos a caminar aún más deprisa, analizando a toda velocidad las caras de la gente.

---

Aizu y yo corrimos hacia el centro, las calles estaban llenas: gente de compras, chicos y chicas paseando, ancianos charlando animadamente... Todo un espectáculo que, en estos momentos, preferiría perderme. Corrimos por las calles, esperando encontrar a Hikaru en algún lugar, sin encontrarlo.
- ¿Dónde podría estar? -preguntó Aizu casi sin aliento-
Nos detenimos un rato, sentándonos en una fuente. Hacía calor, o quizás fuese efecto de correr de un lado para otro sin descanso. De pronto vimos a una chica con gafas que llevaba a un chico muy parecido a Hikaru de la mano; el chico, a diferencia de la última vez que vimos a Hikaru, llevaba unas gafas negras y una chaqueta enorme de color blanca, llevaba el gorro de dicha chaqueta puesto, por lo que apenas podía verse el pelo del chico.
- ¿¡Hikaru!? -nos sorprendimos Aizu y yo a la vez-
Por temor a equivocarnos les seguimos, discretamente; o eso intentábamos. La mujer, a veces, se giraba y al vernos se ponía nerviosa, cogiendo al chico de la mano y caminando lo más deprisa que sus tacones le permitían.
- ¿Sabes? Esa mujer me recuerda a alguien... -comentó Aizu mientras la seguíamos, escondiéndonos detrás de un panel de anuncios-
- ¿A quién? -pregunté rápidamente. Cualquier detalle sería esencial para determinar si ése era Hikaru o no-
Aizu se quedó pensativa. Continuamos siguiendo a la mujer que a veces nos miraba a través de sus pequeñas gafas de ejecutiva. Cruzábamos un paso de peatones cuando Aizu me agarró de pronto por la capa.
- ¡Ya sé quién puede ser! -dijo sorprendida- ¡Se parece muchísimo al director del instituto! En esa forma de caminar, de andar y en la forma de la nariz... ¡Tiene que tener algo en común con él! -dijo mirándome con preocupación-
- ¿Y qué? -pregunté confundida- ¿Habrá venido a por él porque no ha ido al instituto?
Aizu aceleró el paso, cogiéndome por la muñeca con fiereza.
- El director odia a Hikaru... ¡El director quiere acabar con Hikaru! -dijo ella con nerviosismo mientras echábamos a correr detrás de la mujer-
Ella, al vernos, apretó al muchacho que seguramente sería Hikaru la muñeca, y ambos echaron a correr; el chico con torpeza. La mujer y el chico intentaron escapar girando por calles concurridas, con la esperanza de que los perdiéramos, pero mi instinto gyokelly no lo permitiría. Cogí la mano de Aizu y trepé hasta llegar a una franja de tejados no muy altos, Aizu me siguió con algo de torpeza, pero desde aquella altura, podíamos ver a la mujer y al chico perfectamente. La mujer no paraba de mirar para atrás una y otra vez, el chico la seguía con torpeza, tropezando a menudo; parecía aturdido. Cuando la mujer se percató de que "la habíamos perdido", se detuvo y comenzó a caminar con más tranquilidad, jadeando. El chico, por su parte, caminaba tropezando, jadeando y sin desviar la mirada del frente. Los seguimos por los tejados durante unos diez minutos, y Aizu avisó a Yuuto y a Ailyn, por móvil, de que creíamos tener a Hikaru. Ailyn se dirigía hacia donde estábamos, pero eso no hizo que perdiésemos a Hikaru y a la mujer de vista. De pronto la mujer sacó algo del bolso. Unas llaves. Apuntó a un coche y Aizu y yo nos miramos. Teníamos que actuar ya, con o sin Ailyn.
- ¡Quieta! -gritamos-
Yo fui hacia el coche, lanzándome encima con un golpe seco, aplastando notablemente la parte superior del coche; Aizu corrió detrás de la mujer, para evitar que escapara. La mujer, al verme, volvió a coger a Hikaru por la muñeca y tiró de él para escapar, pero al girarse, Aizu le cortó el paso. La mujer, al verse acorralada en la calle, pidió ayuda. La gente se alarmó y corría de un lado a otro. Por un momento pensé que la mujer conseguiría escapar, pero de repente llegaron Yuuto y Ailyn detrás de Aizu y terminaron por cortarle todo el paso.
- ¡Hikaru! -gritó Aizu al chico mientras la mujer daba tres pasos hacia atrás, acercándose un poco hacia mí y al coche. El chico no respondió ni se inmutó. Tropezaba al caminar hacia atrás y no miraba al suelo.-
La mujer tropezó y cayó al suelo, haciendo que el chico cayera con ella. Buscó algo en el bolso y sacó un teléfono móvil, comenzó a marcar con rapidez mientras se levantaba y ayudaba a Hikaru a que hiciera lo mismo. Al levantarse, al chico se le cayeron las gafas. Sin duda, era Hikaru, pero le pasaba algo. Sus ojos no tenían brillo, eran grises, estaban entrecerrados y parecían no mirar nada.
- ¡Hikaru! -gritó Ailyn corriendo hacia él y la mujer. La mujer, alarmada, intentó golpear a Ailyn, pero ésta la esquivó con elegancia, sosteniendo el brazo que sujetaba el celular de la mujer y lo giró brutalmente hacia atrás, escuchándose un fuerte "CRAC" en el acto. La mujer gritó de dolor y se dejó caer, soltando a Hikaru. Ailyn cogió a Hikaru por el brazo y corrió hacia mí.
- ¡Corre, vuélvete gyokelly! -me pidió sudando mientras empujaba a Hikaru hacia mí.-
Le hice caso y me convertí en animal, montando a Hikaru en mi lomo. Él, ausente, se agarró a mi pelaje y escalé por la pared, volviendo a los tejados. Debíamos escapar. Yuuto cogió a Ailyn y comenzó a volar con ella en los brazos, y Aizu emprendió también el vuelvo. Ailyn parecía indicar a Yuuto qué camino coger, por lo que los seguí sin problemas salteando obstáculos. Antes de percatarme ya volvíamos a estar en la muralla de la ciudad. Mucha gente nos seguía, pero éramos rápidos, no nos alcanzarían. Escalé y salté la muralla velozmente, era sorprendente que Hikaru, en ese estado, no se hubiera caído. Corrí siguiendo a Yuuto y a los demás durante casi media hora. Estábamos en un frondoso y verde bosque, podía respirarse el olor a flores y a plantas incluso corriendo a esa velocidad; no era un aroma que sólo pudieses percibir al concentrarte. Y así continuamos corriendo, y corriendo.
Por fin, tras mucho, nos detuvimos. Volví a mi forma humana, por suerte, la ropa que me había comprado, no se rompía al convertirme en gyokelly. Estaba exhausta. Bajé a Hikaru de mi espalda y lo senté en el suelo, apoyado contra un árbol. Ailyn se acercó y le examinó las pupilas. Aizu y Yuuto parecían tan cansados como yo.
- Parece que hay algo que lo hipnotiza o lo tiene poseído... -comentó Ailyn examinándolo aún-
- La chaqueta. -dijo Aizu- Quítasela.
Ailyn asintió y lo hizo, al hacerlo, Hikaru cerró los ojos fuertemente y gimió de dolor, cayendo al suelo. Ailyn examinó la extraña chaqueta y la guardó en mi bolsa, que la llevaba ella.
- Tenía un conjuro de hipnotismo... Parece que esa mujer es una buena bruja. -rió- Supongo que despertará dentro de poco, mientras... Descansemos. -dijo con una sonrisa a modo de disculpa- Siento haberos obligado a correr tanto tan de repente... -suspiró sentándose junto a Hikaru- Bueno, tomad.
De su bolso sacó un trozo de pan y una bolsa con queso. Nos sentamos con ella y fuimos comiendo con tranquilidad. Teníamos hambre, pero no queríamos atragantarnos. Así transcurrió una media hora, Hikaru fue despertando y comenzó a comer con nosotros, no recordaba del todo lo que había ocurrido. Se disculpó, no tendría que haberse escapado, pero lo había hecho.
- Es que... No sé qué tenemos que ver en este viaje. -suspiró-

---

Volví a narrar lo que le conté a Yuuto, exceptuando el detalle del asesino de Aizu y algunos detalles que no consideraba esenciales. Los chicos parecían incrédulos.
- Y... Ailyn... -susurró Leocadia- ¿Qué tenemos que ver con su guerra?
- Debemos detenerla. -contesté con seriedad- Porque... Si no, desapareceremos todos.
No parecieron creerme del todo, por lo que añadí:
- Nadie más que nosotros puede detenerla. Si se efectuara... El primero en morir sería Hikaru, el segundo, Aizu, el tercero, Yuuto, el cuarto, Leocadia, y así, la gente que ahora tenga que ver con Hikaru, y a su misma vez, aquellos que tengan que ver con los que conozcan a Hikaru; y así los que tengan que ver a los que conozcan a los que conocen a Hikaru...
- Vale, vale, pero... -interrumpió Aizu- Qué guerra tan estúpida. Primero, Hikaru no ha hecho nada malo; y segundo, ¿por qué van a morir personas que no tienen nada que ver?
- Aizu... Ninguna guerra tiene sentido. -suspiré- Hikaru, para comenzar, no ha hecho nada. Y los demás... Morirán porque es una guerra. Sencillamente, las guerras existen por la envidia, la codicia... Por la mente humana. -finalicé terminando el último trozo de queso-

sábado, 24 de abril de 2010

20. ~Capítulo 19: Falta de sentido~

Me desperté temprano, no podía conciliar el sueño y un profundo dolor apareció en mi espalda, seguramente el calmante que me proporcionó Ailyn ya habría dejado de surtir efecto.
Me levanté sin hacer ruido, pues no quería despertar a Hikaru. Me acerqué a la cama de Hikaru y lo tapé con la sábana que había tirado al suelo. Nunca había visto a nadie que se moviera tanto durmiendo, pero realmente Hikaru era monísimo durmiendo.
Cogí la bolsa que me había dado Susan el día anterior y saqué mi móvil de ella: las 5:32 A.M., algo temprano... Salí de la habitación con la bolsa sin hacer ruido y utilicé el móvil de linterna. Conseguí llegar, a duras penas, al baño. Allí cerré con cerrojo y me miré al espejo. Tenía ojeras y los labios resecos.
- Vaya careto... -suspiré mientras abría el grifo y me echaba agua en la cara- Hikaru tiene razón... -dije con un suspiro mientras cerraba el grifo- Ayer, inconscientemente, parecí insultar a Yuuto... -hice una mueca- ¡Seré estúpida! Ahora estará enfadado... Y con razón. -volví a suspirar desganada mientras me quitaba las botas-
Fui desvistiéndome poco a poco, pensando en todo y en nada. Abrí el grifo de la ducha y esperé hasta que el agua se calentara para meterme. Bajo el agua el tiempo parecía fluir a mi antojo, deteniéndose a mi parecer, aunque todo fuese únicamente una ilusión. Tras varios minutos bajo el agua, y tras enjabonarme cuidadosamente y aclararme, salí de la ducha. Me fui vistiendo lentamente, esperando que el Sol saliese pronto. Cuando salí del baño me percaté de que ya eran las 6:15 aproximadamente y fui a mi habitación, soltando el bolso allí. Hikaru, una vez más, estaba destapado, y volví a taparle. Me puse mi capa y comencé a buscar en mi bolso otra capa carmesí, la capa que tenía que darle a Ailyn.
Salí de nuevo en silencio de la habitación y me dirigí a la habitación de Ailyn, parándome en seco frente a la puerta. Dentro escuché el leve sonido de unos sollozos apagados y comencé a preocuparme por lo que occurriría. Entonces recordé el día anterior; en el que, aparentemente, Ailyn tuvo que matar a Reine, su supuesta hermana. Quizás esa fuese la razón de esa situación.
- ¿Ailyn, estás despierta? -susurré tras golpear suavemente la puerta-
- Sí, pasa Leocadia. -dijo de repente Ailyn, sin que se notara algo de tristeza en su voz-
Abrí con lentitud la puerta y encontré a Ailyn sentada en la cama, con un libro en sus piernas y una lámpara encendida.
- ¿Qué estabas leyendo? -pregunté interesada mientras me acercaba-
- "Tres secretos de nadie". Es un libro anónimo, un mito de la literatura clásica. -argumentó cerrándolo mientras se ponía en pie- Bueno, ¿querías algo? -preguntó sonriendo-
- Ah, sí... Quería darte esto, -dije extendiendo mi mano, mostrándole la capa rojiza- me la dio Susan para ti.
- Veo que tienes también una. -dijo con una gran sonrisa mientras cogía la capa- Es preciosa... -murmuró cerrando los ojos, poniéndosela en la mejilla, notando la suavidez de su tela- Además tiene que ser calentita...
- Sí, lo es. -afirmé agarrando la mía- No sé de qué material estará hecha pero... Te da mucho calor y puedes dormir perfectamente con solo taparte con ella. -sonreí-
- Gracias por traérmela. -me agradeció encendiendo la luz y apagando la lámpara- Bueno... Despierta a los demás por si se quieren duchar y eso, desayunaremos algo ligero y para las siete y cuarto o así marcharemos. -dijo de pronto mientras comenzaba a guardar el libro en una bolsa y comenzaba a cepillarse el pelo-
- Oye, por curiosidad... ¿Dónde está Luonessi? -pregunté avergonzada-
- Vaya, ya pensaba yo que era extraño que lo supiérais... -rió- Está muy lejos, al norte. Incluso pasaremos la región donde viven los de tu raza... -sonrió- Si quieres, cuando estemos allí podrías quedarte... Seguro que allí estarías mejor que en esta ciudad...
- No lo sé... -suspiré- Lo pensaré. -sonreí mientras me daba la vuelta para marcharme- ¿Y allí hace frío?
- No mucho más que aquí, aunque... Depende de la estación. -dijo pensativa- Ya lo comprobaremos, ¿no crees? -rió levemente-
- Sí... -reí- Y... ¿Por qué vamos allí? -seguí preguntando mientras giraba la cabeza-
- Preguntas demasiado... -suspiró- Aún no podrás entenderlo porque... Nos llevará tiempo que todos lo entendáis... Sencillamente, es Hikaru.
- Vale. -sonreí conforme mientras salía por la puerta hacia mi habitación-
- ¡Vamos Hikaru, arriba! -comencé a gritar mientras me tiraba en su cama, aplastándolo-
- ¡AAAH! -gritó el pobre de Hikaru al despertarse- ¡Déjame asesino! ¡Tengo que cumplir con el trato! -comenzó a gritar mientras pateaba todo, tirándome al suelo-
- ¿¡Qué dices!? -dije riendo a carcajadas-
Fue divertido despertar a Hikaru y le expliqué que debía ducharse, pues nos iríamos pronto. Cuando se fue para la ducha salí de mi habitación con la bolsa a hombros y fui a la habitación de Aizu y Yuuto, que tenía la puerta abierta de par en par. Entré y cuál fue mi sorpresa que encontrar solamente a Yuuto en una de las camas. Preocupada fui a la habitación de Ailyn, a preguntar por Aizu, pero la encontré hablando animadamente sobre libros con Ailyn. Suspiré aliviada y fui hacia donde dormía Yuuto de nuevo. Entré silenciosamente, encontrándomelo plácidamente dormido. Fue mucho más que divertido tirarme encima suya a lo bestia. Comenzó a gritar y creo que todos los huéspedes de la posada se despertarían. Yuuto comenzó a insultarme, pero al final ambos acabamos riendo. Le informé de los planes que teníamos para este día mientras se peinaba y se iba poniendo los zapatos.
- Oye, Yuuto; -dije de repente mirando al suelo- siento si ayer pensaste que... Bueno, ya sabes... Cuando te miraba en el restaurante... -comencé a tartamudear tontamente-
- No te preocupes, eso es agua pasada. -rió él mientras se ponía en pie- No importa que pensaras que era como los demás, ya te darás cuenta de tu error. -dijo con picardía-
- ¡Idiota! -dije mirándole- No es que pensara que eras como los demás... Simplemente... Bah, no lo recordarás. -reí tímidamente-
- ¿El qué? -preguntó curioso-
- Nada, nada. -dije mientras corría hacia la puerta, sujetando con firmeza mi bolso- ¡Vamos, que Hikaru ha terminado de ducharse! -grité desde el pasillo, mientras los demás huéspedes del hostal me mandaban a callar-
***

- ¿Estáis listos para irnos? -dijo Ailyn mientras se ponía en pie-
Todos asentimos y la imitamos, yendo hacia la puerta.
- El desayuno estaba buenísimo... -dijo de repente Hikaru-
Comenzamos a charlar de todo y de nada, una vez más. Ailyn observaba un mapa mientras caminábamos por el bosque, aún oscuro a la falta de luz solar. Amanecía lentamente, pero en el bosque parecía ser aún de noche.
- Ailyn, ¿has estado alguna vez en Luonessi? -preguntó Aizu mientras brincaba-
- Pues no, la verdad. -rió Ailyn- Y tampoco conozco a nadie que haya ido... -suspiró- Nos va a costar lo suyo llegar y manejarnos bien por allí... -rió una vez más-
- Pues yo sigo sin verle sentido el ir a un sitio que no conocemos por razones desconocidas. -dije mirando a Ailyn-
Ailyn se quedó mirándome durante unos segundos y terminó por suspirar.
- Vale, tenéis razón. Estáis viniendo conmigo sin saber a dónde vamos ni por qué razones... Es normal que queráis saber qué haremos allí y todo eso... -dijo resignada mientras miraba al mapa-
- ¿Y bien? -preguntó Hikaru mientras se acercaba a ella- ¿Podrías decirnos a qué vamos allí?
- Vamos a visitar a la princesa Mitsuko. -dijo mientras miraba a Hikaru con una sonrisa-
Todos nos quedamos en silencio unos segundos, mirándonos con la misma expresión de desconcierto los unos a los otros.
- ¿Y ella qué tiene que ver con todo esto? -preguntó Leocadia rompiendo el silencio-
- Ella, o más bien sus padres, tienen mucho que ver con todo lo que ocurre. -dijo señalando hacia un camino a la derecha- Vamos, es por aquí. -dijo ladeando a la derecha mientras todos la seguíamos.-
Fue un camino algo aburrido, nada interesante que hacer. De pronto llegamos a la entrada de una gran ciudad; a simple vista parecía incluso mayor que Hylie.
- Bien, vamos a visitar a un viejo amigo, chicos. -dijo Ailyn mientras se acercaba al muro de la ciudad-
Comenzó a escalar con agilidad el muro, saltando y trepando como si de un gato se tratase. Antes de que pudiéramos darnos cuenta estaba arriba, mirándonos con una mueca.
- Vamos, no perdamos el tiempo; ¡subid! -gritó desde arriba mientras se giraba y agachaba para observar la ciudad-
Extendí mis alas y agarré a Hikaru por la chaqueta; volé velozmente hacia arriba del muro y dejé allí a Hikaru, que parecía mareado. Aizu también voló hasta el muro sin problemas. Me disponía a bajar para ayudar a subir a Leocadia cuando la encontré trepando ágilmente, sin problemas. Llegó arriba y de un salto se puso en pie. Me quedé mirándola perplejo, pues había escalado el inmenso muro incluso más rápido que Ailyn.
- No me mires así por estar más en forma que tú. -bromeó Leocadia mientras me miraba por encima del hombro-
Todos nos agachamos imitando a Ailyn. Ella, por su parte, estaba mirando hacia abajo del muro, dentro de la ciudad. Abajo estaban cinco hombres armados, que parecían proteger la muralla de la ciudad.
- A la de tres saltamos, ¿vale? -ordenó de repente Ailyn mientras se incorporaba lentamente-
Sentí miedo de que al saltar me rompiera una pierna, o ambas. Estábamos a casi cincuenta metros del suelo; saltar desde esa altura era un suicidio. Sin embargo asentí, mirando con preocupación a Aizu, pues en realidad quién más me preocupaba era ella.
- ¡Vale! -dijo Aizu energéticamente mientras se preparaba para saltar-
Ailyn comenzó a contar, y a la de tres, saltamos. Fue increíble sentir la presión del viento, fue como si volaras sin alas; por una vez sentí realmente la fuerza de la gravedad y cuando vi el suelo a un escaso metro de mí cerré los ojos con fuerza.

***

- ¿Hikaru? -comencé a oír torpemente- ¿Estás despierto? -seguí oyendo con dificultad-
Entreabrí los ojos y vi el rostro de Leocadia cerca del mío, mirándome con preocupación.
- ¡Menos mal que has despertado! -rió ella despreocupadamente- Eras el último que quedaba inconsciente y comenzaba a pensar que no ibas a despertar...
Vi cómo Leocadia cogía algo de una mesa y me lo ponía en los labios. Agua. ¡Agua!
- Vaya, tenías sed, ¿eh? -dijo Leo sonriendo-
Comencé a beber ferozmente mientras mis sentidos iban poco a poco recuperándose.
- ¿Qué ha pasado? -pregunté confuso tras terminar de beber-
- Que sois idiotas. -rió Leocadia- ¿A quién se le ocurre saltar sin desplegar las alas? -continuó riendo-
Fruncí el ceño y observé la habitación. Sábanas blancas, techo blanco, paredes blancas, suero... Un hospital.
- ¿Dónde estoy? ¿Y los demás? -pregunté incorporándome con torpeza mientras notaba un fuerte dolor en una pierna y la espalda-
- Es el hospital de Meskai.-respondió Leocadia mientras me ayudaba a incorporarme- No te preocupes por los demás, están con Ailyn en la habitación de al lado. Tampoco desplegaron las alas, creyendo que eran dioses, y se estamparon contra el suelo. No era nuestro plan para entrar en la ciudad pero Ailyn puso una buena excusa y hemos entrado sin tener siquiera que identificarnos. -rió-
Me explicó que al saltar, tanto Yuuto, como Aizu y yo no habíamos desplegado nuestras alas para frenar el choque contra el suelo, y que por tanto, nos habíamos roto un par de costillas y huesos que apenas conocía. Sorprendentemente me contó que Ailyn había disminuido nuestras heridas, dijo que tras poner sus manos en nuestro pecho, piernas y demás, las roturas se habían compactado, curándose. Sin embargo el dolor persistiría un par de días.
- Cuando os caísteis de esa manera, los guardas que había por allí fueron en nuestra ayuda y Ailyn, estratégicamente, les contó que nos habían atacado y estabais malheridos. -continuó explicando mientras iba hacia la ventana y la abría- Si aguantáis el dolor para esta tarde podremos salir del hospital e ir a visitar a ese viejo amigo de Ailyn... Estoy intrigada, Ailyn es tan misteriosa que... -suspiró- Bueno, ¿cómo te encuentras?
- He estado mejor en otras ocasiones... -reí- Pero para esta tarde estaré muchísimo mejor y nos iremos, confía en mí. -dije mirando a Leo con una expresión de resignación-
Leocadia me dejó el almuerzo en la mesa que tenía al lado de la cama, ya llevaba bastante durmiendo. Se marchó despidiéndose con la mano y me dejó solo en la habitación. Comencé a pensar que era una estupidez ir hacia Luonessi sin saber qué ocurría y me levanté, aún dolorido.
- Espero que volváis pronto. -susurré mientras me ponía la chaqueta que estaba al borde de la cama y me llevaba a la boca el trozo de pan que tenía en la bandeja del almuerzo-
Abrí la ventana y comencé a bajar cuidadosamente, agarrándome a tubos, cables y todo a mi alcance, hasta descender completamente hasta el suelo. Aún tenía algo de dinero del que Ailyn me había dado por la mañana, por lo que podría parar de camino a almorzar o a descansar. El instituto aún no estaba demasiado lejos y tenía buena memoria. Para mañana estaría de nuevo en el instituto y... Aizu y Yuuto volverían al siguiente día, pues se darían cuenta de que seguir a Ailyn no nos llevaría a ninguna parte.
Comencé a caminar por las calles atestadas de gente, intentando salir de la ciudad.
- Hikaru. -oí tras de mí, y al girarme, no pude ver nada-

***

- Haberme dicho que volara, ¡idiota! -gritó Yuuto a Ailyn mientras miraba hacia otro lado- Si me dices que salte, ¡pues yo salto y ya está! -continuó diciendo enfadado-
- Vale, vale, quizás no me entendisteis; desde esa altura a las únicas que no nos pasaría nada sería a mí y a Leo, porque yo estoy entrenada y Leo pertenece a una raza trepadora y fuerte; pero vosotros tenéis alas, ¡era lógico que las hubieseis usado! -dijo Ailyn defendiéndose-
Entró Leocadia y comenzó a calmarlos, haciendo que ambos se disculpasen por pelearse. Nos contó que Hika había despertado y me levanté animada. Ya no me dolía nada.
- Aizu, deberías descansar. -me aconsejó Yuuto, pero no le hice caso-
- Quiero ir a ver cómo está Hikaru. ¡Seguro que un poco de compañía le vendría bien! -dije sonriendo mientras abría la puerta e iba a su habitación-

***

De pronto entró Aizu tan pálida como la nieve.
- Hikaru no está. -sentenció en el silencio-

viernes, 23 de abril de 2010

19. ~Capítulo 18: Estación de paso~

- ¡A buenas horas llegáis! -grité con ánimo al ver entrar a Yuuto y a las chicas por la puerta de la taberna- ¡Pero qué ven mis ojos! ¡Si estáis todos geniales! -seguí gritando mientras me levantaba para que nos vieran a Hikaru y a mí-
Yuuto se acercó avergonzado y cogió una silla, sentándose al lado de la ventana mientras me miraba de reojo.
- ¿Podrías ser más discreta? -me dijo casi en un susurro con tono de enfado-
- Vamos, no me digas que te da vergüenza que te miren... -reí-
Aizu y Leo se acercaron algo sonrojadas, aunque sonriendo abiertamente. Se veían geniales con esa nueva ropa y sin lugar a dudas, Susan y Harry le habían dado buenas prendas y... Buenas armas.
- Vaya, chicas, no esperaba menos de vuestro gusto. -dije cruzando mis manos en la mesa- Aizu ha escogido el poder de la magia, -musité con tranquilidad mientras observababa el resplandor de una esmeralda bajo el pañuelo que llevaba Aizu en el cuello- y Leo ha escogido algo sencillo, dagas; pero creo no equivocarme al decir que también las dagas contienen la misma piedra que Aizu porta. -musité mirando uno de los bolsillos de la capa de Leo-
- Eres buena observadora, Ailyn. -dijo Leocadia mientras sacaba las dagas- Cada una porta una piedrecita igual que la que Aizu lleva escondida bajo el pañuelo. Supongo que sabrás de sobra su funcionamiento, por lo que paso de contarte historias... -rió-
- Pero Aizu, ¿sólo has escogido la piedra? -pregunté sorprendida al percatarme de lo que ocurría-
- Sí -dijo Aizu segura de sí misma mientras se ponía bien el pañuelo-
- ¿¡Pero estás loca!? -dije casi en un grito mientras apretaba los puños- La piedra te quitaría la energía del cuerpo, no te dejaría continuar... ¡Cuando tengas que luchar y la utilices, no podrás siquiera caminar! -dije enfadada mientras un silencio helador comenzaba a poblar la taberna-
Todos se callaron mirándome fijamente hasta que Yuuto me dio un golpe en la cabeza.
- Mujer, no te pongas así por un juego de mesa; ya ganarás en otra ocasión... -dijo casi gritando para que toda la taberna lo escuchara-
De pronto todos volvieron a conversar acaloradamente, a reír y a seguir a lo suyo; llenando de nuevo la taberna de sonido.
- Recuerda que no estamos solos, idiota. -me regañó Yuuto mirándome enojado-
- Sí... Lo siento, es que no podía creer que Aizu no fuese a escoger otra arma... ¡Así no podrá luchar! -dije bajando la voz-
- Me da igual. -dijo Aizu de repente desviando la mirada hacia la ventana- No quiero luchar, no quiero matar a nadie, simplemente no quiero usar ningún arma. -explicó con calma sin desviar su mirada de la ventana-
- Aizu, no vamos de excursión. -dije tras unos segundos- Vamos a Luonessi, está muy, muy lejos. Es la raíz del mundo. Es el por qué de todo. E ir hasta allí no nos será fácil. Muchos intentarán pararnos. Muchos intentarán hacernos daño y robar lo que quieren... Aizu, vas a luchar y matar. -dije mientras la miraba con ferocidad- Si no estás preparada, quédate. Estás a tiempo.
Entre nosotros se hizo el silencio; ni los gritos y el alboroto de la gente pudo ser audible en nuestra mesa.
- Iré. -dijo Aizu de repente tras unos segundos de silencio mientras giraba la cabeza mirándome profundamente, penetrando en lo más profundo de mi ser-
Estuvimos callados durante un rato, hasta que llegó el joven que nos había servido antes.
- Buenas, ¿qué les pongo a vuestros nuevos acompañantes? -preguntó mirando sin vergüenza a Aizu de arriba a abajo-
- Pues mira, chaval, quiero un zumo de naranja, bien ácido. -dijo Yuuto mientras ponía su brazo derecho en los hombros de Aizu, abrazándola- También quiero un bocadillo de queso. -añadió secamente mientras le fulminaba con la mirada-
El chico miró a Yuuto haciendo una mueca y pude vislumbrar en su mirada un destello de odio hacia el mismo.
- ¿Y las señoritas? -inquirió el muchacho dirigiendo su mirada a Leo, evitando mirar a Aizu para no encontrarse con la molesta mirada de Yuuto-
- Póngame... Una bebida de piña y mango. -dijo Leo con una sonrisa picarona, típica de ella- Y de comer... ¿Tenéis algo más aparte de los bocadillos? -preguntó cruzándose de piernas-
- S-sí, tenemos merluza empanada y-y croquetas de mar y-y filetes de ternera con... -musitó el chaval sonrojado mientras apartaba su mirada de las piernas de Leocadia-
- Póngame un plato de croquetas, pero grande; para toda la mesa. -dijo Leocadia interrumpiéndole mientras recorría con su mirada cada uno de nuestros rostros-
- En-entonces... ¿Un plato para todos, verdad? -dijo el muchacho aún sonrojado mientras apuntaba en su libreta apresuradamente el pedido de Leo- ¿Y para la otra señorita? -preguntó mirando a Aizu, esta vez sin mucho interés-
- ¡Lo mismo de beber que a Leo! ¡Piña y mango! -dijo ilusionada Aizu mientras se quitaba a Yuuto de encima- Y quiero merluza empanada de esa... -dijo con una sonrisa-
El chico lo apuntó y se marchó de nuevo a la barra, no antes sin mirar pícaramente a Leocadia y guiñarle un ojo.
- Leo, ¿se puede saber a qué ha venido ese espectáculo? -pregunté mientras comenzaba a reír- ¿Te gusta seducir así a los hombres? -seguí riendo a carcajadas-
- Más o menos, -rió ella mientras se ponía bien la capa y me quitaba mi vaso de refresco, dándole un buen sorbo- es divertido y además, a veces, puedo sacar algo de provecho con esto. -rió-
- ¿Provecho? -pregunté quitándole mi vaso de la mano-
- Sí, sí, ya sabes... -dijo cruzándose de manos- Me invitan a cenar, me dejan dormir en su casa creyendo que podrán tocarme esa noche... Los hombres son muy manejables. -rió- Pero en la vida he dejado que me toque un cerdo de esos. -continuó riendo mientras miraba hacia la barra, encontrándose con la mirada del chico- Menos mal que desde aquí no nos escucha. -rió una vez más mientras le guiñaba un ojo y volvía a mirarme- Te podría enseñar cómo aprovecharte de un hombre... ¿Sabes? -suspiró- Muchas, por envidia y demás, me decían que era prostituta por coquetear con los hombres y esas cosas pero... -negó con la cabeza irónicamente- No me conocen. Lo único que hago es hacerles ilusiones. Sí, existe otro nombre horrible que muchos dirían que define lo que hago... Calienta...
- Ya, ya... -la interrumpí- Y siento decirte que estoy con quién lo afirme. -reí- Es un poco cruel por tu parte, ¿no crees?
- No conoces a los hombres, Ailyn. -rió ella con ganas- Todos son unos cerdos, y si sacamos carnes de los cerdos; obtenemos comida. Hago lo mismo con ellos. -sonrió- Me aprovecho de su sencillez y la utilizo a mi beneficio. Que cada uno me llame como quiera, ya sabes el dicho, "llámame tonto pero dame pan" -rió-

***

Por un momento odié a Leocadia. Se había comportado como cuando la conocí en el restaurante. ¿Yo era otro de esos cerdos? Genial.
- ¿Y siempre lo hacías cuando estabas en el restaurante? -preguntó Ailyn divertida-
- Bueno, no siempre... Oye, ¿cómo sabes lo del restaurante...? -preguntó Leocadia intrigada-
- Bueno, me lo han contado. -explicó Ailyn- ¿Nunca te has planteado tener una relación seria con algún hombre? No sé, se te ve alegre y estás de buen ver, algún chaval te habrá propuesto algo... -dijo Ailyn con un movimiento de cejas-
- Sinceramente... No, nadie me ha propuesto nada jamás. -dijo Leocadia con una sonrisa en la que atisbé un destello de tristeza- Por eso te digo que los tíos son unos cerdos... ¡Sólo te quieren para lo que te quieren! ¡Nada de relaciones serias! -suspiró- Por eso mismo me gusta hacerles eso, porque me encanta su decepción y eso... -se apoyó inocentemente sobre su mano- Llámame cruel, pero es mejor que ser tan idiota como para enamorarse de un idiota así...
- Vamos, no todos los hombres son así. -intervino de repente Aizu mientras me miraba de reojo y luego miraba a Hikaru- Te pondré los dos ejemplos que tienes delante. -rió- Mi hermano es muy agradable, simpático, protector... Aunque admitamos que a veces es un malhumorado. -rió mientras le miraba despectivamente- Y Hikaru es un sol, es muy amable, amistoso, gracioso... Aunque también admitamos por su parte que es un vergonzoso en toda regla. -rió ella de nuevo mientras Hikaru imitaba mi mirada hacia ella- Y claro, también cabe decir que... ¡Los dos son guapísimos! -dijo de pronto con ánimo, sin que ni Hikaru ni yo lo esperáramos-
Aizu, Ailyn y Leocadia comenzaron a reír al ver la expresión que se nos había quedado a Hikaru y a mí y Leocadia, que estaba sentada junto a mí, me golpeó la cabeza con los nudillos de sus dedos.
- No lo decía por este par de engendros. -rió- Seguro que ellos son los únicos hombres en todo el mundo que valen la pena realmente... -siguió riendo- Además... ¡Se me acaba de ocurrir una cosa! -dijo riendo a carcajadas-

***

El muchacho comenzó a acercarse a nuestra mesa y rápidamente cambié el sitio a Ailyn; ella se puso junto a Yuuto y yo en su lugar, junto a Hikaru. Cuando el chaval comenzó a acercarse más a nuestra mesa rodeé a Hikaru con mi brazo, apoyando mi cabeza en su hombro. Pude oír la respiración entrecortada de Aizu, aguantando la risa, y también comprobé cómo Ailyn tenía los ojos tan colorados que le iban a explotar.
- Aquí tienen su... -dijo el chico dejando la comida en la mesa, mirándome con decepción mientras yo le miraba haciendo muecas- Aquí tienen su comida, espero que les sea de su agrado. -dijo mientras se volvía para marcharse, alejándose tristemente-
Tras mi número Ailyn, Aizu y yo comenzamos a reír a carcajadas, mientras que Yuuto y Hikaru nos miraban algo enfadados.
- Pues yo no le veo la gracia. -dijo Hikaru interrumpiendo nuestras risas mientras se apoyaba en la mesa-
- Bah, no lo entenderéis nunca... -reí mientras comenzaba a comer-
Estuvimos charlando sin llegar a hablar de nada importante, comencé a sentirme mal, pues tanto Hikaru como Yuuto parecían molestos, aunque Ailyn y Aizu seguían riendo. Pronto terminamos de cenar y Ailyn fue a pagar el consumo. El tabernero nos mostró las escaleras que conducían a nuestros dormitorios y fuimos hacia ellos, parándonos en el pasillo para decidir quién dormiría con quién.
- Bueno, chicos, yo necesito dormir sola. -dijo Ailyn entrando a una de las habitaciones- Buenas noches. -dijo secamente mientras se despedía con la mano sonriendo y cerraba la puerta-
- Entonces... -dije mirando a Aizu- ¿Dormimos nosotras...?
- Aizu y yo dormimos juntos. -me interrumpió Yuuto mientras me miraba sin ninguna expresión en el rostro- Podría ser que esta noche nos atacasen y no quiero estar lejos de mi hermana. -explicó mientras miraba a Aizu- ¿Te parece?
- ¡Vale! -dijo ésta alegremente mientras miraba a Hikaru- ¿Pero entonces ellos tendrán que dormir juntos? -preguntó arqueando una ceja-
- No importa, Aizu. -dijo Hikaru- Ya he superado eso de ser tan tímido, y además Yuuto tiene razón, debes estar con él. -dijo animádamente Hikaru mientras me cogía de la muñeca y me llevaba hacia una de las habitaciones- ¡Buenas noches, chicos! -dijo mientras entrábamos en la habitación y cerraba la puerta con fuerza-
Él se dejó caer al suelo, apoyado en la puerta, soltando mi muñeca y mirando al suelo.
- Leo, deberías pedir perdón a Yuuto. -dijo de repente tras unos segundos de silencio-
- ¿Qué? -pregunté sorprendida- ¿Pero qué he hecho? -dije molesta-
- Llamarlo cerdo. -suspiró mirándome-
- ¿Qué dices? -dije enfadada- ¡Yo no le he dicho eso!

***

- ¡Idiota! -dije riendo- ¡Ella no se refería a ti! -dije con una sonrisa-
- ¿Entonces por qué se ha comportado como en el restaurante? -preguntó Yuuto desganado, tumbado perezosamente sobre la cama-
- ¿No la has escuchado antes? Dijo que no siempre se comporta de esa manera y que no todos los hombres son así; además dijo que tú y Hikaru seríais los únicos que valéis la pena en el mundo... -le dije mientras me tumbaba en la otra cama-
- ¿Tienes pruebas de que se comportase de otra forma en el restaurante? -dijo él mirándome con los ojos entrecerrados-
- No, ¿y tú tienes pruebas de que te mirara con las mismas intenciones que con ese chico? -dije con mala cara-
Ambos suspiramos y él se echó a reír.
- Mira que tomarme tan a pecho una tontería así... No importa, de todos modos somos amigos, si en su día me miró así o no... No es algo que le pueda echar hoy en cara. -suspiró mientras destapaba la cama torpemente y se acurrucaba-
- Tsé, los hombres os tomáis las palabras de las mujeres tan a pecho que... -reí- Bueno, buenas noches. -suspiré-
Comencé a dormirme cuando de repente Yuuto comenzó a llamarme.
- ¿Qué quieres pesado? -pregunté enojada-
- ¿Te suena de algo Luonessi? -preguntó en voz baja-
- ¿Luoqué? -pregunté mientras intentaba salir de mis sueños- Ah, el lugar al que vamos... Ni idea, pero no pregunté dónde estaba porque no quería parecer inculta... -Yuuto rió a mi respuesta y suspiró-
- Mañana lo averiguaremos... -suspiró- Buenas noches, Aizu.

***

Y de repente, a lo lejos, cómo si de un espíritu se tratase, comenzamos a oír un leve llanto. Un llanto helador, desgarrador. Un llanto sin consuelo. El llanto de una persona que ha hecho algo imperdonable.

jueves, 22 de abril de 2010

18. ~Capítulo 17: Gurren Galya~

Llegamos a una posada de las afueras de la ciudad. No parecía muy lujosa, pero sí acogedora. Entramos y Ailyn se acercó al posadero. Tras negociar el precio para tres habitaciones, sacó un monedero y le dio once Lyras.Se acercó a una mesa y se sentó, volviendo después su mirada hacia mí.
- Siéntate, Hikaru. Le he dejado a Yuuto un mapa hacia aquí, no creo que tarden mucho en llegar. -me dijo con una sonrisa-
Me senté junto a ella. Pronto llegó el posadero y nos preguntó qué queríamos para comer. Sus modales no eran, ni mucho menos, como los que tuvo Leocadia en su restaurante; el posadero era un hombre entrado en años, con barba y una barriga prominente, pero era muy simpático. Parecía llevarse bien con los clientes que tenía por allí, fuesen quienes fuesen.
- Pues yo quiero un refresco de naranja y un bocadillo de bacon con queso. -dijo jovialmente Ailyn-
- Yo... Eh... Quiero... -musité pensativo-
- Hay bocadillos de casi todo, muchacho. ¿Te gusta la carne? -dijo el posadero abiertamente-
- Sí; pues mire, quiero un refresco de limón y un bocadillo de lo mismo que mi compañera. -dije sonriendo-
- Entendido, muchachos. Dentro de nada tendréis aquí vuestra comida.
- Vale, y por favor, cuando vuelvan nuestros amigos, ¿podría pasarse de nuevo para pedir su comida? -preguntó Ailyn mientras se cruzaba de piernas-
- Claro, jovencita. Después me paso. -dijo mientras se marchaba a la barra y comenzaba a reír con un par de hombres de allí-
Ailyn suspiró y se apoyó en la mesa, mirando por la ventana que tenía a su lado.
- Siempre acabo sentado al lado de una ventana... -susurré para mí mismo-
- ¿Eh? -musitó Ailyn mientras me miraba soltando una risita- ¿Al lado de la ventana?
- Sí, antes de que pasara todo esto... Fuimos a un restaurante, donde conocimos a Leocadia; y nos sentamos junto a la ventana. -expliqué mientras miraba por la ventana la calle oscura, apenas sin luz- Pero esa ventana era tan distinta... La ciudad se veía tan alegre, y esto tan... Solitario. -suspiré-
- Te equivocas. -murmuró Ailyn-
- ¿Cómo? -pregunté extrañado-
- La ciudad se vería alegre, pero en realidad es mucho más solitario que todo esto. -sonrió con lástima- Mira a tu alrededor. Hombres charlando y riendo con el posadero, casados riendo junto a sus amigos mientras toman una copa; chicos intentando ligar con mujeres solteras... Aquí todo es distinto. Es como si el aire que se respira, aunque esté cargado, sea puro. -respiró profundamente- No te das cuenta, pero aquí nadie simula estar feliz o triste; simplemente, lo están. En la ciudad todos simulaban ser felices pero... Nadie está contento consigo mismo.
- ¿Cómo que no están contentos? Pero si la ciudad es preciosa y...
- Son egoístas, Yuuto. -me interrumpió con frialdad- Nadie piensa en nadie, solamente en sí mismos. -suspiró- Si un niño se cae y llora, nadie le ayuda y se levanta solo. Si un mendigo está al borde de la muerte porque no tiene comida, nadie le da comida o dinero para que coma. Todos desean lo mismo: dinero, fama y popularidad. -rió irónicamente-
- Pero... ¡Leocadia es el ejemplo de que no todos en la ciudad son así! -interrumpí enojado-
- ¿Sabes por qué Leocadia no es así? -me dijo volviendo a mirar por la ventana- Porque ella ha sufrido por los ciudadanos, por esos seres egoístas. Alguien que ha sufrido por esos egoístas arrogantes, nunca se convertirá en egoísta arrogante; al menos si no hay razones suficientes como para hacer eso...
- ¿A qué razones te refieres? -interrumpí-
- Familia. -respondió ella mirándome fijamente-
Un hombre un poco mayor que nosotros llegó con las bebidas y las sirvió en la mesa, informándonos de que la comida llegaría ya mismo.
- Oye, ¿a dónde vamos? -pregunté aprovechando la intrusión del chico para cambiar de tema-
- Pues a un lugar al que nunca has ido. -dijo ella como si hubiera dicho un acertijo-
- ¿La dimensión de dónde procede Yuuto y Aizu? -pregunté temeroso-
- No, idiota. -dijo riendo- Si os llevara allí Aizu y Yuuto no volverían. Os llevo a un lugar distinto.
- Pero, ¿a dónde? -pregunté resignado mientras bebía un poco-
- A Luonessi. -contestó ella mientras me imitaba-

***

Le di mi chaqueta a Aizu y fui hacia Ailyn y Hikaru, que decían irse a una posada fuera de la ciudad.
- Pero, Ailyn, ¿cómo llegaremos nosotros si no sabemos donde está la posada? -pregunté con mala cara-
- Idiota, te he hecho un mapa. -dijo Ailyn riendo- No soy tan estúpida como para no darme cuenta de ese detalle. -sonrió mientras me daba el mapa y una brújula- ¿Sabrás guiarte?
- Claro, ya he utilizado este método muchas veces. -dije sonriendo con picardía-
- Me alegro, chaval. -contestó Ailyn mirando a otro lado, ignorando mi cara-
Hikaru y Ailyn marcharon por un camino escondido entres los árboles de detrás del hospital y volví con Aizu y Leocadia, que estaban a unos metros, escondidas tras unas cajas que había en la parte de atrás del hospital.
- Chicas, ¿estáis listas para ir a comprar eso? -preguntó sin acercarme, temiendo encontrarme a Leocadia desnuda-
- ¡Sí! -dijeron ambas a dúo mientras salían de detrás de las cajas. Por suerte mi chaqueta era larga y le estaba un poco grande a Leocadia, por lo que le tapaba hasta casi las rodillas-
- ¿Tienes frío? -pregunté preocupado mientras me acercaba a ellas-
- Bah, no te preocupes. -dijo Leocadia animadamente mientras daba una vuelta animada- Tu chaqueta es calentita. Seguro que te costó un ojo de la cara... -rió-
- Anda, dejaros de tonterías que tenemos prisa. -dije suspirando con una sonrisa mientras miraba a ambas- Aizu, ¿podrías guardar tú el dinero que me ha dado Ailyn? -dije dándole un monedero-
Aizu guardó el monedero en un bolsillo de su camiseta y comenzamos a caminar hacia la parte este de la ciudad.
- Ailyn me ha dicho que vayamos a una tienda llamada "Gurren Galya" -comenté mientras miraba al cielo distraído- Dice que allí venden ropa y... Bueno, que los dueños son amigos suyos y nos enseñarán unas prendas muy especiales. Solamente me ha dicho que le enseñe su monedero... -suspiró- La verdad, no sé dónde nos hemos metido, pero será mejor hacer caso de la vampiresa esa... -añadí con mala cara-
- Vamos, parece ser buena chica. -dijo Aizu- Salvó a Leo y a Hika, ¡y también te ayudó a ti! -dijo con ánimo-
- Ya pero... Me parece un poco arrogante. No sé, esa forma de hablar, o esa manía de saber el significado de cada nombre... ¡Es una engreída! -dije de nuevo haciendo muecas-
Aizu y Leocadia rieron y negaron que fuese una engreída; quizás solo fuese que no me gustaban las chicas tan "sabelotodo"...
- Yuuto, ¿cómo es que Hikaru se recuperó tan rápido cuando Ailyn puso su mano en su cabeza? -preguntó de repente Aizu-
- ¿Eh...? Pues... No sé... Quizás sepa algún tipo de magia, o algo de eso... -dije pensativo-
- Podría ser, o quizás venga de un sitio donde la tecnología esté más avanzada y enseñen a hacer cosas así... -sugirió Leocadia mientras cogía la mano de Aizu y la levantaba- Pero sea lo que sea, ayudó a Hikaru, y tendremos que agradecérselo. -dijo con una sonrisa mientras miraba a Aizu-
- ¡Claro! -dijo Aizu mientras abrazaba a Leocadia y comenzaban a reír ellas dos solitas-
Sinceramente, no entiendo a las mujeres. ¿Cómo pueden reír tan despreocupadamente después de lo que había pasado? Supongo que no se darían cuenta de la situación o... Que estaban fingiendo para no preocuparme.
- ¡ARG! ¿¡Pero acaso me creo el centro del mundo!? ¿¡Por qué iban a fingir para no preocupar...!? -grité inconscientemente- Eh...
- ¿Qué...? -dijeron ambas a dúo una vez más mientras me miraban con extrañeza- ¿Qué dices, Yuuto?
- Eh... Oh, nada, nada, sólo estaba pensando en voz alta... -me excusé torpemente mientras comenzaba a caminar más deprisa-
Ellas volvieron a reírse, pero esta vez de la estupidez que acababa de hacer.
El camino no se hizo tan largo, charlando con ellas se paso rápido, al fin y al cabo. Llegamos a la tienda y entramos, encontrándola vacía.
- Eh... ¿Hola? -pregunté en el silencio de la sala-
- ¿Eh? ¿Clientes? -se oyó a lo lejos detrás de una puerta- Oh, ¡Buenas! -dijo una mujer tras abrir la puerta con nerviosismo- Lo siento, estaba ordenando unas prendas que han llegado nuevas... ¿Qué desean? -dijo con una sonrisa-
- Bueno... -dijo Aizu sacando el monedero- ¿Conoce a...? -preguntó mostrándole el monedero-
- Ailyn... -dijo ella tras ver el monedero mientras sonreía- Me alegra saber que está bien. -suspiró- Bien, pasad por aquí, por favor. -inquirió energéticamente mientras abría la puerta-
Entramos y nos encontramos con millones de cajas apiladas alrededor de la habitación. La habitación era enorme y había muchas prendas puestas en las paredes, colgadas de perchas.
- Venid por aquí, chicos. -dijo la mujer mientras caminaba hacia un montón de cajas y las echaba a un lado. Detrás había una puerta, un poco más pequeña que una normal; la mujer metió una llave en la cerradura y la abrió. No entendí cómo pudo dejar pasar así a unos desconocidos, pero entramos a la habitación. Ésta era algo más pequeña que la habitación anterior, pero tenía más o menos el mismo número de cajas apiladas.
- Ahora... Decidme vuestros nombres. -dijo con frialdad-
- Yo soy Yuuto; ella es mi hermana pequeña, Aizu; -dije señalándola- y ella es Leocadia, una amiga. -contesté firmemente-
- Veamos si es cierto... -dijo ella arrebatándole el monedero a Aizu. Abrió el monedero y abrió un bolsillo oculto dentro de él-
- ¿Eh? ¿Y esa nota? -pregunté sorprendido al ver que la mujer sacaba un papelito del bolsillo-
- "Buenas, Susan. Te mando a Yuuto, Leocadia y Aizu para que les des lo que necesitan. Llevan dinero de sobra, pero como buen negocio que lleváis tú y tu marido, no le cobréis más de lo que necesario, ¡que nos conocemos! Bueno, me gustaría que les enseñaras el armamento necesario para estar fuera mucho, mucho tiempo. Ya sabes a lo que me refiero. Te mando a dos alados robóticos y a una gyokelly. Seguro que llevas mucho sin recibir a gyokellys, así que aprovecha y enséñale las mejores armas y el modo de utilizarlas. Lo mismo te digo con mis alados, es la raza típica de Hyllie, pero estos son especiales, no son como todos los egoístas de por allí; dale lo mejor que tengas, por favor. En fin, quiero que sepas que me sé cuidar solita y que estoy bien. Llevamos muchos sin vernos, seguro que si me vieses no me reconocerías... Bueno, no me enrollo más. Saludos para ti y tu marido, ¡hasta pronto! ~Ailyn." -leyó la mujer en voz alta-
- ¿Cómo ha escrito todo eso en un papel tan minúculo? -pensé mientras la mujer dejaba la nota en una mesa cercana-
- Bueno, me alegra que conozcáis a Ailyn y que seáis sus conocidos. Es muy buena chica. -dijo mientras volvía a acercarse a nosotros- En fin, ¿qué necesitáis, desde un principio?
- Ropa. -dijo Leocadia señalándose-
- Acaso... ¿No llevas nada debajo, muchacha? -dijo la mujer preocupada mientras se acercaba a ella- Tú debes ser la gyokelly... ¡Cuánto llevo yo sin recibir clientes de esta raza! -dijo alegremente mientras la cogía de la mano- Yuuto, ahora vendrá mi marido a encargarse de vosotros, ¿os importa esperar unos minutitos? -dijo la mujer con una gran sonrisa-
- Por supuesto que no, señora. -contesté devolviéndole la sonrisa-
- No me llames señora, llámame Susan. -dijo con jovialidad mientras desaparecía con Leocadia por un pasillo en el rincón de la habitación-
La mujer me había parecido de lo más agradable; era una mujer de unos cuarenta y tantos años, no era delgada, pero tampoco demasiado gorda. Se movía con mucha agilidad y parecía cariñosa. Me pregunté qué relación tendría con una chica como Ailyn, pero no me atreví a preguntarlo siquiera en voz alta. Aizu estaba mirando las cajas; había mucha ropa, más de la que uno podría ponerse en toda su vida. Ella se veía feliz mientras cogía alguna falda o camisa y se la probaba, y aunque le dijera que no estaba bien hacer eso, ella seguía sin hacerme caso.
- Buenas, chicos. -se oyó la voz de un hombre tras la puerta- Susan me ha dicho que conocéis a Ailyn, así que os daré lo mejor que tenemos... -dijo con jovialidad mientras entraba por la puerta-
El hombre aparentaba tener la misma edad que su mujer, pero era más alto y delgado. Tenía una graciosa perilla que le hacía una cara alegre. Leyó la nota de Ailyn y se giró hacia nosotros.
- Entonces, sois Yuuto y Aizu, ¿verdad? -preguntó mientras se dirigía a unas cajas cerca del pasillo por donde marcharon Susan y Leocadia- Yo soy Harry, padre de Ailyn. -dijo mientras cogía una caja y la abría, buscando algo dentro-
- ¿Padre? -pregunté sorprendido- ¿Entonces usted es un vampiro? -dije inconscientemente-
- No, no, no... -dijo el hombre riendo- Susan y yo la criamos desde pequeña. Es la hija que nunca tuvimos, qué extraño que mi mujer no os haya dicho nada... -comentó para sí mismo- Seguramente le emocionaría el tener a un gyokelly de nuevo. -rió- Ah, aquí está. -musitó cogiendo una falda de color grisáceo-
- ¿Y por qué es tan emocionante tener a un gyokelly, Harry? -preguntó Aizu acercándose al hombre-
- Verás, Susan tuvo una amiga gyokelly cuando Ailyn era pequeña. Eran uña y carne, y siempre ayudaba a Susan con el negocio y Ailyn. Eran como hermanas, pero un día tuvo que marcharse. -suspiró- Se fue de nuevo a su país, lejos de aquí y le dejó a Susan el monedero que le acabáis de enseñar. -dijo señalándolo en la mesa- Susan se lo entregó a Ailyn cuando creció, dijo que Ailyn era lo más preciado en su vida y que debía llevar lo más preciado de la familia... O algo así. Siempre me llevé muy bien con Shea, la amiga de Susan, era muy simpática y nos dolió muchísimo que tuviera que irse. -suspiró- Pero bueno, eso es una historia que no viene al caso. Aizu, toma. -dijo Harry mientras dejaba la falda en sus manos-
- Vaya, es muy bonita. -dijo Aizu sonriendo-
- Mira, te enseñaré el truco de esto, Aizu. -dijo el hombre poniéndose en pie mientras cogía la falda- Mira aquí, en el centro de la parte frontal. Arriba. -dijo señalando la cintura de la falda, en el centro- Fíjate, tócala.
Aizu le hizo caso y tocó esa zona. De pronto la falda crujió y los pliegues de ésta se volvieron puntiagudos, la falda parecía haberse vuelto dura y resistente, y su color grisáceo apagado se había convertido en un metálico brillante. En la zona que Aizu acababa de tocar apareció una especie de piedra de color azul, y a su alrededor un dibujo muy extraño.
- ¿Qué te parece? -sonrió el hombre- Es una falda 3FTG, viene de un país vecino, muy avanzado en tecnología. Cuando te veas en medio de un combate o en peligro, toca esa parte de la falda y aparecerá esto. Te protegerá, y además, si llegas a rozar al enemigo, le harás daño con la punta de los pliegues, fíjate. -dijo cogiendo un cartón y pasándolo con suavidad por el pico de la falda. Ésta hizo un corte tan profundo que traspasó el cartón sin problemas- Es muy útil.
- ¿Y no me cortaré yo misma las piernas? -dijo con miedo-
- No, tranquila. Tiene un diseño que hace que no pueda hacerte daño a ti. Pero ten cuidado en no herir a tus compañeros, porque ese es el único peligro. -rió-
- Claro. -dijo de nuevo Aizu con una sonrisa-
El hombre siguió enseñándole ropa a Aizu, más faldas, pantalones que no ardían al contacto con el fuego, pantalones resistentes a golpes... Millones de cosas inimaginables; pero Aizu decidió quedarse con una falda parecida a la 3FTG, pero un poco distinta. No me llegué a enterar de su funcionamientos porque estaba pensando en mis cosas, pero ella parecía muy feliz de su elección. También se quedó con los pantalones que no ardían, pues dijo que ponerse falda sin nada debajo para un combate, era una idiotez -y yo pensaba lo mismo- y finalmente escogió una camiseta muy bonita, con una gema que cambiaba de color constantemente en el pecho. El hombre nos explicó que la gema podía proporcionarte magia, pero que no era muy recomendable usarla, solo en caso de emergencia. Explicó que para hacer magia la gema cogería energía del cuerpo que la llevara y, dependiendo del tipo de hechizo que lanzase, dejaría con más o menos energía a su dueño. Ellos comenzaron a charlar abiertamente sobre todas las prendas que anteriormente le había enseñado y mientras tanto, me senté en una caja mirando las ropas que había enseñado Harry a Aizu. Era increíble que cosas así existieran.

***

Susan me condujo a una habitación apartada de Yuuto y Aizu y comenzó a sacar cajas y cajas, quince, logré contar. No eran tantas en comparación a las habitaciones anteriores, pero igualmente, me parecían muchas. Ella tarareaba una canción pegadiza mientras iba abriendo las cajas en busca de algo desconocido.
- Bien, os daré las cosas imprescindibles para vuestro viaje, Leocadia. -me dijo de pronto sacando una bolsa con un estampado de huellas de una de las cajas-
Cogí la bolsa y la miré intrigada.
- Siéntate, ahí tienes una silla. -me ofreció señalándola. Le hice caso y me senté, mirándola aún con intriga- Esa bolsa puede contener muchas cosas, más de las que aparenta poder guardar. -dijo la mujer mientras seguía investigando en las cajas-
- ¿Es mágica o algo así? -pregunté-
- No, no, -rió- pero es muy espaciosa aunque no lo parezca. -sonrió levantando una caja mientras la llevaba hacia mí- Mira, ropa interior. -dijo de pronto soltando la caja en frente de mí-
- ¿Qué? -dije extrañada-
- No reacciones así, mujer -dijo Susan riendo- Quiero decir que escojas lo que quieras para ahora, y que cojas algo para tus compañeros. ¿Cuántos érais? -preguntó la mujer dirigiéndose hacia las cajas de nuevo-
- Ah, vale, ya lo entiendo. -reí- Bueno, vamos tres chicas y dos chicos. -dije mientras comenzaba a coger ropa de la caja y la guardaba en la bolsa. Después cogí lo que yo me pondría y lo puse en mi regazo- ¿Dónde puedo cambiarme? -pregunté dejando la bolsa junto a la silla-
La mujer me mostró un probador y siguió buscando ropa. Tras mucho, mucho tiempo eligiendo ropa, me decidí por un pantalón negro, aislante del  frío y el calor, irrompible por armas; una camiseta modesta de color blanco impermeable y unas botas blancas, no muy altas, con punta y suela de acero. Susan me comentó que no tenía mucha ropa para una raza tan buena como la mía, pero que había hecho una buena elección. Finalmente me dió dos capas. Una capa de color carmesí con multitud de bolsillos ocultos y otra de color dorado apagado.
- ¿Y esto? -pregunté mientras las cogía-
- Por favor, dale la carmesí a Ailyn y quédate la dorada. -dijo la mujer con una gran sonrisa mientras me dirigía a la silla- Siéntate.
Volví a sentarme y ella comenzó a peinarme, haciéndome una larga y preciosa trenza, recogida por un lazo dorado.
- Ese lazo da poder a los gyokellys. Cuando te quites la trenza para ducharte, o cuando decidas cambiar de peinado, guarda el lazo en tu bolsillo o ponlo en tu cuello. Pero no te separes de él. -dijo mientras comenzaba a guardar las cajas-
- Muchísimas gracias por todo, Susan. -dije levantándome mientras me ponía mi capa y guardaba la de Ailyn cuidadosamente en la bolsa-
- No las des, querida. -dijo la mujer con afecto-
No pude soportar el sentimiento de agradecimiento que tenía hacia la mujer y la abracé inconscientemente con cariño. Por segunda vez en mi vida, como me había sucedido con Yuuto, comprobé que había gente que no detestaba a mi raza.
- Vamos, seguro que tus amigos han terminado. -dijo la mujer mientras nos separábamos y volvíamos a la sala donde estaban Yuuto y Aizu-

***

- ¡Hala! ¡Yuuto! ¡Estás guapísimo! -dijo alegremente Aizu-
- Sí, te queda muy bien, chico. -dijo Harry mientras guardaba las cajas-
- Si vosotros lo decís... -musité avergonzado mientras me calzaba los zapatos-
Al final me había decidido por unos pantalones negros parecidos a los que llevaba Aizu, pero masculinos. Resistentes al fuego, agua y a armas como espadas, cuchillos y eso. Decidí quedarme con una camiseta negra de cuello vuelto sin mangas; Harry me contó que la había traído un mercader hacía más de cuatro años, y que él mismo había comprobado su resistencia a las armas de fuego. Después me dió una chaqueta negra, sencilla, con diversos bolsillos en la parte interior. Me dió unas cuantas piedras de colores y me dijo que las guardara en los bolsillos. Me explicó que las piedras daban poder, tanto físico como psíquico, y que era recomendable llevarlas siempre encima.
Nunca había tardado tanto en comprar ropa, seguramente porque nunca había comprado ropa pero bueno...
De repente aparecieron Susan y Leocadia. Leocadia, por cierto, irreconocible. Llevaba una trenza y una ropa que le favorecía muchísimo.
- Vaya, sí que estáis los dos guapos. -dijo Leocadia con alegría acercándose-
- Lo mismo digo de ti. -dijo Aizu sonriendo-
Yo me limité a asentir, pues no pude hablar; sí, odio a las hormonas masculinas.
Los dependientes nos llevaron a otra sala y allí nos enseñaron un arsenal inmenso de armas. Comenzaron a explicarnos el funcionamiento de cada una y las más apropiadas a cada raza. Sin lugar a dudas, ese matrimonio llevaba mucho tiempo ejerciendo esa profesión.

***

- Espero que no tarden mucho. -dijo Ailyn comiendo con ganas su bocadillo-
- No creo que les quede mucho para llegar. -dije sonriendo- Además, no se perderán, Yuuto sabe guiarse...
- No es miedo a que se pierdan... Sino a que nos encuentren ellos primero... -suspiró-
- ¿Quiénes? -pregunté curioso-
- Eres torpe, ¿eh? -rió- Los que nos persiguen.

viernes, 9 de abril de 2010

17. ~Capítulo 16: Lejos, muy lejos de aquí~

Tras dejar el cuerpo que Renné había poseído en una de las habitaciones del hospital, y aprovechando el paro del tiempo, rellené los papeles necesarios para simular que Renné llevaba ingresada unos días y escribí su enfermedad. Sabía que no iba a sobrevivir, pero sólo por si acaso, valía la pena dejarla en manos médicas.
Tras terminar de rellenar los papeles necesarios me colé a la secretaría o lo que fuera del hospital, entré esquivando a la gente paralizada y metí los papeles en su casillero correspondiente. También tenía ya práctica en hacer cosas así, por lo que no me costó mucho. Me disponía a salir del hospital cuando recordé que Renné, o más bien su cuerpo, seguía con mis marcas en el cuello; por lo que volví a la habitación para eliminarlas.
Al llegar y ver el cuerpo casi inerte de la chica que había poseído Renné me paralicé en la puerta, apoyada en el marco de la misma. Me quedé largo rato mirándola, observando su entrecortada, descompasada y lenta respiración. Comencé a notar una gran presión en el pecho, un dolor que se intensificaba poco a poco desde la zona del corazón hacia mi cabeza; pero antes de que el dolor se prolongara sacudí la cabeza, intentando olvidar el dolor que me recorría todo el cuerpo, intentándolo sin resultado.
Seguí acercándome a la chica en la camilla, su piel estaba casi tan clara como la nieve y esto hacía que imágenes horribles aparecieran en mi mente. Las marcas de sangre del cuello resaltaban demasiado en el blanco de su piel, tanto, que apenas podías fijarte en las marcas de mis colmillos, situadas en la misma zona. Busqué en mi bolso algo para limpiar la sangre y encontré un trozo de tela, si no me equivoco, de alguna de mis chaquetas ya inexistente. Ya sólo me quedaba un trago más en mi cantimplora, sin embargo, mojé el trozo de tela en mi último trago de agua y comencé a limpiar con suavidad la piel de la chica.
- De verdad... Ojalá... -susurré con tristeza- Ojalá volvieses a vivir. No es justo que alguien te quite la vida de esta forma... O más bien, que nosotras te la hayamos quitado... -susurré apretando los ojos mientras me detenía por un segundo- Pero... -suspiré haciendo una mueca mientras mis ojos comenzaban a brillar, cómo si de un momento a otro, una lágrima quisiera huir de mis ojos- Sobrevivirás... Vamos, tú puedes. -dije continuando con la limpieza.-
Una vez no quedó rastro de sangre en su cuello, saqué una pomada de mi bolso y se la puse con cuidado sobre la marca de mis colmillos. Poco a poco la marca fue desapareciendo hasta no quedar nada de ella, y tras ver mi trabajo cumplido, comencé a caminar hacia la salida de la habitación, intentando no volver la mirada; pero la volví. Su cabello castaño pálido, sus labios resecos, su delgado y sencillo cuerpo, su piel tan pálida, la expresión de su rostro... Todo eso, y los pensamientos aterradores de mi mente, me obligaron a salir corriendo de allí. Corrí por los pasillos hasta que tropecé y caí al suelo; las lágrimas resbalaban desde mis mejillas hasta el suelo. Intenté levantarme pero me vi sin fuerzas y tan sólo pude arrastrarme hasta la pared, apoyándome en ella. Me acurruqué y escondí mi rostro en mis manos. Sentía el sabor salado de mis lágrimas en la boca, sentía el pecho dolorido, sentía que la cabeza me iba a explotar; y en cierto modo eso me confortaría.
- Renné... -susurré entre sollozos- ¡Renné! ¡¡Renné!! -grité desesperada entre sollozos- ¿Por qué...? ¿Por qué tuvo que ser así...? ¿Por qué todo ha sucedido así...? -murmuré apartando las manos de mi cara y visualizándolas en mi mente llenas de sangre- He... He matado... He... Matado a mi propia hermana... ¡He matado a mi propia hermana! -grité de nuevo llena de horror y desesperación mientras comenzaba a abofetearme- ¡Era mi hermana! ¡Era Renné! ¡Renné! ¡Por qué...! -grité, aunque lo último con menos fuerza, pues apenas podía hablar- Todo... Todo esto ha ocurrido porque... Ellos lo... Quisieron así... -suspiré mientras notaba mis lágrimas caer aún con desesperación- Pero no me quedaba otra... Ella iba a matar... -susurré mientras mi expresión era aún más desesperada- No puedo excusarme... No existen excusas para matar a una persona así... ¡No existen excusas! -grité de nuevo escondiendo el rostro en mis piernas, abrazándome a ellas mientras seguía llorando-

---

Yuuto acarició mi cabeza y sentí un intenso dolor que me recorrió todo el costado, pero que desapareció en menos de un segundo. Se sentó a mi lado y me dejó apoyar mi cabeza en su regazo. Era la primera persona que había conocido que no se había asustado de mí y que, además, me había dejado apoyarme en él. En mi estado de Gyoke era enorme; a cuatro patas llegaba a algo más de la cintura de Yuuto, y él era alto; si me ponía a dos patas, cosa bastante difícil si no es por un ataque, medía casi el doble que él. Es por esto, y por mi dentadura, que a todos les daba miedo. Me sorprendió muchísimo que Yuuto no lo sintiese, habiéndome visto además tan agresiva.
De pronto sentí su cálida mano acariciándome la cabeza y el costado, y aunque al principio me dolió, después hizo que una comodidad placentera recorriera mi dolorido cuerpo.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? -musitó Yuuto de repente con una voz tranquilizadora-
- Claro, ¿qui-quieres que me quite de encima, verdad? -dije avergonzada mientras comenzaba a apartarme de él-
- No, no, ¡no es eso! -dijo Yuuto mientras volvía a coger con suavidad mi cabeza y la posaba en su regazo de nuevo- Verás es que... No sé tu nombre. -dijo mientras volvía a acariciarme-
- Tienes razón... -murmuré mientras suspiraba con ironía- Lo siento, se me había olvidado por completo ese detalle... -me levanté con pesadez, en parte porque no quería que Yuuto dejara de acariciarme, y en parte porque aún estaba dolorida. Me senté a su lado y le miré con una extraña sonrisa, pues en mi forma animal no sabía sonreír demasiado bien- Mi nombre es Leocadia. Encantada, Yuuto. -dije escuchando mi fea voz por primera vez- Por dios, ¿por qué no me has dicho que tengo esta voz de... Machorro? -dije riendo-
- Leocadia... Nunca había conocido a nadie con ese nombre -dijo Yuuto pensativo-
- Oye, a las chicas, para engatusarlas, se les suele decir algo cómo "qué bello nombre", o, "un nombre tan hermoso como la dueña del mismo" -le dije mientras le mirada de reojo y ambos comenzamos a reír-
- Lo siento, nunca se me han dado bien las mujeres. -confesó con tono dramático- Y... ¿Te importaría que te hiciera otras preguntas? -preguntó con mirada suplicante-
- Dispara, pero nada personal, que todos los chicos sois unos pervertidos. -dije en tono divertido mientras sentía que una de mis patas comenzaba a dolerme y hacía una mueca-
- Anda, bestia inmunda, échate de nuevo. -dijo Yuuto invitándome a seguir con la escena de antes; apoyé una vez más mi cabeza en su regazo y cerré los ojos. Se sentía bien estar con alguien que me aceptara en esa forma, realmente, se sentía bien.- ¿A qué raza perteneces? -preguntó Yuuto sin disimular su curiosidad-
- Gyokelly [<>]. -respondí abriendo levemente los ojos mientras volvía a sentir sus cálidas manos en mi lomo- Todos son confunden con la raza de "hombres lobo", todos creen que somos lobos, cuando no nos parecemos en casi nada. -suspiré- Pero en fin... Me parece que no conoces a nadie de mi especie, ¿me equivoco? -levanté levemente la cabeza y le miré, viendo cómo negaba con la cabeza- Bueno, entonces te lo explicaré... Porque hasta que aparezca nuestra querida vampiresa, tendremos que hacer algo. -reí sin ganas- Bueno, nuestra raza pertenece a un país lejano de aquí... Por eso no conocerás a nadie, aquí apenas quedamos Gyokellyanos; soy la única de sexo femenino en toda Hylie. Conozco a otros dos chicos de mi raza, uno trabajó conmigo en una botica hace tiempo, dos años o así; el otro era un anciano al que alquilé una casa hace tres o cuatro años... Por desgracia no pude pagar el alquiler y tuve que irme de aquella casa, aunque todo esto es otra historia. Digamos que sólo existimos nosotros tres, y lo tengo comprobado. Tanto ellos, como yo, nunca habíamos visto a nadie más de nuestra raza, y en los registros del ayuntamiento lo vi también hace un año... -musité pensativa-
- ¿Pero cuántos trabajos has tenido? -preguntó Yuuto sorprendido-
- Ah, digamos que... Tenía que cambiar de trabajo a menudo. Aunque en el restaurante llevo trabajando ya casi tres años. Empezó siendo un trabajo a tiempo parcial, pero últimamente se ha convertido en el único que tengo, o tenía. -respondí indiferente- Bueno, seguiré explicándote sobre mi raza. Aparentemente, en nuestra forma humana no se nos nota, podemos aparentar ser de raza humana corriente y nadie podría negarlo; pero podemos transformarnos en Gyokes, que es la forma en la que me ves ahora mismo. No siempre se puede elegir cuándo convertirse, a veces, en casos de mucho peligro, es espontáneo y nos convertimos así, sin esperarlo. Pero nuestros padres tienen casi la obligación de enseñarnos a controlar este extraño poder. -sonreí mientras volvía a cerrar los ojos- Al principio cuesta mucho aprender a manejar tu transformación y hasta te duele la cabeza de intentarlo... -reí- Recuerdo la de veces que mis padres se preocupaban por mí, porque siempre terminaba con unas jaquecas de competición. -reí- Pero me enseñaron realmente bien, sin embargo todos seguimos teniendo los instintos animales que nos poseen y en caso de peligro, nos autoconvertimos, para que lo entiendas. -expliqué abriendo los ojos con pereza para mirar al cielo distraídamente- Nuestra forma animal es una especie de mezcla entre lobo, gato, zorro y ardilla, aunque te parezca gracioso. -reí levemente- Aunque seguimos siendo un animal distinto, o una especie distinta. Tengo rasgos y habilidades de esos animales, pero aparte, rasgos y habilidades únicas en mi especie. Es una ventaja, aunque sinceramente, no me gusta ser tan grande en esta forma, no es una ventaja a la hora de esconderse o de atravesar caminos estrechos o con el techo bajo... -reí- Y supongo que eso es básicamente todo lo que sé de mi especie.
- Tiene que ser increíble... Ya sabes, eso de poder tener tantos sentidos... -dijo Yuuto ensimismado en mi historia-
- Vamos, no te creas que soy un especie de héroe que lo puede todo. -reí de nuevo mientras intentaba ponerme en pie- Debería de ir acostumbrándome a caminar un poco, que no me viene bien estar tanto tiempo sin moverme, y más teniendo el cuerpo como lo tengo... -suspiré-
- Espera, ya te ayudo yo... -dijo Yuuto poniéndose en pie mientras me cogía por el pecho y me ayudaba a ponerme de pie-
- Gra-gracias, pero en serio, t-tengo que hacerlo sola. -dije torpemente mientras me apartaba de él y estiraba las patas-
- Oye, ¿cuándo despertaran Hikaru y Aizu? -preguntó Yuuto preocupado-
- ¿Ese es el tema que te ha tenido tan pensativo...? -pregunté con una pícara sonrisa- A veces me pregunto si Hikaru y tú sois más que amigos... -bromeé mirándole con picardía-
- ¡No digas esas cosas! -dijo Yuuto riendo- ¿Yo? ¿Con ese enano? ¡No me hagas reír! -dijo haciéndose el ofendido- Pero en serio, deberían despertarse... No he visto nunca a nadie que duerma más que ellos...
- Oye, -dije interrumpiéndole mientras miraba a mi alrededor- ¿cómo es que el tiempo se ha detenido? -pregunté atónita-
- Ni idea, será... Un trabajito de nuestra amiga la vampiresa misteriosa. -dijo Yuuto acercándose a Aizu- Aizu, despierta, hija, que llevas aquí tirada un buen rato... -dijo dándole en la mejilla con un dedo-
- Déjala descansar un poco, si eso... -comenté mientras caminaba hacia ellos, sintiendo cómo mis músculos se quejaban y me hacían sentir un fuerte dolor- Necesito correr un poco... Creo que así se me pasará antes el... Cansancio o lo que sea que tengo. -suspiré- ¿Te puedo dejar con ellos sin preocuparme?
- ¿A dónde se supone que vas? -preguntó él con cara de preocupación-
- Tranquilo, sólo voy a dar vueltas por aquí, como mucho me alejaré a 10 metros, no temas. -reí- No te dejaré tirado. -sonreí- Principalmente porque... -me quedé callada y le miré con una pequeña sonrisa- Oye, ¿sabes dónde puedo encontrar ropa de chica?
- ¿Q-qué...? -preguntó él de nuevo sorprendido-
- Verás, cuando me transformé, cómo fue un acto reflejo, desgarré la ropa y se fue volando, digamos... -sonreí torpemente- Y... Cuando vuelva a ser humana... Pues... Cómo comprenderás, necesitaré ropa, ¿lo captas? -dije poniendo mala cara mientras veía que Yuuto se comenzaba a sonrojar notablemente, a saber qué imaginaría- ¡No me mires así! ¡Só-sólo era una pregunta...! -reí divertida mientras comenzaba a correr por los alrededores- Sin duda debo encontrar qué ponerme o el pobre de Yuuto morirá desangrado... -susurré riéndome sola mientras corría-

---

Salí del hospital tras estar casi 45 minutos dentro y vi al chico al que había salvado junto a Hikaru y a Aizu, mirando a la loba que corría velozmente; me sorprendió verla tan recuperada, al igual que el chico. Me acerqué y llamé su atención silvando, pues estaba de espaldas y no me había visto.
- Chicos, deberíamos irnos ya, aquí no nos queda nada más que hacer.
- ¿Eh? -dijo el chico sorprendido- ¿Irnos?
- Sí, tenemos un largo camino que recorrer... -suspiré- Por cierto, no me he presentado... -dije mientras veía a la loba acercarse y sentarse junto al chico- Mi nombre es Ailyn, soy vampiresa de clase 0A, para serviles. -dije haciendo una pequeña reverencia con una sonrisa jovial-
- Encantado, mi nombre es Yuuto. -dijo el chico moreno mientras hacía una pequeña reverencia-
- Yuuto... Es un nombre japonés, de otra dimensión, significa "tranquilo, apacible,inmenso, volar, valiente" y si tuviera una sola "u" significaría también "amable, agradable, cariñoso, afectuoso"... Es un bonito nombre. -sonreí mientras dirigía mi mirada hacia la loba- ¿Y tú eres...? -sonreí-
- Leocadia. Nombre griego, de otra dimensión, que significa "Aquella que guía o vela por su pueblo" o "Aquella que procede de Laucade"; por cierto, Laucade es una isla de blancas rocas. -dijo la loba haciendo una leve reverencia con la cabeza- Encantada.
- Encantada de conocerte, Leocadia. -sonreí- Me gusta ese nombre... Por cierto, el mío significa algo cómo "transparente, clara"; vamos que tampoco me va muy mal. -reí-
- Oye, siento ser cortante pero... ¿Cuándo despertarán Hikaru y Aizu? -preguntó Yuuto con preocupación-
- Tranquilo, tenemos prisa pero podemos pasar esta noche en esta ciudad, no creo que aquí nos sigan la pista... -sonreí-
- ¿Pista...? ¿Nos persigue alguien...? Y... ¿A dónde vamos? -preguntó Yuuto mientras miraba a Aizu a Hikaru-
- Tranquilo, conmigo no corréis peligro... Todavía. Despisté a los que debía despistar y... No hay de qué preocuparse por esta noche, eso sí, mañana salimos de aquí sin falta.
- ¿Hacia dónde? -preguntó de nuevo Yuuto; pude fijarme como Leocadia apoyaba su cabeza en la mano de éste, intentando darle fuerzas-
- Lejos, muy lejos de aquí.