¡Afílianos!

Enséñame a volar

sábado, 2 de enero de 2010

7. ~Capítulo 6: Silencio~

Seguía corriendo como podía, de repente el cielo se había enfurecido aún más y comenzó a llover con más fuerza mientras unos horribles rayos deslumbraban en el cielo.
El bosque estaba encharcado, el viento soplaba bruscamente y solo se escuchaba los graznidos de un pobre cuervo que, posiblemente, estuviera malherido: esos graznidos lamentables no eran comunes.
Ya llevaba mucho tiempo corriendo cuando me di cuenta de que no había hecho otra cosa que correr en círculos. Frené en seco y miré el cielo, estaba tan oscuro que podría decirse que anochecía, cosa imposible, teniendo en cuenta que apenas sería el mediodía. Me mordí el labio inferior suavemente mientras, mirando al cielo, escuchaba todo a mi alrededor. Conseguí escuchar entonces, cosas que antes no había escuchado: el piar de un gorrioncillo en algún árbol, posiblemente asustado; el ladrido de un perro enfurecido o asustado por la tormenta; el crujir de cada rama, el sonido aterrador del viento que cada vez soplaba con más fuerza... Y el latido de un corazón acelerado: mi corazón.
- Aizu... ¿Dónde te has metido? -susurré cerrando los ojos-
- ¡Kweeeee! -oí de repente a lo lejos, cómo si el cuervo me pidiese ayuda-
Entonces abrí los ojos y me dirigí hacia donde había escuchado al pobre cuervo graznar. Detrás de unos arbustos, enganchado a una trampa, hallé al pobre cuervo intentando escapar.
- ¿A ti también te tienen miedo...? -le susurré mientras le salvaba de esa trampa, sacando con cuidado la pata del animal de la trampa-
- ¡Kweee! -respondió el animal, no sé si en señal de gratitud, o de miedo, o de afirmación a mi pregunta mientras salía volando y desaparecía entre los árboles-
Suspiré y miré la trampa, quizás, si yo fuese sido ese cuervo, habría muerto ahí. Miré mi mano, me dolía bastante de nuevo, y la tenía muy sucia; seguramente acabaría por infectarme la herida...
Caminé por el bosque, desorientado, cuando oí detrás de mí una voz masculina.
- ¿Sabes que no deberías rondar por aquí como si tal cosa? -me giré y vi a un chico alto y esbelto, con el cabello moreno, el flequillo casi le cubría los ojos y su ropa era... Distinta a la que pudiera haber llevado alguien como yo.-
- ¿Por qué...? -susurré dando un paso atrás, sin darme cuenta la nueva presencia de aquel chico me había acorralado- ¿qué has dicho...? -seguí susurrando. Recordé a Aizu y sentí cómo de mi interior brotaba una fuerza de voluntad increíble, y cómo una seguridad extraña se apoderaba de mí- ¿Has visto por ahí a una chica bajita, con el pelo marrón, largo, recogida en dos coletas, con flequillo...?
- Cállate. -me interrumpió girándose bruscamente- Sé perfectamente de quién me hablas, ¿vale? Y ahora largo.
- ¿¡Qué!? ¿Sabes dónde está?
- Aizu.
- ¿¡Dónde está!?
- ¿Sabes que aizu significa en japonés "señal"? -comentó indiferente a mi tono enfurecido de voz-
- ¿Señal...? -repetí extrañado- ¿Y qué?
- ¿Has visto la señal que hay en el cielo?
- ¿Señal...? -volví a repetir como un idiota mientras miraba al cielo. A la derecha, en un punto muerto del cielo, se vislumbraba una nube tan negra como el carbón, tan negra como mis alas.- ¿¡Está allí Aizu!? -dije volviendo la mirada hacia donde se encontraba el chico-
Misteriosamente ahora allí no había nadie, estaba solo. Aún sorprendido comencé a correr hacia donde estaba la extraña nube. Corrí hasta llegar a una zona desierta en el bosque, había un pequeño árbol sin hojas, muerto, y justo encima, en el cielo, la fea nube. La lluvia allí parecía ser ácida, parecía que la lluvia había acabado destrozando el paisaje, aunque eso no fuese así.
Cuando me acerqué al árbol pude descubrir algo: el cuervo de la pata herida estaba allí, en el árbol, mirándome fijamente. Me acerqué a él y miré sus ojos, por un momento, en mi cabeza se dibujó una estúpida idea.
- ¿Eres tú, Aizu? -le pregunté al cuervo agachándome, el árbol era muy pequeño-
De pronto el cielo escupió uno de sus horribles rayos a tan sólo unos metros de allí, sobresaltándome, haciendo que me girase.
- Maldita sea... Si esto sigue así... Estoy perdido... -susurré-
Volví a girarme para ver al cuervo, pero en lugar de eso encontré a una chica de espaldas, con el pelo marrón, largo, suelto. Llevaba una ropa desgastada, rota, sucia y al verla de espaldas, sólo pude intuir que podría tratarse de Aizu. Me quedé parado, pensando qué podría haber sucedido con el cuervo, creyendo que Aizu había sido aquel cuervo alguna vez... Pero eso era imposible.
De repente la figura humana, aún sin darse la vuelta, levantó el brazo, y el mismo cuervo herido de hace unos instantes se posó con delicadeza sobre su mano. Mirándome fijamente de nuevo.
- ¿Aizu...? -murmuré acercándome a la chica-
Justo cuando estaba a punto de poner mi mano sobre su hombro oí el estruendo de otro rayo. De repente, de la espalda de la chica, crecieron dos hermosas y grandes alas blancas. Di un par de pasos atrás para no chocar con ella y quedé en silencio... ¿Quién era ella y qué estaba sucediendo?
El cuervo extendió sus alas y, cómo una persona que estuviera harta de su vida y quisiera poner su fin, se dejó caer hacia atrás de la mano de la chica. Antes de rozar el suelo sus alas se volvieron tan grandes como las de la chica y envolvieron a la criatura. Cuando las alas del animal, ahora enormes, de un negro tan puro y hermoso que resultaba extraño, se abrieron, mostraron, en vez de un pájaro negro y sin ánimo; a un chico de cabello negro, al mismo chico que había visto hacía poco.
- ¡Tú! ¿Qué le has hecho a Aizu? -grité con ira mientras me atrevía a dar un paso-
- ¿Haber hecho...? -dijo con una pícara sonrisa en sus labios- Vamos, siempre ha sido así, yo no le he hecho nada.
- ¡Claro que le has...!
La chica se volteó y me quedé mudo. En silencio. Sus preciosos ojos verdes se clavaron en los míos. Aizu me miró con suma delicadeza mientras el chico, desde atrás, rodeaba sus caderas con los brazos.
- ¡¡No la toques, imbécil!! -grité enfurecido mientras me acercaba a ambos para obligarle a quitar sus manos de encima de ella-
- Tranquilo, chaval, tan sólo es mi hermana, no voy a tocarla, no me van esos rollos. -dijo quitando las manos de ella mientras caminaba, rodeando a Aizu, hacia mí-
- ¿Tu her...? -pregunté sorprendido, quieto, sin saber qué decir-
- Mi hermana. Vamos, ¿ni siquiera te ha dicho que tiene un hermanito mayor? -dijo con burla mientras se paraba frente a mí- Encantado, soy Yuuto. -me dijo de nuevo con su fresca y pícara sonrisa en los labios.-
Seguía sin poder creerme que esa chica, con esa ropa tan estropeada, seguramente a causa de la lluvia; con esa apariencia tan delicada y que no mediaba palabra alguna, fuese Aizu... Sin embargo... Sus ojos decían ser ella.

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