¡Afílianos!

Enséñame a volar

martes, 6 de abril de 2010

16. ~Capítulo 15: Ataque y defensa~

No entendía nada. Hikaru estaba tirado en el suelo, apoyado en una farola, tenía la cara llena de rasguños y de polvo y parecía estar aún más confundido que yo; la chica que acababa de conocer, la camarera de la cual no recordaba el nombre, había desaparecido. Sólo podía ver ante mí a un lobo con rasgos felinos de color caramelo que estaba frente a Hikaru, pero haciendo frente a Reine. El lobo miraba a Reine con profundo odio y parecía… Proteger a Hikaru de ésta. Reine estaba frente al lobo, mirándolo temerosa; mientras que el lobo gruñía y le penetraba con la mirada.
-¡Reine! –grité mientras corría hacia ella-
-¡Aizu! ¡Detente! –gritó Yuuto tras de mí mientras comenzaba a correr detrás de mí- ¡El lobo podría lastimaros! ¡Estad ambas quietas! –gritaba con tono desesperado-
Seguí corriendo ignorando las advertencias de mi hermano y abracé a Reine mientras ella se aferraba a mí atemorizada. Sentí su respiración entrecortada y sus brazos temblorosos alrededor de mí.
-¡Aizu! –gritó Yuuto acercándose- ¡Vuelve aquí ahora mismo!
Miré hacia Yuuto e intenté ir hacia él, pero Reine me retenía por la manga.
-Reine, vamos, ¡el lobo está cerca! –grité mientras tiraba de ella hacia mí-

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Corrí detrás de Aizu, pero antes de atraparla me detuve y ella fue hacia Reine, abrazándola. Miré al lobo, preparándome para defender a Aizu ante un ataque, en cambio, el lobo me miró y vi sus ojos castaños. Los mismo ojos que me habían hechizado en el restaurante. Entonces, y sólo entonces, entendí lo que pasaba.
-Seré ciego… -susurré mientras me acercaba rápidamente a Aizu y a Reine- ¡Aizu! ¡Vuelve aquí ahora mismo! –Aizu intentó hacerme caso pero Reine la detuvo sujetándola firmemente por la manga. Le dijo algo a Reine y tiró de ella, pero no sirvió de nada, seguía sujetándola con el rostro bajo- ¡Aizu! –grité corriendo hacia ella- ¡Suéltala! –grité mientras cogía con fuerza la muñeca de Reine y la apartaba de la manga de Aizu-
- ¿¡Qué estás haciendo, Yuuto!? –gritó Aizu mientras miraba a su amiga- ¡Tiene que huir, el lobo está cerca! –siguió gritando mientras le empujaba hacia el lobo- ¡Yuuto! ¡Que el lobo está aquí, idiota!
- ¡Corre con Hikaru, imbécil! ¡Corre con Hikaru! –le grité girándome hacia ella mientras le levantaba la cabeza para que me mirara a los ojos- El lobo no es el peligro, ¡Reine es el peligro! –le dije firmemente mientras soltaba su barbilla- ¡Corre con Hikaru!
Aizu hizo caso a mis palabras y corrió junto a Hikaru, quién apenas podía sujetarse a la farola. De pronto noté un fuerte dolor en el costado, cómo si me hubiesen pinchado algo, y me giré bruscamente, encontrándome a Reine frente a mí, con sus ojos fijos en los míos, con una mirada petrificante, heladora, dictatorial. Miré su mano y vi una jeringuilla.
-¿¡Qué coño me has pinchado, drogadicta!? –grité agarrándome el costado, pues comenzó a arderme-
- Un regalito. –dijo con una voz dulce mientras sus ojos se volvían poco a poco un abismo, negros, tan oscuros como el petróleo-
- ¡Yuuto! –rugió de pronto el lobo con una voz ronca, aunque dulce- ¡Ponte tras de mí, corre! ¡Corre mientras puedas! –volvió a rugir mientras corría hacia Reine-
De repente mis piernas cedieron y caí al suelo sin poder hacer nada por remediarlo. Mi cuerpo no respondía y el profundo dolor y calor del costado pasó a poseer todo mi cuerpo. Sentí cómo mi boca se resecaba y cómo la vista se perdía por momentos, sin embargo, tras unos segundos, mi vista volvió a la normalidad y pude ver cómo el lobo luchaba con todas sus fuerzas contra Reine. No obstante, Reine, con un movimiento inalcanzable de ver, se puso tras el lobo y agarró al lobo por detrás del cuello, de forma que no podía moverse. El lobo comenzó a chillar dolorido y se oyó un crujido, procedente de su cuerpo; entonces se hizo el silencio y Reine dejó caer el cuerpo del lobo al suelo. Me esforcé en mirar el cuerpo aparentemente sin vida del lobo, intentando encontrar cualquier rastro de vida, pero desde el suelo apenas podía ver nada, en parte porque estaba bastante alejado de él.
-Reine… ¿Por qué…? –susurré sin entender nada mientras ella se acercaba a mí-
- ¿Por qué hago esto? –repitió ella completando mi frase mientras se agachaba y me miraba a los ojos- Es sencillo, -dijo con tranquilidad mientras se levantaba y se acercaba a Hikaru y a Aizu-
- ¿¡A dónde diablos vas!? –grité si fuerzas mientras me esforzaba en levantarme, pero sólo pude mover un poco los brazos, incorporándome un poco- ¡No vayas a por ellos! ¡No sé que coño te pasa, pero no les hagas nada! –grité mientras que un sudor helado recorría mi cara y sentía una ira enorme crecer en mí-
-¿Ves a este engendro? –dijo mientras levantaba a Hikaru por el cuello de la camisa- Por él hago todo esto. –dijo mirándome mientras volvía a dejar caer a Hikaru como si de una muñeca se tratase-
Aizu sujetó a Hikaru para que no se golpeara la cabeza con el suelo y miró con odio a Reine.
-¿¡Qué haces!? Pero si… ¡Si tú estabas enamorada de Hikaru! –gritó ella mientras dejaba a Hikaru apoyado en la farola y se ponía frente a Reine- ¿Qué te pasa…? –preguntó mirándola con preocupación-
- Tan imbécil como tu hermano. –dijo Reine poniendo los ojos en blanco- Nunca me ha gustado ni un poquito el blandengue ése que tienes por amigo… -dijo cruelmente mientras miraba a Aizu con odio- Ah, y para que te quede claro… Nunca has sido mi amiga. –le espetó mientras le cogía del cuello y la tiraba con fuerza encima de Hikaru, haciendo que ambos soltasen un gemido de dolor-
-¿¡Qué coño estás haciendo, hija de…!? –grité con odio-
Antes de poder terminar la frase ella se acercó velozmente a mí y me cogió del cuello, ahogándome en cuestión de segundos.
-¿Te he dado permiso para hablar…? –dijo ella mientras me comprimía el cuello- ¿Sabes…? Eres idiota, pero eres atractivo y el olor de tu cuerpo no es como el de los demás… -dijo casi en un susurro mientras me soltaba, haciendo que me golpeara la cabeza contra el suelo- ¿A qué raza… –siguió susurrando mientras se ponía encima de mí y pasaba sus labios por mi cuello- … perteneces? –susurró mientras notaba sus dientes presionando la zona derecha de mi cuello-
De repente algo atacó a Reine y salió disparada hacia la izquierda, dando vueltas y quedando finalmente tirada en el suelo, sin moverse. Una chica de ojos celestes, con el pelo negro y corto, se acercó a mí y me miró el cuello. Sus ojos desprendían un destello que se me hacía familiar, parecido al que vi a Reine en el restaurante, pero a diferencia de ella, los ojos de la desconocida transmitían otra sensación, no la de incomodidad que desprendían los de Reine; era una sensación… Que no sabría definir.
-¿Estás bien? ¿Estás mareado? –me preguntó de repente mientras tocaba mi cuello con una de sus manos, tenía las manos frías e hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo-
- No, estoy bien, sólo… No me puedo mover. –respondí torpemente-
- ¿No te puedes mover…? –repitió ella pensativa mientras dirigía su mirada a Reine, que yacía en el suelo sin moverse- No ha llegado a morderte… No puede tratarse de una invocación… -susurró pensativa mientras acercaba su rostro al mío- A ver, échame el aliento.
- ¿Qué? –pregunté desconcertado-
- ¿Te ha hecho beber algo? –preguntó tomándome el pulso-
- No, me… Me pinchó algo y me derrumbé… -respondí mientras dirigía mi mirada al cuerpo de Reine- ¿Qué le has hecho?
- Tranquilo, sólo la he apartado de ti y le he administrado un calmante durante unos minutos… -dijo con tranquilidad mientras me levantaba la camiseta sin pudor y examinaba el costado donde me había pinchado anteriormente con la jeringuilla- Parece que no es lo que pensaba… Menos mal. –suspiró- Bueno, déjame hacer una prueba… Espero que no te dé miedo la sangre. –dijo guiñándome un ojo mientras sacaba una jeringuilla y se ponía unos guantes-
- ¿S-se puede saber quién eres y qué haces? –pregunté intentando sin resultado apartarme de ella-
- Tranquilo, no soy como ella. –murmuró mientras con un algodón aplicaba alcohol en mi brazo- Sólo quiero comprobar qué droga te ha metido la loca esa… -susurró mientras se disponía a pincharme- No te preocupes.
Me pinchó con delicadeza y extrajo toda una jeringuilla de mi sangre, me tocó la frente y tocó su frente.
-No tienes fiebre… Supongo que pensaba matarte con sus propias manos y por eso no te aplicó la droga que yo creía. –suspiró- En fin, alégrate de que no te haya inyectado esa, porque si no, no estarías vivo.-dijo  mientras se quitaba los guantes con ayuda de los dientes-
Observé más detenidamente el aspecto de la chica. No llevaba mucha ropa, al menos para el frío de aquella noche, que aunque no fuese mucho, era el suficiente como para portar al menos una chaqueta. Llevaba una camiseta desgastada de tirante, de color rosa oscuro, con rayas en negro; la camiseta le hacía bastante delgada, quizás ella fuese así y no fuese tan delgada, pero parecía no haber comido demasiado. Llevaba unos pantalones negros rasgados y rotos por muchos sitios, pero parecía que ninguno de estos defectos estaban hechos a propósito; llevaba unos zapatos negros hasta el tobillo, llenos de hebillas y cordones; parecían difíciles de quitar. Tenía las uñas largas, pero bonitas; seguramente se las cuidaba mucho. No pude fijarme en nada más, pues de repente hizo algo inesperado.
-¿Qué estás…? –murmuré atónito al ver sus actos-
Abrió la jeringuilla, desenroscando la boquilla tan extraña que tenía, y sin pensárselo, bebió mi sangre con los ojos cerrados, pensativa.
-Bah, nada preocupante. –murmuró en voz baja- Está fuera de peligro, chaval. –dijo con una sonrisa jovial mientras guardaba los guantes y la jeringuilla- Pero cómo tenemos prisa… -sacó de su bolso otra jeringuilla y un botecito con algo mientras su expresión se hacía neutra, haciendo muy difícil predecir sus pensamientos-
- ¿¡Pero es que aquí todas lleváis jeringuillas y drogas o qué!? –grité asustado mientras intentaba moverme en vano- ¿¡Para qué sirve eso!? ¿¡Eres cómo ella!? –grité al ver que su expresión no cambiaba y seguía comprobando la jeringuilla- ¿¡Qué coño sois!? ¿¡Qué os pasa a las dos!? Una bebe sangre y la otra quería... Quería… -susurré atónito- Acaso sois… Vam…
- Sí, eso mismo. –dijo ella despreocupadamente- Y oye, en serio, no te pongas tan nervioso. –dijo ella con tranquilidad mientras metía el líquido en la jeringuilla- Tengo práctica en inyecciones, y no es una droga, es una “medicina” a la droga que te ha puesto ella. Si te la administro ahora mismo, dentro de diez minutos podrás levantarte, aunque seguirás algo aturdido, pero te irás reponiendo; y cuando pase una hora estarás más o menos como si nunca te hubiera pasado nada. –dijo volviendo a sonreír, tranquilizándome algo-
- Entonces… Tú no… ¿No quieres hacernos daño a ninguno de nosotros…? –dije mientras comenzaba a temblarme la voz-
- Por supuesto que no. –respondió mientras se ponía de rodillas. De una forma u otra, por el destello de sus ojos, de sus labios, y su mirada, sabía que no me estaba mintiendo-
- Gracias… -susurré casi llorando mientras cerraba los ojos. De repente caí en la cuenta de que no se oía nada más, y giré bruscamente la cabeza, buscando a Aizu y a Hikaru- ¡Aizu! ¡Hikaru! ¿¡Aizu!? –grité nervioso mientras notaba que la chica me aplicaba alcohol en el brazo una vez más-
- Tranquilízate, están bien. Sólo están un poco aturdidos, pero no es nada. –sonrió ella mientras me inyectaba-
La extraña sustancia que comenzaba a correr por mis venas comenzó a escocer dentro de mi brazo; el escozor, o más bien ardor, se prolongó por todo mi cuerpo y sentí una fuerte punzada en la espalda.
-Duele... –susurré mordiéndome el labio inferior-
-Vamos, no seas quejica, yo misma me he pinchado esta cosa cientos de veces y no es para tanto. –dijo ella mientras se ponía en pie- Por cierto, deberías preocuparte de tu amiga la lobita, parece que le ha dado fuerte... –musitó casi para sí misma mientras se acercaba al lobo y la tumbaba boca arriba- Veamos…
Estuvo unos cinco minutos inspeccionándola y al final terminó por inyectarle otra cosa, que dios sabría lo que era. De pronto la loba comenzó a toser y a vomitar, no es uno de mis mejores recuerdos, pero ver cómo la camarera convertida en loba, volvía “de la muerte a la vida”, aunque fuera en esas condiciones, me hizo tranquilizarme. Al menos ahora sabía con seguridad que aquella vampiresa no era como Reine.
-Tú… -oí detrás de mí. Al girar levemente la cabeza pude ver a Reine de pie, casi pisándome un brazo, mirando a nuestra nueva conocida, la vampiresa que acababa de salvar a la loba.- ¿Quién diablos…? –susurró mientras la miraba con odio y después dirigió su mirada a la mía- Querido… Nunca pensé que tendría que hacerlo pero… Necesito refuerzos. –dijo con cara más que macabra-
Repentinamente se abalanzó encima de mí, mordiéndome el cuello sin cuidado, con fiereza. Primero sentí una fuerte punzada en la zona herida, noté cómo mis ojos se enrojecían y gemí de dolor, apretando los puños, pues aún seguía sin poder moverme; notaba cómo mi propia sangre, un líquido caliente desconocido por mí mismo, comenzaba a brotar rápidamente, algunas gotas resbalaban por mi cuello y de los labios de Reine y caían al suelo, sentí frío, mucho frío, y perdí la vista por segundos. Pese a la situación me vino una pregunta que no supe cómo diablos responder… Si yo se suponía que era una creación, un “robot” creado a partir de ciencia… ¿Cómo podía sentir, sangrar, y llorar como si fuera humano? Cuando me caía de pequeño nunca sangraba, nunca, en mi vida, había visto de mi sangre, y cuando la otra vampiresa me extrajo sangre, no me percaté del detalle. Nunca, tampoco, me había dolido tanto como me dolió caer al suelo tirado por Reine. Todo esto era incomprensible para mí en aquel entonces, pero sólo en aquel entonces.
-Renné… -susurró la nueva vampiresa con nombre desconocido- Entonces… ¿Era cierto? –Susurró, pese a que mi vista fallaba y mis sentidos no me respondían, pude verla acercándose a nosotros- ¿Vas… Tras ellos? –volvió a susurrar con los ojos perdidos en ella, con una expresión de súbita tristeza. Parecía haber querido decir otra cosa en lugar de “tras ellos”, pero tras silenciarse dos segundos, mencionó esa torpe frase-
-¿Acaso dudabas que iría en serio? ¿No creías a tus mayores…? –dijo Reine desde mi cuello- Y no me llames por mi viejo nombre… Aquí nadie me conoce con esa identidad, idiota. Sería de ser muy imbécil usar nombres verdaderos para actos así… -susurró ella apartándose de mí mientras se ponía en pie, frente a la otra chica-
En medio quedaba yo, aturdido, tembloroso, desconcertado y sangrando. No sabía qué pasaba, y tampoco sabía por qué nadie del hospital se había percatado aún del incidente que estaba teniendo lugar en la puerta de dicho lugar.
-Entonces… Hice bien en desconfiar. –dijo la chica mientras sus labios cambiaban de una expresión triste a una sonrisa irónica- No sé a quién robaste ese cuerpo... Pero va siendo hora de devolvérselo, hermanita… -susurró mientras sus ojos se tornaban grises, del color de las rocas más antiguas que nunca podáis llegar a ver-
- Aunque abandone este cuerpo, o incluso aunque consigas invocar de nuevo al espíritu que le pertenece, no sobrevivirá. –susurró sonriendo malévolamente- Me mordí a mí misma hace tiempo, inyectándome uno de los mejores conjuros que nos enseñaron en la universidad… No creo que hayas llegado a ese nivel, tú que eres tan… Poca cosa. –dijo con desprecio-
- Aunque te mate y ese cuerpo quede libre, y aunque vuelva a invocar su espíritu… Morirá, ¿no es así? –susurró la chica desganada- Vale pero… Quizá te equivoques. –murmuró-
- ¿Equivocarme? Ay, amor, no te ilusiones con que habré fallado y sobrevivirá, con que el veneno no surtirá efecto… No, no, no… Tengo veinticuatro años, y sé perfectamente cómo actuar, y como envenenar a alguien para cuando deje de ser vampiro… Tsé, pero una cría de dieciséis nunca lo comprenderá… Aún tiene sus fantasías infantiles, ¿verdad? –dijo de nuevo Reine con ironía-
- Claro. Eso es exactamente lo que pienso, amor mío. –dijo la vampiresa imitando el tono de Reine- Aunque te has equivocado en una parte… -susurró con una tierna sonrisa-
- ¿Ah, sí? –dijo Reine mirándole con odio y repugnancia- ¿Acaso te haces la lista y ahora para hacerte la súper guay vas a decir algo cómo “no tengo fantasías porque soy una puñetera marginada”? –rió Reine mientras seguía con la mirada fija en ella- Cariño, mi querido Yuuto será pronto un vampirito que me servirá en todo, le he mordido para ello, no te ilusiones tampoco con ganarme. –rió-
- Bueno… Claro que tengo fantasías infantiles, -dijo la chica poniendo mala cara- una de ellas era que tú no estuvieses como estás, y mírate… -suspiró mirándola de nuevo con una expresión de tristeza- Pero ya no puedo hacer nada más… Cada uno elige el camino que quiere y… -suspiró- El mío era borrar el tuyo. Sé que no te gusta, porque tampoco me gusta a mí… Pero sino… Borrarás el camino de muchas personas, incluido el mío. –dijo sin apartar un segundo la vista de Reine, con la misma expresión de tristeza-
- ¿Te crees dulce? ¿Acaso piensas ablandarme? Ja, ja, ja… Hermanita, nunca aprenderás… -sonrió con malicia- No me importa borrarte, ni a ti, ni a quién se ponga por delante. Así que no me vengas ahora diciendo que no me quieres borrar… Si se nota que me odias… -rió- Qué tierna, oh… ¿Contenta? –dijo teatreramente-
- Hay una cosita que quería comentarte… Has dicho que tenía dieciséis años... –dijo cambiando su expresión a una mucho más dura- Se nota que no recuerdas cuánto llevas sin verme… -suspiró- Y se nota que sigues sin acordarte de cuando es mi cumpleaños así que… -se abalanzó sobre Reine y le mordió en el cuello, haciendo que éste llegase a crujir y Reine gritara de dolor- ¡Tengo dieciocho años! –gritó la vampiresa mientras Reine la empujaba para apartársela de encima-
- ¿¡Qué diablos haces imbécil!? –gritó mientras parecía marearse- ¡Morder a un vampiro es una estupidez! ¿¡Qué pretendías…!? –gritó riendo mientras se apoyaba en un árbol cercano- Vamos, Yuuto… ¡Enseñémosle a la criaja quién manda aquí! –gritó mirándome. Sin embargo seguí sin moverme. Mi cuerpo dejó de tiritar pero no se levantó.- ¿¡A qué esperas!? ¡Hace un buen rato que deberías de haberte levantado! ¡Vamos, imbécil! –gritó desesperada una vez más-
- Renné… Sigues siendo tan ingenua cómo cuando éramos niñas… -suspiró- Vi lo que le habías inyectado, sólo lo dejaría inmóvil un rato, me anticipé a tus movimientos y… Zas, le inyecté un antídoto anti-vampiros. –dijo ésta enseñándole una botellita vacía- Qué gracia, ¿verdad? –rió ésta de nuevo levemente-
- Serás… -musitó Reine que seguía apoyada en el árbol- ¡Muere de una vez, zorra! –gritó enfurecida mientras corría hacia ella y el árbol en el que había estado apoyada levitaba, siendo dirigido hacia el lugar donde estaba la vampiresa sin nombre-
- Renné… Lo siento. –susurró ésta mientras corría hacia Reine con una jeringuilla en la mano-
Todo pasó muy rápido, el árbol cayó al suelo armando un gran alboroto, a tan sólo unos metros de Reine y la chica desconocida. La chica desconocida portaba en la mano izquierda una jeringuilla que acababa de clavar en el cuello de Reine, en la zona que anteriormente había mordido, llena de sangre. Reine cambió su cara llena de ira por una de una expresión de tranquilidad y suspiró, cayendo al suelo.
La chica cogió el cuerpo sin vida de Reine y se adentró en el hospital. Lo que sucedió allí es algo que aún no puedo anticipar, pues en aquel entonces no lo sabía. Tardó un buen rato en salir, 15 minutos o así, y mi cuerpo comenzó a responderme. Conseguí ponerme en pie con esfuerzo y fui hacia Hikaru y Aizu. Dormían, o estaban inconscientes; Aizu estaba encima de Hikaru, aplastándole el pecho con su espalda. Con cuidado tumbé a Aizu junto a Hikaru, poniéndoles de lado por si ocurría algún incidente, cómo vómitos o algo por el estilo. Después de acerqué a la loba, que estaba tirada a la sombra de un árbol, a unos cinco metros de Aizu y Hikaru. Respiraba y parecía consciente, pero gemía de dolor de vez en cuando y su expresión no era precisamente la de comodidad.
-¿Cómo te encuentras…? –le pregunté costosamente mientras me arrodillaba junto a ella-
- Yuu… Yuuto… -habló el animal con una voz ronca-
- ¿Estás mejor…? –pregunté tocándole con suavidad el lomo-
- Sí… Debemos… Debemos partir… -dijo casi en un susurro-
- ¿Partir? ¿Hacia dónde? Todos estamos heridos… -dije mientras la loba comenzaba a toser-
- Ella… Nos ayudará a irnos… -dijo intentando ponerse en pie con esfuerzo, pero le obligué a tumbarse- No hay tiempo, Yuuto… Tenemos que irnos… -gimió ella con esfuerzo-
-Al menos… Espera a que vuelva, entonces, ya veremos. –le tranquilicé mientras observaba todo a mi alrededor-
Los pájaros no volaban, estaban suspendidos en el aire. Las nubes no se movían, el aire no corría y todo a nuestro alrededor parecía haberse detenido. Pensé que quizás sería yo, pero… Esta vez no era así. Yo podía manejar el tiempo y cuando protegía a Aizu o la avisaba de algo, hacía que el tiempo volase… Sin embargo, nunca pude hacer que fuese más despacio, y mucho menos… Detenerlo.

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