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Enséñame a volar

miércoles, 6 de enero de 2010

9. ~Capítulo 8: Rutina~

Tras el día en el encontré a Aizu en el bosque, con aquellas alas, sólo estuvimos en otras dos ocasiones allí. Una vez por una excursión escolar, y otra, para pintar el paisaje -Aizu adora dibujar, y lo hace bastante bien-. Pero en ninguna de esas dos veces vimos a Yuuto, ni rastro del hermano de Aizu. Aizu llegó a preocuparse, pero pensó que quizás estuviera enfadado y dejó su preocupación; si estuviera enfadado, no tendría razones, ella era libre de estar con quién quisiera y donde quisiera.
Aizu se hizo bastante popular en el instituto, era buena estudiante, era muy simpática -y según todos los chicos, una belleza; aunque claro, yo nunca me había fijado en el físico de Aizu, sólo estaba de acuerdo con los demás en que el color verde de sus ojos era fascinante-; estaba apuntada a varios clubes, incluso había creado uno: el de música. Ese club había triunfado. Aizu tuvo que enfrentarse al director, que, curiosamente, se sometió a la voluntad de esta. Incluso yo había decidido apuntarme al club de Aizu, y estaba aprendiendo a tocar el piano gracias a ella.
También, gracias a Aizu, había conseguido hacer amigos en el instituto. La gente ya no me trataba como a un bicho raro, me hablaba, incluso me ayudaba en los deberes y me invitaban a fiestas. Aizu me obligó a ir a la fiesta de cumpleaños de una amiga nuestra, y debo admitir, que me lo pasé bastante bien.
Desde que el director se enteró de que soy "íntimo amigo" (sí, asi me dijeron mis compañeros) de Aizu, no volvió a maltratarme, aunque sigue tratándome con asco, no es nada. También hubieron las típicas peleas entre chicos por otras chicas, sobre todo por Aizu. Aunque Aizu siempre acababa por meterse en la pelea, maltratar a los "luchadores" y decirles con frialdad que ninguno era su tipo -a veces, incluso me daban pena los pobres chicos-.
Otro detalle: siempre que tocaba educación física desparecía. Me daba miedo que Aizu supiera que no podía volar... Pero un día Aizu me obligó a ir a la clase de educación física, y tuve que contarle lo que pasaba. Pese a todo, y pese a mis miedos, no se rió ni se extrañó, al contrario; convenció a todo el alumnado para que se esforzara conmigo, para integrarme en la clase y que intentasen enseñarme a volar. Toda la vida parecía de ensueño, excepto el detalle de que seguía sin poder volar, pese al esfuerzo de toda la clase. Aizu nunca se rendía y seguía intentando ayudarme cada día más, pero no conseguía volar.
Sin embargo, en educación física me divertía, gracias a mí -o eso decía la profesora- estábamos ejercitando las piernas y otras partes del cuerpo. Antes, por lo visto, sólo ejercitaban las alas, olvidando todo lo demás; pero así todos decían que sería mejor.
Y así, mientras mi vida cambiaba completamente, encontrando incluso la felicidad; pasaron los años.
En dos años no vimos al hermano de Aizu por ninguna parte... Es como si hubiera desaparecido. Y Aizu llegó a preocuparse, aunque no lo admitiera -ella es así-. Un día, mientras Aizu estaba en el club de voleibol terrestre (lo hacían en una playa, cerca del instituto), me acerqué al bosque. Necesitaba saber qué había ocurrido con Yuuto.
Me adentré en el bosque, intentando recordar el lugar donde lo vi por última vez, ese árbol pequeño e inerte. Puse todo mi empeño en encontrarlo, pero no había manera. Anduve durante casi dos horas, sin rumbo. Justo cuando creía haberme vuelto a perder me choqué con una gran rama, el golpe en la cabeza fue bastante doloroso, por lo que tuve que contener las ganas de patear el maldito árbol. Cuando miré al árbol, para mi sorpresa, encontré un cuervo posado en la misma rama con la que había chocado.
- ¿¡Yuuto!? -grité sorprendido mientras deseaba acertar-
- Ya te avisé hace tiempo, no deberías andar por aquí cómo tal cosa. -exclamó el cuervo mientras salía volando-
- ¡Espera! -grité mientras corría tras él- ¡¡Espera!! -seguía gritando, pero después de correr durante un buen rato me rendí y, jadeando, caminé por el bosque. Me parece que volvía a estar perdido.-
Tras caminar durante casi media hora volví a toparme con el árbol de antes. Me senté allí y suspiré echando la mirada al cielo. Ahora lucía azul, algunas nubes te retaban a imaginar qué serían, el tiempo era agradable y la brisa, fresca y suave, te acariciaba con dulzura. Se parecía tan poco a aquel día en el que conocí a Yuuto... La brisa movió suavemente las ramas y las hojas del grandísimo y verde árbol, y justo encima de este, en el cielo, pude ver...
- ¡La señal! -grité poniéndome en pie sorprendido-
¿Era acaso ese lugar el mismo lugar dónde conocí a Yuuto? ¿Era ese gran y bello árbol el viejo y desgastado árbol de aquel entonces?
Esa mancha negra que simulaba ser una nube; en el cielo azul de ahora, parecía tan irreal... Pero afirmaba que este era aquel árbol, eso estaba asegurado.
Miré al suelo y encontré una pluma sucia, era blanca, pero del paso del tiempo se había vuelto gris. Justo cuando cogí la pluma oí el ruido de unas campanas. Agudicé el oído y pude escuchar esas campanadas que llevaba tanto sin escuchar. Las mismas campanadas de hace dos años, las campanadas que anunciaban las 8 de la noche. Y entonces me acordé de aquello que nunca pregunté a Aizu, ese día... ¿¡Qué había sucedido!? ¿¡Cómo aquel día había oído las campanadas y al llegar al instituto era de noche!? Y... Ahora... ¿Por qué ese árbol, antes muerto, ahora estaba así?
Vi entonces a Yuuto, en forma animal, sobre el árbol.
- ¿Qué querías? -dijo el cuervo mirándome profundamente-
- Yuuto... ¿Dónde has estado todo este tiempo? -pregunté-
- ¿De verdad querías saber sólo eso...? -preguntó Yuuto mientras volvía a su forma humana, sentándose en la rama del árbol- Vamos, ¿no tienes una pregunta más... Importante? -insistió con esa pícara sonrisa, con la misma sonrisa de hacía dos años de superioridad, egocentrismo, pero que inspiraba una confianza muy extraña, en sus labios.-
- Sí... ¿Qué es todo esto? ¿Qué ha ocurrido con el árbol? ¿Dónde te has metido? ¿Por qué... Sonaron las campanas aquel día...? ¿Por qué... El tiempo pasó tan rápido...? -pregunté con algo de miedo, el miedo a las respuestas-

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