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Enséñame a volar

jueves, 22 de abril de 2010

18. ~Capítulo 17: Gurren Galya~

Llegamos a una posada de las afueras de la ciudad. No parecía muy lujosa, pero sí acogedora. Entramos y Ailyn se acercó al posadero. Tras negociar el precio para tres habitaciones, sacó un monedero y le dio once Lyras.Se acercó a una mesa y se sentó, volviendo después su mirada hacia mí.
- Siéntate, Hikaru. Le he dejado a Yuuto un mapa hacia aquí, no creo que tarden mucho en llegar. -me dijo con una sonrisa-
Me senté junto a ella. Pronto llegó el posadero y nos preguntó qué queríamos para comer. Sus modales no eran, ni mucho menos, como los que tuvo Leocadia en su restaurante; el posadero era un hombre entrado en años, con barba y una barriga prominente, pero era muy simpático. Parecía llevarse bien con los clientes que tenía por allí, fuesen quienes fuesen.
- Pues yo quiero un refresco de naranja y un bocadillo de bacon con queso. -dijo jovialmente Ailyn-
- Yo... Eh... Quiero... -musité pensativo-
- Hay bocadillos de casi todo, muchacho. ¿Te gusta la carne? -dijo el posadero abiertamente-
- Sí; pues mire, quiero un refresco de limón y un bocadillo de lo mismo que mi compañera. -dije sonriendo-
- Entendido, muchachos. Dentro de nada tendréis aquí vuestra comida.
- Vale, y por favor, cuando vuelvan nuestros amigos, ¿podría pasarse de nuevo para pedir su comida? -preguntó Ailyn mientras se cruzaba de piernas-
- Claro, jovencita. Después me paso. -dijo mientras se marchaba a la barra y comenzaba a reír con un par de hombres de allí-
Ailyn suspiró y se apoyó en la mesa, mirando por la ventana que tenía a su lado.
- Siempre acabo sentado al lado de una ventana... -susurré para mí mismo-
- ¿Eh? -musitó Ailyn mientras me miraba soltando una risita- ¿Al lado de la ventana?
- Sí, antes de que pasara todo esto... Fuimos a un restaurante, donde conocimos a Leocadia; y nos sentamos junto a la ventana. -expliqué mientras miraba por la ventana la calle oscura, apenas sin luz- Pero esa ventana era tan distinta... La ciudad se veía tan alegre, y esto tan... Solitario. -suspiré-
- Te equivocas. -murmuró Ailyn-
- ¿Cómo? -pregunté extrañado-
- La ciudad se vería alegre, pero en realidad es mucho más solitario que todo esto. -sonrió con lástima- Mira a tu alrededor. Hombres charlando y riendo con el posadero, casados riendo junto a sus amigos mientras toman una copa; chicos intentando ligar con mujeres solteras... Aquí todo es distinto. Es como si el aire que se respira, aunque esté cargado, sea puro. -respiró profundamente- No te das cuenta, pero aquí nadie simula estar feliz o triste; simplemente, lo están. En la ciudad todos simulaban ser felices pero... Nadie está contento consigo mismo.
- ¿Cómo que no están contentos? Pero si la ciudad es preciosa y...
- Son egoístas, Yuuto. -me interrumpió con frialdad- Nadie piensa en nadie, solamente en sí mismos. -suspiró- Si un niño se cae y llora, nadie le ayuda y se levanta solo. Si un mendigo está al borde de la muerte porque no tiene comida, nadie le da comida o dinero para que coma. Todos desean lo mismo: dinero, fama y popularidad. -rió irónicamente-
- Pero... ¡Leocadia es el ejemplo de que no todos en la ciudad son así! -interrumpí enojado-
- ¿Sabes por qué Leocadia no es así? -me dijo volviendo a mirar por la ventana- Porque ella ha sufrido por los ciudadanos, por esos seres egoístas. Alguien que ha sufrido por esos egoístas arrogantes, nunca se convertirá en egoísta arrogante; al menos si no hay razones suficientes como para hacer eso...
- ¿A qué razones te refieres? -interrumpí-
- Familia. -respondió ella mirándome fijamente-
Un hombre un poco mayor que nosotros llegó con las bebidas y las sirvió en la mesa, informándonos de que la comida llegaría ya mismo.
- Oye, ¿a dónde vamos? -pregunté aprovechando la intrusión del chico para cambiar de tema-
- Pues a un lugar al que nunca has ido. -dijo ella como si hubiera dicho un acertijo-
- ¿La dimensión de dónde procede Yuuto y Aizu? -pregunté temeroso-
- No, idiota. -dijo riendo- Si os llevara allí Aizu y Yuuto no volverían. Os llevo a un lugar distinto.
- Pero, ¿a dónde? -pregunté resignado mientras bebía un poco-
- A Luonessi. -contestó ella mientras me imitaba-

***

Le di mi chaqueta a Aizu y fui hacia Ailyn y Hikaru, que decían irse a una posada fuera de la ciudad.
- Pero, Ailyn, ¿cómo llegaremos nosotros si no sabemos donde está la posada? -pregunté con mala cara-
- Idiota, te he hecho un mapa. -dijo Ailyn riendo- No soy tan estúpida como para no darme cuenta de ese detalle. -sonrió mientras me daba el mapa y una brújula- ¿Sabrás guiarte?
- Claro, ya he utilizado este método muchas veces. -dije sonriendo con picardía-
- Me alegro, chaval. -contestó Ailyn mirando a otro lado, ignorando mi cara-
Hikaru y Ailyn marcharon por un camino escondido entres los árboles de detrás del hospital y volví con Aizu y Leocadia, que estaban a unos metros, escondidas tras unas cajas que había en la parte de atrás del hospital.
- Chicas, ¿estáis listas para ir a comprar eso? -preguntó sin acercarme, temiendo encontrarme a Leocadia desnuda-
- ¡Sí! -dijeron ambas a dúo mientras salían de detrás de las cajas. Por suerte mi chaqueta era larga y le estaba un poco grande a Leocadia, por lo que le tapaba hasta casi las rodillas-
- ¿Tienes frío? -pregunté preocupado mientras me acercaba a ellas-
- Bah, no te preocupes. -dijo Leocadia animadamente mientras daba una vuelta animada- Tu chaqueta es calentita. Seguro que te costó un ojo de la cara... -rió-
- Anda, dejaros de tonterías que tenemos prisa. -dije suspirando con una sonrisa mientras miraba a ambas- Aizu, ¿podrías guardar tú el dinero que me ha dado Ailyn? -dije dándole un monedero-
Aizu guardó el monedero en un bolsillo de su camiseta y comenzamos a caminar hacia la parte este de la ciudad.
- Ailyn me ha dicho que vayamos a una tienda llamada "Gurren Galya" -comenté mientras miraba al cielo distraído- Dice que allí venden ropa y... Bueno, que los dueños son amigos suyos y nos enseñarán unas prendas muy especiales. Solamente me ha dicho que le enseñe su monedero... -suspiró- La verdad, no sé dónde nos hemos metido, pero será mejor hacer caso de la vampiresa esa... -añadí con mala cara-
- Vamos, parece ser buena chica. -dijo Aizu- Salvó a Leo y a Hika, ¡y también te ayudó a ti! -dijo con ánimo-
- Ya pero... Me parece un poco arrogante. No sé, esa forma de hablar, o esa manía de saber el significado de cada nombre... ¡Es una engreída! -dije de nuevo haciendo muecas-
Aizu y Leocadia rieron y negaron que fuese una engreída; quizás solo fuese que no me gustaban las chicas tan "sabelotodo"...
- Yuuto, ¿cómo es que Hikaru se recuperó tan rápido cuando Ailyn puso su mano en su cabeza? -preguntó de repente Aizu-
- ¿Eh...? Pues... No sé... Quizás sepa algún tipo de magia, o algo de eso... -dije pensativo-
- Podría ser, o quizás venga de un sitio donde la tecnología esté más avanzada y enseñen a hacer cosas así... -sugirió Leocadia mientras cogía la mano de Aizu y la levantaba- Pero sea lo que sea, ayudó a Hikaru, y tendremos que agradecérselo. -dijo con una sonrisa mientras miraba a Aizu-
- ¡Claro! -dijo Aizu mientras abrazaba a Leocadia y comenzaban a reír ellas dos solitas-
Sinceramente, no entiendo a las mujeres. ¿Cómo pueden reír tan despreocupadamente después de lo que había pasado? Supongo que no se darían cuenta de la situación o... Que estaban fingiendo para no preocuparme.
- ¡ARG! ¿¡Pero acaso me creo el centro del mundo!? ¿¡Por qué iban a fingir para no preocupar...!? -grité inconscientemente- Eh...
- ¿Qué...? -dijeron ambas a dúo una vez más mientras me miraban con extrañeza- ¿Qué dices, Yuuto?
- Eh... Oh, nada, nada, sólo estaba pensando en voz alta... -me excusé torpemente mientras comenzaba a caminar más deprisa-
Ellas volvieron a reírse, pero esta vez de la estupidez que acababa de hacer.
El camino no se hizo tan largo, charlando con ellas se paso rápido, al fin y al cabo. Llegamos a la tienda y entramos, encontrándola vacía.
- Eh... ¿Hola? -pregunté en el silencio de la sala-
- ¿Eh? ¿Clientes? -se oyó a lo lejos detrás de una puerta- Oh, ¡Buenas! -dijo una mujer tras abrir la puerta con nerviosismo- Lo siento, estaba ordenando unas prendas que han llegado nuevas... ¿Qué desean? -dijo con una sonrisa-
- Bueno... -dijo Aizu sacando el monedero- ¿Conoce a...? -preguntó mostrándole el monedero-
- Ailyn... -dijo ella tras ver el monedero mientras sonreía- Me alegra saber que está bien. -suspiró- Bien, pasad por aquí, por favor. -inquirió energéticamente mientras abría la puerta-
Entramos y nos encontramos con millones de cajas apiladas alrededor de la habitación. La habitación era enorme y había muchas prendas puestas en las paredes, colgadas de perchas.
- Venid por aquí, chicos. -dijo la mujer mientras caminaba hacia un montón de cajas y las echaba a un lado. Detrás había una puerta, un poco más pequeña que una normal; la mujer metió una llave en la cerradura y la abrió. No entendí cómo pudo dejar pasar así a unos desconocidos, pero entramos a la habitación. Ésta era algo más pequeña que la habitación anterior, pero tenía más o menos el mismo número de cajas apiladas.
- Ahora... Decidme vuestros nombres. -dijo con frialdad-
- Yo soy Yuuto; ella es mi hermana pequeña, Aizu; -dije señalándola- y ella es Leocadia, una amiga. -contesté firmemente-
- Veamos si es cierto... -dijo ella arrebatándole el monedero a Aizu. Abrió el monedero y abrió un bolsillo oculto dentro de él-
- ¿Eh? ¿Y esa nota? -pregunté sorprendido al ver que la mujer sacaba un papelito del bolsillo-
- "Buenas, Susan. Te mando a Yuuto, Leocadia y Aizu para que les des lo que necesitan. Llevan dinero de sobra, pero como buen negocio que lleváis tú y tu marido, no le cobréis más de lo que necesario, ¡que nos conocemos! Bueno, me gustaría que les enseñaras el armamento necesario para estar fuera mucho, mucho tiempo. Ya sabes a lo que me refiero. Te mando a dos alados robóticos y a una gyokelly. Seguro que llevas mucho sin recibir a gyokellys, así que aprovecha y enséñale las mejores armas y el modo de utilizarlas. Lo mismo te digo con mis alados, es la raza típica de Hyllie, pero estos son especiales, no son como todos los egoístas de por allí; dale lo mejor que tengas, por favor. En fin, quiero que sepas que me sé cuidar solita y que estoy bien. Llevamos muchos sin vernos, seguro que si me vieses no me reconocerías... Bueno, no me enrollo más. Saludos para ti y tu marido, ¡hasta pronto! ~Ailyn." -leyó la mujer en voz alta-
- ¿Cómo ha escrito todo eso en un papel tan minúculo? -pensé mientras la mujer dejaba la nota en una mesa cercana-
- Bueno, me alegra que conozcáis a Ailyn y que seáis sus conocidos. Es muy buena chica. -dijo mientras volvía a acercarse a nosotros- En fin, ¿qué necesitáis, desde un principio?
- Ropa. -dijo Leocadia señalándose-
- Acaso... ¿No llevas nada debajo, muchacha? -dijo la mujer preocupada mientras se acercaba a ella- Tú debes ser la gyokelly... ¡Cuánto llevo yo sin recibir clientes de esta raza! -dijo alegremente mientras la cogía de la mano- Yuuto, ahora vendrá mi marido a encargarse de vosotros, ¿os importa esperar unos minutitos? -dijo la mujer con una gran sonrisa-
- Por supuesto que no, señora. -contesté devolviéndole la sonrisa-
- No me llames señora, llámame Susan. -dijo con jovialidad mientras desaparecía con Leocadia por un pasillo en el rincón de la habitación-
La mujer me había parecido de lo más agradable; era una mujer de unos cuarenta y tantos años, no era delgada, pero tampoco demasiado gorda. Se movía con mucha agilidad y parecía cariñosa. Me pregunté qué relación tendría con una chica como Ailyn, pero no me atreví a preguntarlo siquiera en voz alta. Aizu estaba mirando las cajas; había mucha ropa, más de la que uno podría ponerse en toda su vida. Ella se veía feliz mientras cogía alguna falda o camisa y se la probaba, y aunque le dijera que no estaba bien hacer eso, ella seguía sin hacerme caso.
- Buenas, chicos. -se oyó la voz de un hombre tras la puerta- Susan me ha dicho que conocéis a Ailyn, así que os daré lo mejor que tenemos... -dijo con jovialidad mientras entraba por la puerta-
El hombre aparentaba tener la misma edad que su mujer, pero era más alto y delgado. Tenía una graciosa perilla que le hacía una cara alegre. Leyó la nota de Ailyn y se giró hacia nosotros.
- Entonces, sois Yuuto y Aizu, ¿verdad? -preguntó mientras se dirigía a unas cajas cerca del pasillo por donde marcharon Susan y Leocadia- Yo soy Harry, padre de Ailyn. -dijo mientras cogía una caja y la abría, buscando algo dentro-
- ¿Padre? -pregunté sorprendido- ¿Entonces usted es un vampiro? -dije inconscientemente-
- No, no, no... -dijo el hombre riendo- Susan y yo la criamos desde pequeña. Es la hija que nunca tuvimos, qué extraño que mi mujer no os haya dicho nada... -comentó para sí mismo- Seguramente le emocionaría el tener a un gyokelly de nuevo. -rió- Ah, aquí está. -musitó cogiendo una falda de color grisáceo-
- ¿Y por qué es tan emocionante tener a un gyokelly, Harry? -preguntó Aizu acercándose al hombre-
- Verás, Susan tuvo una amiga gyokelly cuando Ailyn era pequeña. Eran uña y carne, y siempre ayudaba a Susan con el negocio y Ailyn. Eran como hermanas, pero un día tuvo que marcharse. -suspiró- Se fue de nuevo a su país, lejos de aquí y le dejó a Susan el monedero que le acabáis de enseñar. -dijo señalándolo en la mesa- Susan se lo entregó a Ailyn cuando creció, dijo que Ailyn era lo más preciado en su vida y que debía llevar lo más preciado de la familia... O algo así. Siempre me llevé muy bien con Shea, la amiga de Susan, era muy simpática y nos dolió muchísimo que tuviera que irse. -suspiró- Pero bueno, eso es una historia que no viene al caso. Aizu, toma. -dijo Harry mientras dejaba la falda en sus manos-
- Vaya, es muy bonita. -dijo Aizu sonriendo-
- Mira, te enseñaré el truco de esto, Aizu. -dijo el hombre poniéndose en pie mientras cogía la falda- Mira aquí, en el centro de la parte frontal. Arriba. -dijo señalando la cintura de la falda, en el centro- Fíjate, tócala.
Aizu le hizo caso y tocó esa zona. De pronto la falda crujió y los pliegues de ésta se volvieron puntiagudos, la falda parecía haberse vuelto dura y resistente, y su color grisáceo apagado se había convertido en un metálico brillante. En la zona que Aizu acababa de tocar apareció una especie de piedra de color azul, y a su alrededor un dibujo muy extraño.
- ¿Qué te parece? -sonrió el hombre- Es una falda 3FTG, viene de un país vecino, muy avanzado en tecnología. Cuando te veas en medio de un combate o en peligro, toca esa parte de la falda y aparecerá esto. Te protegerá, y además, si llegas a rozar al enemigo, le harás daño con la punta de los pliegues, fíjate. -dijo cogiendo un cartón y pasándolo con suavidad por el pico de la falda. Ésta hizo un corte tan profundo que traspasó el cartón sin problemas- Es muy útil.
- ¿Y no me cortaré yo misma las piernas? -dijo con miedo-
- No, tranquila. Tiene un diseño que hace que no pueda hacerte daño a ti. Pero ten cuidado en no herir a tus compañeros, porque ese es el único peligro. -rió-
- Claro. -dijo de nuevo Aizu con una sonrisa-
El hombre siguió enseñándole ropa a Aizu, más faldas, pantalones que no ardían al contacto con el fuego, pantalones resistentes a golpes... Millones de cosas inimaginables; pero Aizu decidió quedarse con una falda parecida a la 3FTG, pero un poco distinta. No me llegué a enterar de su funcionamientos porque estaba pensando en mis cosas, pero ella parecía muy feliz de su elección. También se quedó con los pantalones que no ardían, pues dijo que ponerse falda sin nada debajo para un combate, era una idiotez -y yo pensaba lo mismo- y finalmente escogió una camiseta muy bonita, con una gema que cambiaba de color constantemente en el pecho. El hombre nos explicó que la gema podía proporcionarte magia, pero que no era muy recomendable usarla, solo en caso de emergencia. Explicó que para hacer magia la gema cogería energía del cuerpo que la llevara y, dependiendo del tipo de hechizo que lanzase, dejaría con más o menos energía a su dueño. Ellos comenzaron a charlar abiertamente sobre todas las prendas que anteriormente le había enseñado y mientras tanto, me senté en una caja mirando las ropas que había enseñado Harry a Aizu. Era increíble que cosas así existieran.

***

Susan me condujo a una habitación apartada de Yuuto y Aizu y comenzó a sacar cajas y cajas, quince, logré contar. No eran tantas en comparación a las habitaciones anteriores, pero igualmente, me parecían muchas. Ella tarareaba una canción pegadiza mientras iba abriendo las cajas en busca de algo desconocido.
- Bien, os daré las cosas imprescindibles para vuestro viaje, Leocadia. -me dijo de pronto sacando una bolsa con un estampado de huellas de una de las cajas-
Cogí la bolsa y la miré intrigada.
- Siéntate, ahí tienes una silla. -me ofreció señalándola. Le hice caso y me senté, mirándola aún con intriga- Esa bolsa puede contener muchas cosas, más de las que aparenta poder guardar. -dijo la mujer mientras seguía investigando en las cajas-
- ¿Es mágica o algo así? -pregunté-
- No, no, -rió- pero es muy espaciosa aunque no lo parezca. -sonrió levantando una caja mientras la llevaba hacia mí- Mira, ropa interior. -dijo de pronto soltando la caja en frente de mí-
- ¿Qué? -dije extrañada-
- No reacciones así, mujer -dijo Susan riendo- Quiero decir que escojas lo que quieras para ahora, y que cojas algo para tus compañeros. ¿Cuántos érais? -preguntó la mujer dirigiéndose hacia las cajas de nuevo-
- Ah, vale, ya lo entiendo. -reí- Bueno, vamos tres chicas y dos chicos. -dije mientras comenzaba a coger ropa de la caja y la guardaba en la bolsa. Después cogí lo que yo me pondría y lo puse en mi regazo- ¿Dónde puedo cambiarme? -pregunté dejando la bolsa junto a la silla-
La mujer me mostró un probador y siguió buscando ropa. Tras mucho, mucho tiempo eligiendo ropa, me decidí por un pantalón negro, aislante del  frío y el calor, irrompible por armas; una camiseta modesta de color blanco impermeable y unas botas blancas, no muy altas, con punta y suela de acero. Susan me comentó que no tenía mucha ropa para una raza tan buena como la mía, pero que había hecho una buena elección. Finalmente me dió dos capas. Una capa de color carmesí con multitud de bolsillos ocultos y otra de color dorado apagado.
- ¿Y esto? -pregunté mientras las cogía-
- Por favor, dale la carmesí a Ailyn y quédate la dorada. -dijo la mujer con una gran sonrisa mientras me dirigía a la silla- Siéntate.
Volví a sentarme y ella comenzó a peinarme, haciéndome una larga y preciosa trenza, recogida por un lazo dorado.
- Ese lazo da poder a los gyokellys. Cuando te quites la trenza para ducharte, o cuando decidas cambiar de peinado, guarda el lazo en tu bolsillo o ponlo en tu cuello. Pero no te separes de él. -dijo mientras comenzaba a guardar las cajas-
- Muchísimas gracias por todo, Susan. -dije levantándome mientras me ponía mi capa y guardaba la de Ailyn cuidadosamente en la bolsa-
- No las des, querida. -dijo la mujer con afecto-
No pude soportar el sentimiento de agradecimiento que tenía hacia la mujer y la abracé inconscientemente con cariño. Por segunda vez en mi vida, como me había sucedido con Yuuto, comprobé que había gente que no detestaba a mi raza.
- Vamos, seguro que tus amigos han terminado. -dijo la mujer mientras nos separábamos y volvíamos a la sala donde estaban Yuuto y Aizu-

***

- ¡Hala! ¡Yuuto! ¡Estás guapísimo! -dijo alegremente Aizu-
- Sí, te queda muy bien, chico. -dijo Harry mientras guardaba las cajas-
- Si vosotros lo decís... -musité avergonzado mientras me calzaba los zapatos-
Al final me había decidido por unos pantalones negros parecidos a los que llevaba Aizu, pero masculinos. Resistentes al fuego, agua y a armas como espadas, cuchillos y eso. Decidí quedarme con una camiseta negra de cuello vuelto sin mangas; Harry me contó que la había traído un mercader hacía más de cuatro años, y que él mismo había comprobado su resistencia a las armas de fuego. Después me dió una chaqueta negra, sencilla, con diversos bolsillos en la parte interior. Me dió unas cuantas piedras de colores y me dijo que las guardara en los bolsillos. Me explicó que las piedras daban poder, tanto físico como psíquico, y que era recomendable llevarlas siempre encima.
Nunca había tardado tanto en comprar ropa, seguramente porque nunca había comprado ropa pero bueno...
De repente aparecieron Susan y Leocadia. Leocadia, por cierto, irreconocible. Llevaba una trenza y una ropa que le favorecía muchísimo.
- Vaya, sí que estáis los dos guapos. -dijo Leocadia con alegría acercándose-
- Lo mismo digo de ti. -dijo Aizu sonriendo-
Yo me limité a asentir, pues no pude hablar; sí, odio a las hormonas masculinas.
Los dependientes nos llevaron a otra sala y allí nos enseñaron un arsenal inmenso de armas. Comenzaron a explicarnos el funcionamiento de cada una y las más apropiadas a cada raza. Sin lugar a dudas, ese matrimonio llevaba mucho tiempo ejerciendo esa profesión.

***

- Espero que no tarden mucho. -dijo Ailyn comiendo con ganas su bocadillo-
- No creo que les quede mucho para llegar. -dije sonriendo- Además, no se perderán, Yuuto sabe guiarse...
- No es miedo a que se pierdan... Sino a que nos encuentren ellos primero... -suspiró-
- ¿Quiénes? -pregunté curioso-
- Eres torpe, ¿eh? -rió- Los que nos persiguen.

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